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El escándalo político de las prejubilaciones

Decía un viejo sociólogo francés, cuyo nombre no alcanzo a recordar, que los jóvenes tienden a ser radicales y violentos hasta los 28 años. Pasado ese tiempo, se acomodan, se tranquilizan, y ya no suponen un “riesgo” para el Sistema, entendido como el conjunto de normas, tradiciones y equilibrios que hacen posible la vida en sociedad en un universo urbanizado y concentrado. Lo escuché hace más de 30 años, y lo he recordado en muchas circunstancias.

La nefasta llegada al poder de Rodríguez Zapatero ha traído a la vida de los españoles una “nueva” forma de hacer política, basada en el concepto marxista de la “confrontación” social. El Otro es el enemigo que impide “progresar” hasta el Paraíso.  Y lo peor, es que esa “praxis” de inequívoca identidad marxista está siendo financiada con generosidad por Bruselas con Fondos Europeos.  A los pocos e inexperimentados políticos que se atrevieron a denunciarlo, con datos asombrosos , les lincharon en los medios de comunicación.

La cultura totalitaria de la suspicacia enfrenta a las mujeres con los hombres, a los niños con los padres, a los alumnos con los profesores,  a los adolescentes con los viejos, a los que tienen un trabajo precario con los que tienen un contrato fijo, a los pobres con los ricos, a los urbanitas contra el mundo rural, a los que votan bien contra los populistas que votan mal, a los vecinos de los Bajos contra los que viven en los Áticos,  a los consumidores que usan Tarjetas contra los que pagan en efectivo…La lista es extensa, y en todos los casos los periodistas, sumisos, se encargan de delatar a los “malos”.

La confrontación generacional es, sin duda, una de las herramientas más destructivas de la Política, porque coloca violentas cargas de profundidad en el mismo corazón de la sociedad. La deflagración de la primera mitad del siglo XX fue tal en Europa que se llevó por delante la vida de 100 millones de seres humanos. Hicieron falta 100 millones de muertos para que la Política en Europa abandonara los perversos conceptos de la “lucha de clases” y se recuperara los conceptos cristianos de “comunidad” y de “familia”.

El estallido de la crisis subprime en 2007 fue un magnífico pretexto que usó Zapatero para enfrentar a los “jóvenes” con sus “mayores”.  Fueron cebados políticamente con Becas Erasmus, con generosas ayudas al alquiler, y con promesas demagógicas. Eran la Generación Mejor Preparada de la Historia, a la que unos viejos apalancados y corruptos estaban robando el futuro y obligando a emigrar.

Ese caldo de cultivo, unido a las maniobras de altos cargos del PSOE para crear el embrión de PODEMOS desde 2008, es la verdadera causa de la política de prejubilaciones en España.  En ningún otro país del mundo ha ocurrido nada semejante.  Toda una generación en activo, con poco más de 50 años, ha sido jubilada a la fuerza, con el agravante que se trataban de sectores regulados y profusamente financiados  desde los Presupuestos Generales del Estado.  Los periodistas de 52 años prejubilados en RTVE nada tienen que envidiar a los empleados de banca o de Telefónica que se han ido a casa con sueldos vitalicios de 3.000 euros al mes.

Desde 2008, ya se han prejubilado más de 80.000 empleados de bancos y cajas de ahorros, y se estima que en 2019 se habrán ido a su casa 120.000 de los 270.000 trabajadores del sector.  Se da la circunstancia que esas Cajas de Ahorro, en las que abundaba un personal contratado por razones políticas, han tenido que ser rescatadas con cerca de 100.000 millones de euros del FROB.  Si extrapolamos esas cifras, aparece que casi un 30% de toda la masa laboral ha sido prejubilada entre 2007 y 2017: Un millón de personas, con una edad comprendida entre los 53 y los 56 años.

Las consecuencias perversas

El verdadero escándalo de la prejubilación de los trabajadores de grandes empresas y corporaciones no es su coste financiero sino el error de diagnóstico. Al margen de que los sectores que más han abusado de esa estrategia son los que menos han renovado su plantilla, la Banca es un claro exponente de lo caro que les ha resultado cambiar empleados experimentados que conocían los riesgos del mercado por unos jovenzuelos serviles y codiciosos solo preocupados por sus comisiones.  Se habría ahorrado no pocos disgustos y mucho dinero, porque estos “viejos” trabajadores de 55 conocían a sus parroquianos tanto como su oficio.

El coste horario del sector bancario era, junto con la construcción, uno de los más elevados en España.  En los años 2007 y 2008, cuando estalla la Crisis Subprime, supera holgadamente los 40 euros por hora. Al prejubilar al 40% de los 270.000 empleados, con cargo a la Seguridad Social y ahorrándose unos 20.000 millones de euros en indemnizaciones,  bancos y cajas han aligerado su factura anual en más 1.000 millones de euros.

La segunda derivada de jubilar anticipadamente a la “élite” salarial del mercado laboral, es que 1 millón de personas activas, con contactos y conocimientos, se han pasado al submundo de la economía sumergida. ¿Cuántos empleos han resultado destruidos en España, en plena crisis, por estos nuevos “pensionistas”?  Los periodistas prejubilados en RTVE, con sueldos superiores a los 3.000 euros netos mensuales, se han estado paseando por tertulias, haciendo reportajes fotográficos y escribiendo con regularidad en los periódicos. Los empleados de banca han estado llevando contabilidades, trabajando como comerciales o asesores financieros, etc.  A diferencia de lo que venía ocurriendo hasta la fecha, no han sido las empresas privadas con los trabajos más “penosos” las que se han beneficiado de estas “amigables” prejubilaciones, sino los sectores mejor pagados, casi públicos y con la mayor esperanza de vida. El mundo al revés.

La tercera derivada es de tipo humana y social.  Los hijos mayores de los trabajadores prejubilados con 53 años tenían, a lo sumo, 18 años cuando sus progenitores fueron despedidos tras años de “buenos y leales servicios”.  Todo un referente moral  perverso para una generación de clase media acomodada que nunca tuvo que esforzarse demasiado. Su tentación de prestar oído a los cantos de sirena de radicales, populistas y demagogos constituye, como ya se puede apreciar, un verdadero riesgo para el sistema. Ese millón de prejubilados forzosos han sumado 4 millones de votos para Podemos.

(c) Belge
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