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Los traficantes de odio se van de vacaciones

Ha finalizado el Mundial de Rusia, ha acabado el Tour antes de comenzar, y hasta Pedro Sánchez, ese político del PSOE que asaltó la Moncloa en junio, ha caído del guindo. Han empezado las vacaciones en España y a nadie le importa un higo que desentierre a Franco de la basílica construida al pie del Risco de la Nava para dominar el horizonte. Pablo Iglesias le ha explicado que no tiene sentido montar un happening mediático si los periodistas y catalanistas de guardia que acuden a las tertulias de La Sexta y Cuatro bostezan encabronados por retrasar la playa en Chiclana y tener a la parienta de hecho de uñas.

A la vuelta del verano de sus señorías, allá por las primeras uvas, y llenos de republicana energía todos, se dedicaran a coger el rábano por las hojas y multiplicar las provocaciones políticas. La izquierda batasuna lleva 40 años practicando el arte de meterle el dedo en el ojo a la Democracia. Que la formación de Felipe González abandonase los postulados del marxismo luterano para abrazar los principios de la socialdemocracia europea de la posguerra mundial, en el fondo, más que un milagro fue un paréntesis político de dos décadas.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias regresan a la política y economía españolas lo peor de los años de Zapatero: el hedor de la maldad nihilista. Las medidas económicas que han anunciado huelen a fraude contable, propaganda mediática y métodos políticos tribales. Han bastado pocas horas para que el Psoe y Podemos acreditaran su servil y corrupto vasallaje con Alemania. Han transitado del patético Si Bwana migratorio a la pornográfica genuflexión en menos tiempo que los juececillos de Schleswig-Holstein tardaron en aflojarse el cinto y acomodarse los pantalones.

La hija del sectario Comisario Calviño, apoltronada en Bruselas desde que las huestes de Zapatero dejaron de hocicar en el pesebre presupuestario, ha dicho a sus comelitones habituales en la capital belga  que tienen un hambre y una agenda social que no caben en los PGE recién aprobados y que se verán obligados a malgastar los recursos ajenos hasta donde la malversación y la prevaricación ya se tipifican como “atraco alevoso con recortá”.

Conocen de sobra el impacto emocional y fiscal que puede tener un impuesto de 15 céntimos por litro de gasóleo en las extensas regiones agrícolas y ganaderas en la que no existe alternativa. Un tractor o un camión de transporte pueden llegar a consumir más de 60.000 litros de combustible al año, y para garantizar un mínimo de confort en un entorno frío, una casa debe abastecerse con 2.000 litros de gasóleo. Cobrarle 300 euros a unos pobres jubilados de la fría montaña leonesa o sacarle 9.000 euros a un agricultor es un atentado contra el sentido común y contra la decencia política en un país donde los urbanitas no se cansan de trincar subvenciones encubiertas. Y a todo esto, mientras se castiga duramente a particulares y autónomos en Extremadura, Castilla, Galicia, Asturias y Aragón, se potencian las centrales de ciclo combinado, vetando el carbón y cerrando las plantas nucleares.

Nada ilustra mejor el odio que el PSOE y PODEMOS sienten por el mundo rural, y su vasallaje con los luteranos que la protección que brindan al lobo asilvestrado. Los ataques se han multiplicado de modo exponencial y están arruinando las explotaciones extensivas que los ganaderos intentan mantener a flote, a pesar de las fraudulentas importaciones de carne adulterada.Y en esa misma línea van a ir encaminadas todas las medidas que plantéen Pedro Sánchez y sus aliados catalanistas: Intentar recaudar más dinero y castigar aquellas zonas y regiones que consideren hostiles a sus intereses y estrategias electorales, como ya hizo Robert Mugabe en Zimbabue y Nicolás Maduro en Venezuela, llevando sus países a la bancarrota y registrando tasas de inflación de cómic.  

Galicia, Asturias y el conjunto de la España Interior, pobre y despoblada, aportan más recursos e impuestos que lo que reciben. Muchos más si se tiene en cuenta la cuantiosa Deuda Pública diferida que ha ido acumulando la Otra España y que tenemos que asumir entre todos sin haber probado ni caldo ni tajada. El abastecimiento bajo coste del que se benefician sus ciudadanos y sus empresas, sin dignarse ni siquiera a fortalecer la buena imagen e identidad españolas, se suma a un déficit estructural creciente que el Psoe, Podemos y los catalanistas van a intentar maquillar y ocultar, como ya hizo Zapatero en su día. 

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ya han anunciado su intención de cobrarles 30.000 millones a los españoles más pobres, arruinando sus empresas, para repartir subvenciones a sus propios votantes, a los golpistas fugados y a los demás perroflautas habituales. No servirá para nada. El déficit estructural del cuerpo electoral que sostiene la legalidad de una Moción de Censura ilegítima e irregular supera los 150.000 millones de euros por año desde hace más de una década. No parece que se vaya a reconducir este desequilibrio fundamental de la economía española con la disparatada batería de medidas anunciada por mocionistas batasunos y golpistas catalanes. Pueden manipular las cuentas públicas, para preparar las próximas elecciones, y van a intentar ocultar el agujero fiscal manteniendo distraída y peleada a la Opinión Pública.

El marxismo luterano, en cualquiera de sus variaciones semánticas, es una ideología de guerra que busca someter y movilizar a la plebe, renovando de forma constante la nómina de enemigos exteriores. La presión totalitaria inhibe en el individuo su instinto de supervivencia. Drogada, emborrachada de odio, y enajenada por el terror, la soldadesca se cree inmune al fuego de las ametralladoras y facilita su propio exterminio.

(c) Belge

 
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2 pensamientos sobre “Los traficantes de odio se van de vacaciones”

  1. Bien Alrodrigo:-) Por ahí seguía el análisis (antes de tener que aplazarlo unas horas). Hoy, mientras esperaba en Urgencias, he entablado conversación con un agricultor de La Moraña, que me decía – hablando del tema – que raro es el día que no gasta 250/300 litros con el tractor. Suponiendo que trabaje 180 días/año, es fácil calcular que gasta de 45 a 54.000 litros/año. 0,15 euros de impuesto político supone una factura de más de 6.000 euros al año. Se dice pronto. Para cualquier transportista que rule 100.000 km/año, la factura es muy similar. Lógicamente, paga mucho más una Comunidad como Castilla-León, con 95.000 km2 y sin acceso al mar (se encargaron los nacionalistas de cerrarle los puertos históricos) que varias CCAA minúsculas con infraestructuras portuarias pagadas con dinero de todos. Del mismo modo se gastan mas los jubilados de la fría CL (sin alternativa) que los subvencionados jubilados del cálido litoral mediterráneo. A parte de una medida económica sin sentido, es una agresión fiscal deliberada contra la España Interior

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