Beneficios colaterales de la Guerra de Libia

El algodón no engaña. Tras el mortífero atentado del 11-S, EEUU entró en guerra. Contando el conflicto de baja intensidad en Palestina, son ya cuatro los frentes abiertos en el mundo árabe por una coalición militar internacional al mando del ejército americano. Pero la pistola humeante no hay que buscarla en sede diplomática alguna, sino en los propios mercados financieros. El oro, la plata y el petróleo se han revalorizado un promedio de 20% en los últimos de 10 años. “Casualmente” es una magnitud equivalente al crecimiento de la masa monetaria denominada en dólares en todo el mundo en un periodo de tiempo que se ha caracterizado por tipos de interés marcadamente bajos. O mejor dicho: por tipos reales “negativos”. Los distintos activos que componen las cestas del mercado de materias primas tienen un denominador común: su escasa plasticidad. Particulares y pequeños inversores son meros convidados de piedra en un mercado intervenido, controlado y manipulado. A diferencia de lo que ocurría hace un siglo, los ciudadanos ya no sienten la tentación de atesorar oro en casa. El imperio del “papel moneda” es ya absoluto. Es siempre interesante recordarlo, porque ya no es visible el hilván de la intervención. Una de las primeras medidas legales que adoptó la República en España, fue prohibir la compra y tenencia de oro por parte de los particulares. Compartía obsesión con regímenes tan diferentes como los de Alemania o la URSS. Está la vieja idea de Lénin de que al comunismo se llega por el papel moneda. El origen de esta “política monetaria” se encuentra, tras la Revolución de Octubre, en la violenta “expropiación” de los recursos agrícolas. Los campesinos rusos debían entregar su producción de cereales, a cambio de “papel” sin valor. Un siglo después, las causas de las revueltas populares en el mundo árabe son las mismas que las que provocaron la Primera Guerra Mundial en Europa. Sátrapas de quita y pon justifican el “derecho de injerencia humanitaria” y la suspensión temporal del orden moral internacional. El pretexto es siempre implantar la democracia en Oriente Próximo, pero la realidad es que cada vez que se han celebrado elecciones no tuteladas, han triunfado opciones islámicas poco democráticas y nada occidentales. El humanitarismo ha resultado ser siempre un caballo de Troya para que el pensamiento militar ocupe el espacio público reservado a la soberanía popular e imponga su lógica económica y sus tiempos. Al margen del debate ético, la guerra genera tasas de inflación duradera y es sobre todo una transferencia neta de rentas. De los muertos a los vivos y de los perdedores a los vencedores. Muertos y perdedores son siempre los últimos en enterarse de su nueva condición de zombies. Gastan menos para pagar más impuestos, y entregan sin oposición el poder adquisitivo ahorrado durante años.

Belge. 22 Marzo 2011
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