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Las opciones
¿Echamos un polvo? (1)
¿Echamos un polvo? (1ª Parte)
Está claro que los lectores habrán caído en la cuenta de que no se trata del ejercicio de relación carnal, sino de otra importantísima operación, igual o casi igual de satisfactoria para entre ambas partes,
que era la de inspirar el tabaco convertido en polvo, el rapé, en grata compañía. Que era una ceremonia caballeresca entre uno y otro caballeros (dador y tomador) desde los siglos XVII al XIX, más o menos. A modo de análisis exculpatorio, examino lo que muy sesudos escribidores han pontifi cado sobre el tema, intentando explicar por qué el echar un polvo -de rapé- se entiende de manera
tan maliciosa.
¿Echamos un polvo? (2)
¿Echamos un polvo? (2ª Parte)
Sea la que sea, la vía, por donde se ha colado la frase en su acepción maliciosa, interviene en gran medida el falso pudor, timidez o falsa vergüenza, que tenemos en usar las palabras claras respecto a los elementos fisiológico-sexuales y a las opciones que determinan su uso. De esa forma, decimos pipí, popó, para denominar una gestión
que todos sabemos se llama de otra forma. Y no pasemos a los términos con que todos camuflamos otras gestas; incluso existen
los regionalismos. De esta forma, podemos considerar polvo como un lexema y, ahora cuando se pronuncia, todos entienden lo que
quieren entender y punto.