El Teorema Tricheto. 10 años después


“Naturam expellas furca, tamen usque recurret”. El argumento, atribuido a Horacio, ha dado mucho juego literario. “Chassez le naturel par la porte, il reviendra para la fenêtre”.  La esencia lógica de la realidad surte consecuencias, aunque no sepamos verlas o nos esforcemos por maquillarlas. Es solo cuestión de tiempo que lo que es inevitable ocurra inexorablemente. La trampa de liquidez, que Keynes definía como el grado cero de la apetencia inversora, no es tanto una preferencia por el dinero al contado como una aversión al riesgo. Es un vano intento de retener el valor de dinero frente al des-crédito de la moneda que provoca la Deflación.

En los 12 años que han transcurrido desde que en mayo de 2005 formulé el Teorema Tricheto para burlarme de los monetaristas y alertar de la enorme crisis sistémica que iban a desencadenar, todo el mundo ha podido comprobar que de la Deflación a la Guerra solo hay un paso. Las consecuencias financieras, políticas y religiosas de la Crisis Subprime, que hemos glosado todos estos años, son manifiestas en todo el mundo. Las economías del imperio anglosajón de la Triple A lograron sacar la cabeza del agua para respirar, pero ha sido al precio de provocar un tsunami de liquidez, sin parangón en la Historia de la Humanidad, que ha dejado sin nervio el tejido productivo de muchas regiones del planeta. En tan solo una década, la globalización ha dejado de ser una tendencia irresistible del comercio para devenir un espacio político cerrado en el que prima el control social de la población.  Los malos sueños de la ciencia ficción hace 50 años buscan hoy los cauces y subterfugios legales para implementarse.

La Resaca monetaria, que ya anuncian con gran cinismo distintos centros de poder, dejará al descubierto toda la miseria humana de unas sociedades inermes, que han renunciado a todo a cambio de nada. La deflación ha metabolizado el miedo y la codicia de toda una generación en un sálvese quien pueda que preludia convulsiones y agitación política. Con la excusa de luchar contra la inflación, la FED y el Bundesbank han intervenido y monetarizado cualquier reducto de rentabilidad empresarial.  La suma de los bonos emitidos con tipos de interés negativo se acerca ya a los 10 billones de euros, una cantidad superior a la Deuda Pública de Alemania, Reino Unido, Francía, Italia y España. No existe ningún negocio privado que pueda rivalizar con la rentabilidad que ofrece la impresión y distribución de dinero. No es invertir capital disruptivo, en los nuevos sectores de la economía digital: es blanquear falsa moneda, a secas.

Con la voladura controlada de Lehman Brothers, el Imperio de la Triple A emprendió una loca huida hacia delante que está transformando la mayoría de los paradigmas conocidos. Pudo optar por intentar enjugar los excesos financieros y estabilizar el comercio mundial, pero eligió experimentar la perversa lógica de los tipos de interés negativos y comprometer cualquier atisbo de soberanía. Las mentes pensantes de la Globalización Monetaria fingen desconocer que la Deflación es la principal característica económica de las guerras.

 

En paralelo al discurso oficial,  han reintroducido en el sistema financiero un nuevo Patrón Oro, que permite atesorar valor de forma segura.  La creación de criptomonedas como Bitcoin, mediante la tecnología blockchain, garantiza a sus tenedores un número finito de unidades, que depende de la capacidad de superordenador para descifrar algoritmos cada vez más complejos.  El “trabajo” individual de buscar un metal tan escaso como el oro, de distribuirlo y custodiarlo, ha sido sustituido por la capacidad de producir la mayor cantidad de energía eléctrica del modo más barato.  Casualidad o no, la primera criptomoneda, bitcoin, es concebida pocas semanas después de caer Lehman Brothers como consecuencia de la Crisis Subprime.

En última instancia, el valor de Bitcoin o de cualquier otra criptomoneda depende de la capacidad de EEUU y de sus aliados de mantener en funcionamiento una Red segura. Pero dicha tesis debería interpretarse al revés: la Red depende, en realidad, de que EEUU no quiera destruir militarmente las comunicaciones de un país o una región.  Nadie puede atesorar individualmente un Bitcoin, porque no es un Estado representado de forma democrática el que garantiza la soberanía monetaria en función del interés general. La tecnología blockchain recuerda mucho de los conceptos que manejaba Henri Bergson sobre la Memoria Colectiva. Lo que olvidan decir sus partidarios, o ignoran, es que la información desaparece cuando el grupo se desintegra.

El fin de la política monetaria acomodaticia de la FED, del BCE y del BOJ, y la subida de tipos de interés, traerán consigo un desplome de los activos financieros y una subida ciega de los precios. Las circunstancias políticas de tal acontecimiento son fáciles de imaginar: de seguir adelante el BREXIT, un episodio de hiperinflación quedaría enmascarado por una nueva crisis del Euro y la vuelta de París al Franco francés.

 

(c) Belge

El Teorema Tricheto (I)


El Teorema Tricheto


Cuando Gutemberg inventó la imprenta no se podía imaginar la que había liado. Fue sólo un paso más en la larga marcha hacia lo que Pierre Theilhard de Chardin definió como “noosfera”, la humanidad organizada como un todo. Desde entonces, como diría McLuhan, otro fósil imprescindible del pensamiento moderno, cada arreón político o tecnológico deja fuera de juego a la mayoría de los contemporáneos, sin distinción de raza, credo o posición social. Ha vuelto a ocurrir. La fe ciega en el monetarismo radical anglosajón ha alumbrado una de esas metamorfosis que describía el genial pensador canadiense: ha hecho nacer el homo economicus, programado genéticamente para extrapolar la lógica de la rentabilidad hasta sus últimas derivadas. Si no se entiende esto, difícilmente se podrá conocer el alcance de la crisis subprime.

En un mundo sin fronteras interiores, dos son las cosas que viajan más deprisa que la luz: el rumor y la lógica. A penas ha surgido una duda en los confines de un desierto, que ya carcome los cimientos contables del banco más solvente. Si es posible, es verdad; si es verdad, ya es demasiado tarde. Como sabe, por otra parte, cualquier especulador. El nuevo mundo vive de las expectativas que es capaz de generar y sostener. He ahí una extraña paradoja. Nada tan difícil de sostener como la expectativa que crece a la velocidad del rumor. Es el Teorema Tricheto. Su enunciado es el siguiente: si la suma de la Riqueza Fiduciaria (RF) de la economía mundial crece a una tasa mayor que la suma de la Riqueza Real (RR), solo es una cuestión de tiempo que supere un límite superior más allá del cual su valor desaparece.

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Anatomía del Coronavirus


Es un reto. Explicar la crisis china del Coronavirus y su etcetera en dos palabras. Dos palabras sencillas, como podrían ser confinar y proteger. Pero ¿caben todas las piezas del puzzle en una misma caja, todas las preguntas en un simple análisis?

El confinamiento es la acción o el resultado de confinar o confinarse. Lo dice la RAE. Obligar a alguien a permanecer en un lugar o encerrarlo en él. Es, en esencia, una pena o un castigo que consiste en forzar a residir en un lugar determinado y bajo vigilancia de la autoridad. En las ciudades de China en cuarentena, los drones sobrevuelan las calles y acosan a los viandantes. Tecnología mediante, podrían disparar a quienes se han saltado las recomendaciones sanitarias.

El proteccionismo es la política económica que consiste en restringir las importaciones de otros países a través de aranceles, cuotas y regulaciones gubernamentales, encareciendo dichos bienes de modo que no sean rentables.

Los analistas están despistados. El dilema que les plantea el gobierno chino les confunde. O bien han tratado de ocultar y minimizar la gravedad del contagio en la ciudad de Wuhan, o bien han magnificado la alarma social. En ambos casos, el perjuicio directo para su su economía es tremebundo y difícil de cuantificar en todas sus derivadas futuras. Por lo tanto, no entienden lo que está pasando ni las decisiones que se toman.

Lo evidente es lo último que se ve, pero es solo cuestión de tiempo que lo que es inevitable ocurra inexorablemente. La trampa de liquidez, que analizaba en el Teorema Tricheto, es el grado cero de la apetencia inversora en un entorno globalizado. La aversión al riesgo es un vano intento de retener el valor del dinero frente al descrédito de la moneda que provoca la deflación. Desde que formulé mi tesis en mayo de 2005 para burlarme de los monetaristas y de la crisis sistémica que iban a desencadenar, la Globalización acarrea ya más lodo que agua.

Decía entonces que de la Deflación a la Guerra solo hay un paso. Me equivocaba. Son varios los pasos que nos encaminan hacia el caos. Primero, la Deflación destruye el libre mercado y hunde los precios en beneficio de las rentas oficiales. Luego, los productores, los artesanos, los industriales, y todos aquellos que no viven de los Presupuestos Generales, reclaman precios justos que les permitan vivir. El miedo a la revuelta de los damnificados da pie a las medidas proteccionistas. Buscar competidores a los que endosar el reproche económico es tentador pero quien siembra cizaña en los mercados acaba cosechando pleitos.

El miedo a una pandemia puede propiciar un escenario adverso como el que describí hace dos años. El cierre de fronteras, el confinamiento de la población en sus casas y el freno a la libre circulación de las personas impactará de lleno en aquellas economías que han hipotecado su soberanía y se han endeudado para exportar más. El flete internacional ya está por los suelos y la pregunta natural es: ¿seguiremos vendiendo fuera los productos que podemos necesitar para abastecer nuestros supermercados? ¿O subirán los precios?

El pulso que sostienen EEUU y China por el gigantesco negocio del control social no es banal ni gratuito. Más allá de la guerra comercial, la emergencia sanitaria escenificada en Wuhan va a revelar quién es más vulnerable a la crisis. Tras el 11-S y la Crisis Subprime que provocaron, fueron los países anglosajones de la Triple A los que se hicieron con el control absoluto de los mercados y los que impusieron sus reglas militares, financieras y religiosas. China no salió mal parada de esa anglobalización, pero ahora reclama más protagonismo.

Con el desarrollo de la Informática de Quinta Generación, todos los parámetros de control social que hemos conocido en el pasado van a cambiar. China, Corea y Japón parten con ventaja porque sus poblaciones viven confinadas y sometidas desde hace siglos. El régimen de semi esclavitud que nos quieren vender como “progreso” social y avance tecnológico les resultara muy familiar. Por estrictas que sean esas nuevas reglas, no van a extrañar una libertad que nunca han tenido.

Cualquier excusa es buena, cualquier amenaza sirve para justificar los reglamentos securitarios y las leyes totalitarias que necesita el sistema para crear un entorno liberticida más adecuado. Del mismo modo que EEUU ha jugado a magnificar la amenaza terrorista, China puede querer que seamos conscientes del riesgo que corremos cuando nos acercamos al otro y le damos la mano. El mundo está lleno de virus despiadados.

Lectura obligada:

Coronavirus: La excusa perfecta

© Belge
Autor de: La estafa del euro explicada a un niño de 6 años. De la reunificación alemana a la secesión de Cataluña. Ed. Inlucro.org

La paradoja del atraco bancario con rehenes


De la misma época que el Teorema Tricheto, era la paradoja del atraco bancario con rehenes. A mediados del año 2005, el clima que se respiraba en los mercados se asemejaba bastante a la situación financiera que se vive en la actualidad. Solo existe una diferencia notable: los atracadores se han quedado con los bancos, han despedido a los empleados y han puesto a trabajar gratis a los rehenes.

La paradoja de atraco con rehenes era una predicción.  Era una manera visual de describir cómo España había quedado atrapada en el Euro y cuáles serían las consecuencias. Imaginaba una escena en la que un grupo de atracadores se hacía fuerte en banco tomando rehenes y la estrategia ideada para plantear sus exigencias. La lógica del proceso de negociación llevaba a las autoridades políticas al mando a conceder todos sus deseos a los atracadores,  con la excusa de salvar a los clientes.

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