La crisis de Grecia (2)

Arde Troya. Los ciudadanos de la vecina Grecia no están por la labor de dejarse pelar las barbas. Convocados a la huelga general por los dos principales sindicatos del país, se manifiestan en contra del Plan de Ajuste impuesto por Alemania y demás socios de la UE. Su protesta coincide con la presencia en Atenas de un equipo mancomunado de técnicos de la Comisión Europea, del BCE y del FMI, para auditar el estado de las cuentas griegas. La indignación ha cundido entre la población. “Los griegos sabemos que la situación económica es insostenible, pero estas medidas no son de recibo” explica un portavoz sindical. Creen que están siendo el chivo expiatorio de la crisis financiera, y que Grecia no ha hecho más trampas contables que las que antes hicieran países como Francia e Italia.

El No francés en el referendo sobre la Constitución de la UE en mayo de 2005 puso patas arriba toda la construcción europea. Un primer traspiés serio. La ampliación masiva al este, un año antes, y las presiones por admitir a Turquía, no sentaron bien en Francia. Desde entonces, la hoja de ruta hacia una mayor integración política del Viejo continente es un camino de obstáculos sembrado de minas. George Soros ha hecho un diagnóstico certero esta semana al sugerir que se ha confundido estos últimos años la precipitación con la velocidad. Cree que los problemas del Euro no acaban en Grecia. Todo lo contrario. Cualquier medida que se adopte para rescatar la economía del país heleno no será aplicable a países como España, Portugal o Italia. La implantación del euro fue un error desde el mismo momento en que los países miembros renunciaron a ceder su soberanía fiscal.

La política de los hechos consumados impuesta por Alemania está generando un sentimiento de hostilidad creciente entre las distintas poblaciones europeas que no acaban de ver ninguna de las ventajas reales de formar parte del club. Al contrario, empiezan a sufrir en sus carnes todos los inconvenientes. Incluso el gran tópico de que una moneda única favorece a las empresas, luego indirectamente a los ciudadanos, está quedando en entredicho en la medida en que se confirman las enormes dificultades por acceder a la financiación. Los menores costes y diferenciales de la deuda han resultado ser un espejismo. No es que no llueva a gusto de todos: cuando llueve, diluvia sin cesar, y cuando hay sequía, restricciones sin mesura.

El duro ajuste presupuestario y social en Grecia plantea un dilema moral y financiero de lo más interesante. Partiendo de la premisa que el planteamiento del gabinete de crisis de la UE es correcto y países como Grecia viven muy por encima de sus medios, ¿qué pasaría si sus ciudadanos aceptasen el remedio de caballo propuesto y, por arte de magia, se volvieran tan disciplinado o más austeros que los propios alemanes? En ausencia de un déficit crónico que justifique los beneficios de unos menores costes de financiación externa, ¿qué ventaja tendría formar parte del euro cediendo parcelas de soberanía? ¿No sería entonces mucho más interesante y rentable seguir el ejemplo de Suiza?

¿Han sido más las ventajas o los inconvenientes del euro? Los grandes financieros coinciden en estos momento en criticar “los errores” de la moneda única: ¿conspiración o coincidencia razonable? ¿Crees que países como España y Grecia deberían tener preparado un Plan B alternativo al euro? ¿Qué opinas de la siguiente paradoja del euro? Si los alemanes nos imponen que seamos aburridos suizos en lugar de felices Pigs ¿para qué necesitamos el euro? ¿Nos haría Grecia un favor a todos mostrando el camino de salida del euro?
Belge. Enero 2010
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