Pateras en el trasero


Hoy me apetecía escribir uno de esos análisis capaces de avergonzar a los algoritmos de la IA (pronúnciese siempre ía para parecer más culto). El eco mediático que emana de la visita del Rey de la República Española a su homólogo marroquí (nunca sé dónde poner el acento) habría merecido capítulo aparte en Las Crónicas del Marxismo Ordinario. 11 ministros desplazados para atender una llamada telefónica. Hay que quitarse el sombrero y saludar bajo al monarca. Está claro que, de esta, Pedro Sánchez entra a formar parte de las historietas de la Diplomacia Universal.
Las relaciones con Marruecos, siempre hostiles, parten de un equívoco. Fuimos invadidos y saqueados durante siglos por nuestros vecinos hasta que unos fieros caballeros decidieron poner pie en pared. No es precisamente España la que tirado hacia abajo. De modo que ni siquiera el breve episodio del protectorado catalán en Marruecos justifica nada.

Desde que EEUU removió en 1973 los obstáculos que impedían que la provincia del Sahara fuera colonizada por Marruecos, las relaciones diplomáticas siempre han sido malas y poco provechosas, excepto para trincones y sospechosos habituales. La diplomacia española, balanceando entre torpes y prepotentes, siempre temiendo pisarle los callos al Bigfoot americano, lo mismo da la pesca o el gas que las cuestiones ferroviarias. A consecuencia, el matón puritano no me molesta en buscar fórmulas nuevas para implementar sus (lamentables) estrategias geopolíticas. Y que no se le ocurra a ningún político español aderezar el mejunje americano con un poco de perejil, que se enfada. Te montan un circo, con sus elefantes blancos y sus tigres de papel, en menos que tarda un socialista en bajarse los pantalones cuando viaja a Marruecos.

P.D: Ni honra ni barcos, solo pateras cargadas con los deshechos sociales que Marruecos no quiere en sus calles
(c) Belge