La estafa es, según la Real Academia Española de la Lengua, el delito que consiste en provocar un perjuicio patrimonial a alguien mediante engaño y con ánimo de lucro. De modo que cuando un alto directivo de la banca de inversión JP Morgan dijo que el BITCOIN es una estafa no andaba muy desencaminado. Por descontado queda que el engaño radica en cómo se vende y no en lo que se vende. Como ocurre siempre, el relato que hacen los periodistas de las noticias financieras es una fuente inagotable de inspiración para el análisis económico de la realidad. En este caso, el hecho económico noticiable ha sido la venta de un piso en bitcoins.La vendedora de un Ático en Tarragona no conseguía encontrar, desde hace 5 años, un comprador que le pagará los más de 420.000 euros que pedía por su finca. El mercado inmobiliario catalán, minado por la desconfianza, no le daba los euros contantes y sonantes que reclamaba. El responsable de la inmobiliaria, gente lista, tuvo entonces una brillante idea. Si el Ático no “valía” 420.000 euros deflactados, era cuestión de probar a venderlo por 40 bitcoins de 2017. Finalmente, hubo trato por 38 bitcoins, según informaba la Prensa esta semana.Lo asombroso de este hecho económico, no es la noticia de la primera transacción inmobiliaria que se realiza mediante una criptomoneda, sino todas y cada una de las contradicciones en que incurren los medios de comunicación para construir su relato fantástico y sensacionalista. Simples tontos útiles, o mercenarios sin escrúpulos, los periodistas están ayudando a blanquear y distribuir entre los consumidores buena parte del os 17 millones de bitcoins que atesoran los Fondos Buitres, según los expertos del sector.Si vamos por parte en el análisis, lo primero que llama la atención es que los mismos periodistas y medios que han estado 10 años argumentando que la cláusula suelo no era transparente, y que los notarios no daban las suficientes explicaciones, pasan por alto que el la principal característica del bitcoin no es su precio, sino su completa y absoluta falta de liquidez. La principal razón por la que el comprador aceptaba paga, a priori,r 40 bitcoins por un piso en Tarragona es porque no conseguía que le dieran 17.000 dólares por cada uno de ellos. Se encontraba en la misma situación que la vendedora. Llegó a tener, en teoría, más de 700.000 dólares, pero el mercado no le daba liquidez. Cuando la cotización del BITCOIN bajó en mit paysafecard en pocos días de los 13.000 dólares, esos 40 bitcoins valían 420.000 euros, pero nadie se los daba. ¿Cabe mayor desgracia?Lo segundo que llama la atención, en este relato informativo, es que los periodistas no pregunten al notario si ha informado correctamente a su clienta de todos los problemas financieros y fiscales a los que se va a enfrentar cuando Hacienda le exija que tribute por unos bitcoins cobrados que no consiga liquidar. ¿Proclamará entonces que ha sido damnificada y que el Estado debió protegerla? ¿Acudirá algún lobby catalanista al Tribunal de Estrasburgo?En tercer lugar, es muy sorprendente que los medios no quieran conocer la historia personal de un afortunado inversor o especulador que apuesta 50 euros en 2010 y acaba comprándose un Ferrari o un piso de lujo, cuando se pasan toda la Navidad acampados en las Administraciones de Lotería para cazar a los compradores de los décimos premiados y conocer de primera mano sus vivencias y sueños.El hecho económico noticiable no es el trueque de un ático de lujo por un puñado de criptomonedas, sino el estado de Deflación que impide que el mercado inmobiliario y el mercado financiero sean capaces de dar liquidez a determinadas operaciones comerciales. El hecho noticiable es la ausencia de mercado que empuja al comprador y al vendedor a asumir todos los riesgos de un trueque sin ninguna garantía. La vendedora quiere “liquidar” su finca y el comprador quieren “materializar” su fortuna “como sea”. La pregunta pertinente que los periodistas no formulan es: ¿cobran el agente inmobiliario y el notario su legítima comisión en bitcoins?© Belge