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Presupuestos Generales del Estado 2017: impuestos o consecuencias


John Maynard Keynes no sería hoy keynesiano pero Karl Marx seguiría siendo alemán. Este sencillo aforismo condensa todo el debate sobre el gasto social. La elección de Donald Trump en EEUU ha supuesto un duro varapalo para todos los partidarios de una globalización puritana y totalitaria. En España, primero, y en EEUU, después, se han podido escuchar inquietantes pronunciamientos públicos sobre la calidad del voto y los derechos políticos de la mitad de la población. A duras penas han conseguido disimular su prepotente desprecio hacia quienes se oponen a sus planes.  Pero no es una fractura entre jóvenes favoritos de la Nueva Economía  y viejos  outsiders del Sistema, ni siquiera el manido salto generacional: es una disputa religiosa que tiene visos de convertirse en guerra larvada.

Gasto social, si sirve la metáfora, es que los hooligans y mercenarios del nacionalismo más rabioso en Vizcaya o Gerona dispongan de agua, luz y calefacción gratis mientras los ancianos de la montaña leonesa o palentina se pelan de frío con pensiones de miseria. Gasto social es enseñar matemáticas en euskera con acento de Cádiz a la nueva plebe, es entrenar a los hijos de la rancia élite catalana para que sigan siendo los amos del cotarro. Gasto social es la subvención a fondo perdido que reciben miles de empresas nacionalistas ruinosas para que sigan malversando recursos financieros, defraudando impuestos y maltratando a sus empleados.  Podría decirse, en resumen, que gasto social es corrupción económica, pero sería señalar con el dedo a las Viejas Castas y a los Nuevos Castos que ofrecen en un mismo pack luchar contra la corrupción e incrementar el gasto social.

En las Costas Nacionalistas del Cantábrico y del Mediterráneo, los empresarios que viven de la Cosa Turística, y de trapichear con contenedores internacionales de mercancías, no pagan los impuestos que deben a la sociedad. No es un problema fiscal, no es un problema moral, y no es tampoco un problema político. Es un problema de consecuencias. Son las consecuencias del creciente fraude las que han llevado España al borde mismo del precipicio. Hemos dado un paso atrás, en el último suspiro de mes de octubre, pero no es motivo para bajar la guardia. Sería, de nuevo, contraproducente intentar apaciguar con más “gasto social” a los desalmados que nos empujaban al suicidio.

Cataluña, Baleares, País Vasco, Navarra y ahora Valencia, aportan al conjunto de la sociedad española menos de 70.000 millones de euros, incluidas cuotas a la Seguridad Social, IVA e Impuestos Especiales. Causan un gasto mínimo de 300.000 millones y originan un déficit estructural real superior al 20% del Producto Interior Bruto de toda la nación.  Incentivar, con más gasto social, la estupidez moral, la mala praxis económica y el sectarismo político solo conduce a la tentación de hacer tabula rasa y poner los contadores a cero. Los nacionalistas nos pueden empujar a saltar al vacío, pero no nos van a salir alas para echar a volar.

© Belge. 22/11/2016

La gran manipulación


Los nacionalistas han hecho de la Industria Turística su particular Coto de Caza. Tan es así que se vienen publicando en el sector las mismas cifras oficiales, año tras año, desde hace más de 5 lustros. De media, cada turista internacional se gasta en nuestro país algo más de 900 euros. No sería nada extraordinario si no fuera por un pequeño e insignificante detalle:  esas series no coinciden con los datos que publica la Comisión Europea, a través de la Oficina de Estadística Eurostat.

Cada ciudadano del Norte de la Unión Europea  viaja de media 10 días y se gasta más de 3.000 euros.  300 euros/día es un gasto razonable, que cualquier observador puede medir en sus propios desplazamientos.  Pero aquí, un año más, pues, no toman el pelo para justificar el inmenso fraude  y el creciente déficit fiscal de todo el litoral mediterráneo.  Nos hacen comulgar con la estampa de ricos europeos, con una renta y poder adquisitivo tres veces mayor que el nuestro, gastando 90 euros al día, alojamiento y desplazamiento incluido.  Tienen bula.

En los últimos años, el turismo ha crecido en España como consecuencia de la desestabilización militar de buena parte de los países mediterráneos.  Sin embargo, se sigue dando por buenas cifras de hace dos décadas.  Es materialmente imposible que se gasten le mismo dinero que hace 20 años, cuando los precios al consumo se han multiplicado por 4 y los costes del alojamiento se han disparado.  En 1987 se podía pernoctar en Madrid por 1.000 pesetas.

Hace no mucho tiempo,  el mismo periódico informaba que los técnicos de Hacienda habían detectado en el sector hostelero la utilización generalizada de un software que ayudaba a llevar una contabilidad en B con todo el rigor necesario para no tributar por los ingresos reales.  Aunque huelgan mayores demostraciones que la evidencia empírica del dinero negro que corre a raudales por aquellos lares, nunca está de más analizar los propios informes anuales de la Agencia Tributaria.  El maná del turismo brilla por su ausencia en las cuatro grandes regiones que monopolizan el mercado. 

Ingresos fiscales CCAA de Sol y Playa

Región Ingresos fiscales Habitantes
Cataluña 37.200 millones 7.500.000
Valencia 11.300 millones 5.200.000
Baleares 3.250 millones 1.000.000
Murcia 1.850 millones 1.800.000
Andalucía 11.100 millones 8.500.000
Canarias 2.350 millones 2.000.000
Totales 67.000 millones (33%) 26.000.000 (60%)

Los ingresos totales de las CCAA que copan el mercado turístico

Si se comparan las cifras de las regiones mediterráneas que monopolizan el turismo en España con las comunidades autónomas sin costa y sin turismo de sol y playa, la realidad salta a la vista.

Ingresos fiscales CCAA sin acceso al mar

Región Ingresos fiscales Habitantes
Madrid 86.500 millones 6.500.000
Castilla y León 3.700 millones 2.500.000
Castilla La Mancha 2.700 millones 2.200.000
Aragón 3.400 millones 1.300.000
Extremadura 1.300 millones 1.150.000
la Rioja 750 millones 350.000
Totales 98.000 millones (53%) 14.000.000 (30%)

Los ingresos totales de las CCAA sin costa