La política española es una calle angosta en la que se amontonan los bares de moda. Cada establecimiento intenta diferenciar su oferta y se pelea por ocupar el Espacio Público, pero la realidad objetiva es que todos ofrecen el mismo producto. Hasta ahora la calle se la repartían dos locales, uno de cada lado, pero la apertura de más negocios ha originado una nueva dinámica; , todos reclaman su derecho a tener su propia terraza.Podría definirse el concepto de política líquida como la tendencia nominalista a personalizar la carta, siendo el menú el mismo para todos. Sirva como ilustración una pequeña anécdota. En un reciente viaje a Viena fuimos a comer al Mercado Naschmarkt. Es un sitio muy concurrido y los hosteleros han adaptado su oferta a la demanda de sus visitantes. En menos de 50 metros, les sirven comida japonesa, italiana, tejana, tailandesa, alemana, argentina, turca…El turista puede elegir comer carne o pescado; pedir una ensalada llena de hojas, una hamburguesa con ketchup, un kebab, un pizza o un menú vegano. El problema que se plantea, en tan reducido espacio físico, es que los clientes viajan en grupo y tienen gustos dispares. Los distintos establecimientos, que no pueden tener en nómina tantos cocineros, han ideado una solución original. En lugar de competir desde los fogones, comparten las mesas de las terrazas, la carta y los camareros. En función de lo que cada comensal quiera comer, será atendido por el camarero de uno u otro restaurante. Cada uno factura lo suyo.El monopolio de la cocina en el Mercado Naschmarkt no es el primer caso de Cartel que se da en la economía, pero sirve para ilustrar una nueva tendencia en la democracia parlamentaria española: la personalización de la política. Al comensal de esa merienda de negro que es la política española actual, le empieza a dar igual que le ofrezcan carne guisada, pescado a la brasa, tofú o sushi. Una vez sentado a la mesa, llega el camarero y pregunta: ¿Qué van a votar los señores? Les da lo mismo votar a Podemos, a Ciudadanos o a Vox. Incluso las personas con el paladar más fino se han resignado a comer esa variopinta mezcla de aditivos, glutamatos, azúcares, grasas vegetales, soja transgénica y carnes de dudoso origen.Algunos voceros mediáticos e intelectuales menores atribuyen al político un poder de taumaturgia; silva y acuden las ovejas. Cada grupo de ovejas sigue a su político. La realidad, sin embargo, es mucho más prosaica. Todas esas criaturas forman parte de un único ejército lanar que obedece al ladrido de los perros y al silbido de los pastores. Son las ovejas de Panurge, el mítico personaje de Rabelais. Cuando el individuo abdica de su soberanía, renuncia a su sentido innato de la libertad, y deja de pertenecer a una comunidad, se convierte en un cordero rabioso enamorado de una oveja sarnosa. Monsieur Tout Le Monde, el “Mouton Enragé” tipo de la sociedad francesa de la posguerra, es ese “Ciudadano empoderado” que han entronado la Prensa española y las Redes Sociales.La política líquida ha llegado con el BIG DATA y el gran negocio del Controla Social, pero tiene mucho que ver con 40 años de adoctrinamiento ideológico en las escuelas, universidades y en los medios de comunicación. Sin ese sustrato previo de recelo y suspicacia, la lógica nihilista no habría prendido con tanta fuerza en la sociedad española. El odio al prójimo se oculta, larvado y latente, en muchas pautas económicas, actitudes políticas y reflejos sociales aparentemente inexplicable que siempre se acaban atribuyendo al salto generacional, al progreso material y a la evolución de las mentalidades. Ese esquema simplista lo mismo sirve de coartada para el botellón que de explicación para la ruina del pequeño comercio y de las pymes. Para ello, nada mejor que un palabro anglosajón que sustancie ese cambio. Si los “millenials” prefieren las cafeterías a los bares, ya no hay nay ningún mecanismo económico ni sociológico que describir y explicar. Del mismo modo, el “odio” que sienten por el taxista queda parapetado detrás de una aplicación informática que les presta el mismo servicio al mismo precio. Pero diferente es que en el bar, en el taxi o en la carnicería, entren a formar parte de una pequeña comunidad de clientes habituales a los que atiende un pequeño empresario, a que les sirvan esclavos anónimos en cafeterías, supermercados y vehículos con chófer. La única diferencia objetiva entre un taxi tradicional y un vehículo de transporte con chófer es el odio al prójimo. Es el mismo mecanismo que explica la ruina del pequeño comercio y el crecimiento de empresas de reparto como Glovo.Para pastorear a las ovejas, el político tiene que identificar el malestar, hacer un diagnóstico y ponerse al frente de la manifestación. Es el que guía. La paradoja de la política líquida es que por por fuerte que balen los borregos, no serán nunca mastines, ni se parecerá un rebaño de corderos y ovejas a una manada de lobos. La política líquida saca lo peor de un dulce animal pero no lo convierte en depredador.© BelgeP.D. Les moutons de Panurge es un pasaje literario muy conocido del Pantagruel de Rabelais. Entre las muchas andanzas de un pícaro que narra el autor galo, una de sus más conocidas es el encuentro con un naviro mercante. Panurgo se disputa con un comerciante, y para reconciliarse ofrece comprarle su mejor oveja a un precio elevado. El comerciante se burla de el por el precio excesivo que ha pagado pero Panurgo la lanza al agua y las otras ovejas se tiran al mar detrás de ella, arrastrando a los pastores que intentaban sujetarlas.El relato de Rabelais recuerda la moraleja del Flautista de Hamelín. Ese tipo de cuentos medievales, de estructura muy parecida, parecen estar inspirados en la figura de Pedro el Ermitaño, un monje demagogo que reclutó en toda Europa un ejército de pobres para la primera Cruzada. “Puesto que todos asentían a sus palabras, los reinos se vaciaron de sus gobernantes, las ciudades de sus pastores, los pueblos de sus habitantes. Los hombres, pero también los muchachos jóvenes e incluso gran número de mujeres, se pusieron en camino”.