¿Echamos un polvo? (2)

¿Echamos un polvo?  (2ª Parte)

 Sea la que sea, la vía, por donde se ha colado  la frase en su acepción maliciosa,  interviene en gran medida el falso pudor,  timidez o falsa vergüenza, que tenemos  en usar las palabras claras respecto a los elementos  fisiológico-sexuales y a las opciones  que determinan su uso. De esa forma, decimos  pipí, popó, para denominar una gestión
que todos sabemos se llama de otra forma.  Y no pasemos a los términos con que todos  camuflamos otras gestas; incluso existen
los regionalismos. De esta forma, podemos considerar polvo como un lexema y, ahora  cuando se pronuncia, todos entienden lo que
quieren entender y punto.

Del uso y costumbre del  rapé

En el librito “Le Tabac” de Auguste Chevalier  et H.F. Emmanuel, se indica que: “son  ya pocos los tomadores de polvo, salvo quizá en
Flandes, y menos topar con uno que nos ofrezca  la tabaquera abierta con la fórmula ¿Se sirve  usted?” En la novela “David Balfour” de R.  Luis Stevenson, se narra que el joven David  camina por los brezales de Escocia con el catequista  maese Henderland. Hablan sobre  los “casacas rojas”, que pueden estar acechando
detrás de cualquier mata del camino  y cortarles el cuello, y de repente le dice a  David: “¿No lleváis rapé?” David, que lo único
que lleva es hambre y cansancio, contesta  que no y le advierte que ya le había hecho  esa pregunta varias veces. “–Es muy posible-,
suspira el catequista. Me parece extraño que no  llevéis rapé”, le reprocha. Al llegar a su casa  coge un tarro y una cucharilla y empieza a  meterse en las narices cantidades ingentes  de rapé. Explica que ha hecho un voto de no  llevar encima rapé, y que le cuesta un gran
sacrificio mantenerlo, lo que no le impide  solicitarlo al primero que se le acerque –adviértase  que es escocés-. Quede constancia,
pues, del frecuente uso del rapé.

 Cómo tomar el polvo

En una compilación del siglo XVII, facilitada  por don Leopoldo García Ramón, en su obrita  “El Arte de Fumar” (Librería Española de
Garnier hermanos, calle des Saints-Pères,  6 Paris, 1881) encontramos la serie de movimientos  que debía de hacer el tomador de  rapé. Helos aquí: 1º. Tomar la tabaquera con la
mano derecha. 2º. Pasar la tabaquera a la mano  izquierda. 3º. Dar dos golpecitos, a la tapa. 4º.  Abrir la tabaquera. 5º. Presentar la tabaquera a  la asistencia –al tomador- 6º. Recoger la tabaquera.
7º. Reunir el tabaco, dando un golpecito en  el costado de la tabaquera. 8º. Dar una pulgarada  y coger el polvo entre el índice y el pulgar. 9º.  Conservar algún tiempo el tabaco entre los dedos.
10º. Llevarse el tabaco a la nariz. 11º. Inspirar con  fuerza, con las dos ventanas de la nariz y sin hacer  muecas. 12º. Cerrar la tabaquera; estornudar,  escupir o sonarse.  Ni que decir tiene que el escupir o estornudar  solo podía evitarlo el habitual tomador  del polvo. Generalmente, se usaba un gran  pañuelo de color oscuro que servía para limpiarse  en cualquier circunstancia desagradable.

Ofrecer la tabaquera “para echar un  polvo” se confirmó como un signo de amistad  y de paz entre ambos partícipes. Se desconfiaba
del que sacando su tabaquera se servía  a sí mismo y nada más. Napoleón ni la usaba,  llevaba el rapé en el bolsillo izquierdo de su
chaleco y de allí lo sacaba con los principales  dedos de la mano derecha; y es que no pensaba  en dar la paz precisamente.

Antonio Tartesos

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