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El dólar de Platino


Hoy se cumplen 4 años de la publicación de un pequeño análisis sobre la política monetaria americana, y el azar ha querido que coincida con la Investidura de Donald Trump como Presidente de los EEUU.  Trabajaba entonces para INVERTIA y  su “Director de Contenido”  no entendía como el Tesoro podía emitir un “dólar de platino”, que valiera un millón de millones, para saltarse el techo presupuestario.  De aquellas explicaciones y consideraciones, nació un artículo que podría cobrar toda su actualidad, en el mundo financiero, a lo largo de la próxima legislatura.

One trillon dólar baby. Podría ser el título de una secuela de la cinta de Clint Eastwood, o un apodo para el famoso “dólar de platino” que podría emitir el Tesoro Americano. Una moneda para coleccionista bastante singular, y no por su precio. La idea que surgió en un foro de internet es la respuesta a la pregunta del “billón” que se formula todo el mundo desde el colapso de Lehman Brothers Holding. Al margen de las circunstancias políticas de la actualidad, es significativo que un debate contable de ese calado haya prendido en la Opinión Pública. ¿Se deben amortizar y saldar deudas privadas y públicas o imprimir billetes y “monetarizar” los agujeros contables de unos y otros? La pelea entre partidarios de la austeridad presupuestaria y de la expansión monetaria es una suerte de broma económica que ha desbordado el ámbito académico para convertirse en el eje de una cantinela política tan descarnada como cínica. Desde hace meses los “republicanos” agitan el fantasma del “precipicio fiscal” con el único propósito de “castrar” la capacidad de gobierno de la Administración Obama.

La emisión de una moneda de platino, valorada en un millón de millones, es un episodio anecdótico, casi humorístico, que ha causado un gran revuelo en los medios de comunicación de todo el planeta. Es un simple lance de la lucha que se libra en el Congreso americano por el control democrático del gasto público y de la política fiscal pero encierra aspectos reveladores, dignos de reflexión. Lo primero que hay que dejar claro es que el Tesoro Americano nunca empleará ese subterfugio legal para saltarse el techo de endeudamiento autorizado. Sin embargo la finta jurídica propuesta por un duende anónimo es algo más que una gamberrada ingeniosa e iconoclasta. Es una pedrada sin firma que ha roto el espejo mágico en el que se miraban con complacencia los “halcones” del Tea Party republicano y que hace añicos todas las coartadas teóricas y morales del “neoliberalismo” radical.

Si una moneda puede “valer” 1 billón es porque no hay relación entre el “dinero” y el “valor” que representa. El dinero no es “oro”, ni el sucedáneo de nada que tenga “valor”. Es lo que explican los economistas de la “Teoría Monetaria Moderna”. El éxito estratégico de la FED desde 2008, inyectando liquidez masivamente para estabilizar la economía americana y salvar a las empresas, está fuera de toda duda, así como en Europa ha quedado probado el fracaso de las políticas restrictivas y de las malsanas “devaluaciones internas”. Toda esa secuencia quedó descrita por esos economistas que predijeron el fiasco de la Unión Monetaria y el colapso financiero subprime. La razón de que funcione la estrategia de la FED y haya fracasado estrepitosamente la del BCE es precisamente porque el “dinero” no está respaldado ni por la capacidad de generar impuestos de un país ni por su nivel de endeudamiento público. El activo principal de una moneda es que sea aceptada por quienes la usan, pero lo ideal es que corra de mano en mano sin estancarse en ningún bolsillo. Son dos fuerzas opuestas las que actúan en todo momento, centrípeta y centrífuga. Una fuerza nos impulsa a atesorar, y otra, a cambiar lo antes posible la moneda por bienes y servicios.

A eso producción de “falsa moneda” sin relación con el valor y con una utilidad temporal es a lo que se llama, básicamente, crédito. Hay que entender que no puede existir ninguna forma de “crédito” sin un sistema de creencias religiosas. Sin religión no hay “crédito”. A cada una de las grandes religiones, corresponde un sistema de “crédito” diferente. Ni mejor ni peor. El gran sociólogo alemán Max Weber ya documentó hace un siglo la influencia que tenía la teología protestante en la economía “de mercado. Pero luego un siglo XX casi infinito ha ido sumando sistemas de valores muy diferentes hasta componer el gran mosaico actual. Tantas formas de capitalismo hay como religiones.

La crisis financiera que padecemos desde el 2007 ha arruinado una determinada “fe” en la economía de libre mercado, entendida como escenario en el que unos ganan por “la gracia de Dios” lo que otros pierden. Tan burda ha sido la trama, y tantos los fallos, que nadie cree ya en la superioridad moral de ese modelo, ni en las cínicas proclamas de los partidarios de la austeridad. Los que han derrochado sin freno reclaman contención. Haz lo que digo, no lo que hago. Quieren que los pobres sigan creyendo en la magia de la Noche de Reyes a pesar de venir los camellos con las alforjas vacías.

© Belge 18/01/2013