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Deudas ilegítimas


Nos prestaron falsa moneda, nos reclaman oro de ley.  Con la creación de la Unión Monetaria, Alemania inundó el continente de crédito comercial. Se tardan años de estudio y oficio en poder precipitar en forma de aforismo sencillo una realidad conceptual compleja.

En los últimos años de la década de los 90, me debatía personalmente entre la ilusión sentimental y la duda intelectual.  Aunque mi corazón europeísta se alegraba de participar del nuevo proyecto histórico, creo que fui  de los escasos analistas españoles que dieron la voz de alarma.  Acuñe una expresión ( “Tenemos que defendernos del Euro” ) que me valió muchas burlas en distintos foros de Internet.  Poca gente entendió el concepto, y mucha menos aún la puso en práctica.

Hace unos años, encontré en las hemerotecas muchas de los artículos  que escribió el Gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo. En ellos deja patente su preocupación por el impacto que tendrá la conversión en el sector financiero, y en concreto en las Cajas de Ahorro. Dichas ideas no llegaron a la Opinión Pública. Al contrario. Un grupo de ex alumnos del Profesor Rojo, sindicados en torno a Zapatero, se mostró siempre proactivo y beligerante a favor de acelerar la transición de nuestra economía y sistema financiero al Euro.

En todo juego de estrategia, existe un patrón universal: en algún momento, toca decidir si es prioritario defender y consolidar la posición, o bien atacar y tomar la iniciativa. En detrimento del planteamiento político y moral de gentes como Manuel Conthe, Miguel Sebastián o  García Montalvo,  en los años 2001 y 2002 no tenía disculpa desconocer los efectos que tuvo anclar la economía argentina a una moneda fuerte como el dólar americano.  Todo lo que han sostenido desde entonces sobre el Euro y el sector constructor en España pasa por obviar las catastróficas consecuencias que acarreó la corrupta Ley de Conversión del Austral impulsada en Argentina por Domingo Cavallo.

Mi planteamiento y el de una pequeña minoría de aficionados al relato económico en los albores de Internet, es que tocaba defenderse. La situación de Argentina iba a empeorar y no existía ningún razón de peso para que en España no ocurriera algo parecido cuando se implantara el Euro como moneda oficial.  El recuerdo de aquellos debates no me ha permitido nunca ser benevolente con ninguno de los asesores de Zapatero y sus aliados, capitaneados por Luis Ángel Rojo.  En todo momento supieron de la importancia del envite y del riesgo que suponía para la gente más humilde y para las empresas españolas. Pero, al igual que le pasó a la clase política argentina, debieron valorar más otro tipo de circunstancias.

Al profano que no sabe latín, solo le hablan en su propia lengua para sermonearlo, nunca para contarle los ritos de la sagrada misa. La pequeña empresa endeudada y el propietario hipotecario pasaron de la noche a la mañana de deber unos pocos millones de pesetas a centenares de miles de euros fuertes.  Los 20 millones de pesetas de una línea de tesorería o de la compra de un piso representaban una cuota neta para la economía familiar de 80.000 pesetas al mes y el ahorro del alquiler.  Una cantidad inferior al 20% de los ingresos medios del hogar al principio del préstamo y al 10% al cabo de 10 años.

Tras dos años de política monetaria “blanda y laxa”, que tenía como finalidad  evitar que los ciudadanos tomaran consciencia del engaño sufrido, el euro voló y la deuda de particulares y empresas se multiplicó por 2.  El que debía 100.000 dólares en el año 2000 y 2001 pasó a deber, de media, entre 170.000 y 190.000 dólares los 10 años siguientes.  Y las 80.000 pesetas que pagaban las familias devinieron, por arte de birlibirloque,  más de 750 dólares al mes.

Para una economía española con una renta estructural media por hogar de algo más de 20.000 dólares en la década de los 90,  la conversión al euro supuso una factura de 5.000 dólares al año por vivienda hipotecada y de 5.000 dólares por cada coche nuevo matriculado en España.

La principal consecuencia de la implantación del Euro en España, como ya ocurrió en Argentina en la década de los 90, es que la economía se dividió en dos:  economía oficial, con rentas en euros, y economía real, con rentas en pesetas.  La economía oficial, sostenida desde el Gasto Público por Zapatero, sus asesores y sus cómplices, anclada al Euro Fuerte, y la economía real, con rentabilidad expresada en pesetas contantes y sonantes, buscando en el sector constructor cualquier cosa que flotara.

Camina o Revienta es, básicamente, obstinarse en seguir flotando, seguir nadando, llegar a tierra firme y sobrevivir.  Los que pedían la Intervención de España, y promovían quitas, abogaban por dejar que la gente y las empresas que vivían en pesetas se ahogaran de una vez, y echar por la borda de la España Oficial y Catalanista, al pasaje y a la tripulación sobrantes.  No les importa lo más mínimo la creciente despoblación del vasto territorio español y la ruina de su tejido empresarial, si ellos pueden seguir viviendo unos años de los beneficios que les deja la corrupta y perversa Industria Turística. No les importa exigir el esfuerzo de todos para construir proyectos tan disparatados como un AVE a la frontera que no usa nadie, o un delirante corredor mediterráneo, tan ruinoso como absurdo.  Su plan ha sido y es descapitalizar España hasta el hueso y luego declararse independiente y desentenderse de cualquier responsabilidad.

(C) Belge. 16/12/2016

 

Camina o Revienta (II)


Entre 2010 y 2011, la situación tributaria se volvió insostenible en España. Los historiadores del futuro juzgarán hasta qué punto esa debacle fue premeditada y puede calificarse de auténtico sabotaje.  Los numerosos editoriales que se posicionaban a favor de la Intervención de España por potencias protestantes no permite ser benévolo con Zapatero.

A partir del año 2008, para cualquier analista y observador honesto ya era más que evidente que los ingresos fiscales del Estado estaban siendo dopados para poder justificar un incremento del Gasto Público y ocultar las transferencias de capitales a grupos amigos y regiones afines. El Gasto Publico  de todas las administraciones y Fundaciones, sumado al endeudamiento directo y diferido y al crédito forzoso contra los proveedores, superaba los 600.000 millones de euros.  Son 100 billones de pesetas constantes, o lo que es lo mismo: una cantidad media de 2 millones de pesetas por cada una de las personas que residían en España, legalmente o no, de un modo temporal o permanente.

El problema estructural creado por Zapatero y sus aliados nacionalistas y puritanos salta a la vista:  con la estrategia de devaluación interna, el incremento de población de 10 millones de habitante supuso un Gasto Público Total de 20 billones de pesetas constantes, al tiempo que una población activa de no más de 3 millones de trabajadores aportó un ingreso de 3 billones de pesetas constantes. Esto es: un déficit estructural de 17 billones de pesetas, equivalente a 100.000 millones de euros al año.

Cuando Mariano Rajoy gana las elecciones,  la alternativa aparente es reducir el Gasto Público a la mitad (de 600.000 a 300.000 millones de euros)  o intentar incrementar los ingreso del Estado para recuperar un cierto equilibrio. O mirar hacia atrás, para los ajustes de cuenta, o caminar hacia adelante con la pesada mochila a la espalda. Pero transcurrido unos días, ya era notorio que el déficit oficial del 6,6% que Zapatero dejaba en herencia era una mentira tan burda, que delata la complicidad de unos y otros, dentro y fuera de nuestras fronteras. El déficit que “hereda” el gobierno del Partido Popular supera con creces el 15% y hace inviable cualquier política basta en el recorte de gastos.

El dilema en 2012, para cualquier ciudadano de bien en España, es decidir si asume pagar muchos más impuestos por menos servicios, para tapar el gran agujero que le dejan Zapatero y sus cómplices, o si valida la intervención social, política y económica de la Soberanía Nacional. No era una decisión fácil de tomar.

Pero lo imprevisible en 2010 y 2010 fue lo que ocurrió cuando Mariano Rajoy tomó la decisión de no rendir nuestra Soberanía a potencias que no pueden ser calificadas de amigas.  Diferentes grupos de presión y poderes fácticos huérfanos de cualquier legitimidad democrática se conjuran para torpedear y sabotear aun más la acción de gobierno.

La situación actual es conocida por todos, y le ha valido a Rajoy un reconocimiento tardío en distintos foros internacionales. La proeza conseguida no supone, por supuesto, que la situación económica y personal de los españoles sea boyante, ni que se haya superado la crisis.  Solo que se salvaron una tras otras todas las pelotas de partido, y España consiguió el pequeño milagro de volverse a poner en pie y seguir siendo libre. El precio pagado ha sido muy alto. Lo más duro ha sido, sin duda, tener que financiar a unos nacionalistas sediciosos y traidores, responsables directos de provocar la crisis.

(c) Belge 14/12/2016