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Casarse por la Iglesia, juntarse por lo Civil

Cada vez que se publican las estadísticas relativas al número de parejas que se casan por la Iglesia o por lo civil, se reaviva el debate sobre la crisis de la Iglesia Católica. En España, en el primer semestre de 2016, se formalizaron 68.000 nuevos matrimonios y la mayoría, ante un juez.  Tan solo una de cada cuatro españolas se casa de blanco ante un altar. En lo que va de siglo, en pleno auge del islamismo más militante, el número de bodas que pueden definirse como “católicas” ha descendido del 75% (170.000) hasta poco más del 25%.

A pesar de las modas, y del carácter exótico de muchos eventos, conviene ser prudentes al analizar un fenómeno social complejo.  Es cierto que el catolicismo está siendo agredido simultáneamente desde varios frentes y no atraviesa su mejor momento.  Los historiadores comprobarán en el futuro que la elección de Juan Pablo II, primero, y de Benedicto XVI, no resultó demasiado acertada en un momento crucial.  Pero al margen de esa circunstancia,  hay motivos para pensar que es mayor la confusión y el ruido que un cambio más profundo en las creencias.

Las novias más jóvenes del siglo XXI sueñan con bodas espectaculares que resulten “inolvidables”.  Nada es demasiado “exótico”, pero todas acaban haciendo cosas muy parecidas y muy previsibles en los mismos sitios.  Un siglo atrás, sus bisabuelas no soñaban con celebraciones originales y excéntricas que fueran “inolvidables”,  sino  “un buen día”.   Se movilizaban familias enteras y los fastos del enlace podían prolongarse varios días.

Los ritos cambian, se adaptan a las circunstancias, pero suele permanecer la función social. Las jóvenes parejas huyen de la parafernalia y del coste que supone una boda religiosa, pero luego no dudan en encadenar 4 o 5 despedidas de solteros en los lugares más recónditos del país.  Viven tan cómodos su soltería de oro y publicidad que les cuesta mucho renunciar a ella.

El matrimonio, en Roma, es una institución que garantiza el cuidado y protección de la madre. Es una pieza fundamental de la Ciudadanía, al margen de cualquier consideración religiosa y antropológica. Dicha función, que sigue siendo tan importante  hoy como hace 2.000 años, es muy diferente al “emparejamiento” propio de las sociedades árabes.  Por simplificar y resumir: el matrimonio era propio de casas ricos y nobles, y el emparejamiento, cosa de plebeyos.  El auge de la Iglesia Católica vino a democratizar la institución, casando por igual a ricos y pobres.
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5 pensamientos sobre “Casarse por la Iglesia, juntarse por lo Civil”

  1. Esta vez, y van siendo ya unas pocas, no puedo darte la razón. Creo que Benedicto XVI fue un gran papa. Y tenía todo para que no me gustará, pero para mi lo fue.

    Efectivamente el mundo ha cambiado mucho. La mujer no necesita tanto de esa protección del matrimonio. De hecho se ha pasado de la protección al abuso. Obviando casos que todos conocemos, la verdadera piedra angular del matrimonio y su principal razón de ser, son los hijos.

    El matrimonio no protege mas que el emparejamiento en el caso de los hijos. Ahora no tengo tiempo, pero si hay discrepancia, luego lo puedo desarrollar un poco.

  2. A fecha de hoy, en España, la mujer no está precisamente desprotegida. O mejor dicho, el matrimonio no le proporciona un extra de protección.

    La protección que busca el matrimonio es la protección de los hijos. Actualmente el matrimonio se ha quedado obsoleto, y esta protección de los hijos está perfectamente regulada en nuestras leyes. Quien haga caso omiso de este deber, lo va a hacer igual con matrimonio que sin el.

    Mas aún. El matrimonio ya ni siquiera garantiza que se vayan a tener hijos. ¿Casarse por la iglesia cambia algo esto? Estadísticamente puede indicar una cierta predisposición, pero lo que mas suele primar en la decisión de por la iglesia es el marco incomparable.

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