Operación Jauja


Veo que los pocos analistas decentes que quedan en España no están demasiado inspirados, así que me toca salir a la palestra. Como humorista de guardia, debo confesar mi admiración por Pepa Pig, el genial fugado de la política española. Allí donde Artur Mas se puso de perfil, él saltó al ruedo con un trapo para torear a toda la justicia europea.
Ahora, en esta España indescriptible y arruinada, lo ha vuelto a hacer: ha vuelto a sacar otro esperpento de la chistera. La Operación Jauja, con traca final en las carreteras, era cosa seria. Dicen las mentes más lúcidas que el CNI contrató al guionista de Vaya Semanita para organizarla, pero seguro que es una broma. En cambio, lo que es casi seguro por obvio y transparente es que Pedro Sánchez pactó directamente con Pepa Pig (En clave: Mortadelo y Puigdemont) que pudiera dar un discurso a las puertas del Parlament a cambio de no reventar con su presencia la sesión de Investidura de Illa. “Vienes, montas el número, das tu discurso, y te vuelves a Waterloo sin que nadie te detenga”.
En cualquier otro país, de esos que llaman pomposamente democráticos, una jauría de periodistas verdaderos se habría lanzado a seguir el rastro para intentar cobrarse la pieza. Aquí, se han dedicado a ayudar al Presidente. Su función, como disidencia controlada, es distraer, desviar la atención, desenfocar el debate o el análisis. Malos toreros reconvertidos en peones de brega, que fingen escandalo por la actuación de los Mossos y pasan por alto la tremenda evidencia de un ejercicio de prevaricación superlativo. Las principales instituciones del Estado, con el presunto jefe de gobierno a la cabeza, han prevaricado a la vista de todos y han osado televisarlo, como si fuera una disciplina más de los JJOO. No estoy muy seguro de ello, porque no soy experto en el tema, pero creo que los disparos televisados de Tejero al techo del Congreso fueron menos impúdicos.