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¿Cuántos coches caben en Madrid?


La respuesta no cabe en la pregunta. Son tantas las circunstancias que gravitan alrededor del coche que para contestar cualquier duda legítima habría que integrar un número de ecuaciones muy variable. La contaminación sea, tal vez, el menor problema o el último de la lista.

Un coche  ocupa una superficie útil entre 5 y 10 m2 en función de los modelos,  pero necesita un mínimo de 30 m2 para maniobrar y aparcar.  De modo que el aspecto más sencillo de la cuestión se resuelve con reglas elementales.  En 1000 km2 de desarrollo urbano optimizado caben un máximo de 33 millones de coches aparcados.

Un problema más complejo es determinar cuantos coches pueden circular en 1000 km2 urbanizados de un modo científico y racional.  Simplificando el mapa, con manzanas de 30 x 30 metros y aceras de 1 metro, las calles tendrían 10 metros de anchas incluida una franja para aparcar el vehículo en cada sentido.  Es decir: 1520 calles de algo más de 30 km de recorrido ocupan aproximadamente  una superficie útil de 500 km2, el 50% de los 1000 km2 totales, para una población de 33 millones de habitantes.

Para los clásicos nacidos antes de mayo del 68 es una obviedad que el coche es el mayor enemigo de la libertad política del ser humano.  Un coche es un preservativo moral y económico. De modo que su conclusión para el problema expuesto sería del tipo siguiente: una ciudad de 30 millones de habitantes con 30 millones de coches sería un campo de concentración con leyes militares y un régimen político y jurídico totalitario en el que los ciudadanos tendrían que pedir permiso con antelación para ir a mear.

Los nacidos a partir de los años 70, por lo contrario,  creen que  la circulación de 30 millones de coches en una red de 48.000 km es solo un problema logístico que se puede resolver con la ayuda de algoritmos informáticos y modificando el sistema jurídico que determina la tenencia y uso de los vehículos.  Ordenar el tráfico es ordenar las cabezas y determinar cómo, dónde y cuando debe desplazarse cada coche, en función de parámetros y circunstancias externas como puedan ser los vientos dominantes o la permanencia de un anticiclón.

Sobre el papel, todos los coches que caben en Madrid  – unos 33 millones de unidades – ocuparían 100.000 km de calles y carreteras, el doble de la superficie disponible, si fueran capaces de circular de un modo perfecto. Pero en el mismo momento en que un solo conductor tocara el freno o detuviera su vehículo por avería o falta de combustible, se necesitarían como mínimo 4 veces la ciudad de Madrid para que pudieran desplazarse algún coche.

La moraleja del cuento es interesante: si cada vez que un conductor quiere aparcar su coche acaba provocando un atasco diferido, con N millones de vehículos saturando la superficie disponible, todos los coches deberían permanecer siempre en movimiento, disparando así todos los niveles de contaminación del aire por encima de cualquier nivel de alerta sanitaria.  Y mientras no se invente el movimiento perpetuo, el bajo rendimiento energético de los motores seguirá disparando el déficit energético de las ciudades y arruinando su economía.

 

 

Hércules Poirot y el Misterio del Kebab


Entonces Hércules Poirot se rascó la cabeza y se puso a pensar.  ¿La hamburguesa mejor con una hoja de lechuga  y tomate o con aros de cebolla caramelizada?  La sagaz crónica del corresponsal de Prensa en Berlín, tiritando de frío en la calle esperando el “directo”, no despejaba la duda.  El camionero polaco llegó pronto a Berlín, a las 3 de la tarde, y aparcó su tráiler en una calle para ir a comerse un kebab o una hamburguesa con la que alimentar su cuerpo de 120 kilos de peso.

Mala suerte la suya, la verdad.  Los alemanes son tan organizados y metódicos que se cumple el dicho francés: “avant l’heure, c’est pas l’heure; après l’heure, c’est plus l’heure”.   En España, le habrían echado una mano para descargar el camión, pero en Berlín le tocaba aparcar e irse a buscar un kebab casi a las 4 de la tarde.  Y vaya si lo encontró. El local en cuestión era un nido de yihadistas ansiosos por cometer un atentado con camión.  Debían Llevar 2 o 3 semanas esperando a que parara un camionero, así que no era plan de ponerse quisquillosos porque fuera una auténtica mole humana.

La cosa debió ocurrir así: aprovechando que saboreaba su hamburguesa con tomate o con cebolla – la autopsia lo dirá – el enclenque sospechoso tunecino le metió una verdadera tunda y se hizo con el control del camión.  Eso sí, mientras le hacía su llave favorita de kárate, se le cayó la cartera con el carnet de conducir, el permiso de residencia y la visa oro.  Una jodienda, pero nadie es perfecto.

A Hércules Poirot no le quedaba muy claro si el Yihadista que atropelló y asesinó con el camión a 13 viandantes  tenía el dinero en efectivo, el pasaporte, la pistola y el billete de tren en el otro bolsillo, o fue a recoger sus pertenencias al local de los kebabs antes de huir a Italia donde le aguardaba su destino. Esperaba ansioso la próxima crónica de su corresponsal favorito para escuchar algún nuevo detalle que le sacar de dudas.

Alfalfa para el pueblo


Queda inaugurada una nueva sección:  alfalfa para el Pueblo.  Venía dándole vuelta a la noticia que nos llega de EEUU. Andan tan preocupados por demostrar que el Hombre pisó la Luna en 1969 que están dispuestos a gastarse una fortuna en dólares de la Fed para mandar una Sonda que certifique los supuestos hechos.  Y es que con la película  de la llegada del Hombre a la Luna el 21 de julio de 1969 pasa como con las primeras cintas de ciencia ficción: envejecen muy mal y los efectos especiales producen risa.  La poderosa Industria de Contenidos americana lo tuvo casi todo en cuenta, salvo  el paso del tiempo.  La enorme evolución tecnológica de los últimos 50 años hace imposible de creer que los ingenieros de los años 60 tuvieran los medios técnicos para poner un ser humano sobre la Luna y regresarlo sano y salvo a la Tierra.

Hace poco tiempo, se ha desclasificado que los Servicios Secretos soviéticos se tomaron a chirigota la supuesta hazaña de la Nasa. Les vino bien para poner fin la Carrera Espacial y a la ruinosa obligación de comunicar a la Opinión Pública todos los avances y fracasos.  Es una prueba circunstancial más a añadir a una lista de sucesos que encabeza el oportuno incendio que destruyó las supuestas imágenes originales. Es bastante evidente que, con las técnicas actuales, su “veracidad” habría quedado contrastada en 10 minutos.

Tras el 21 de julio de 1969, que inaugura la Era de la Propaganda, a la Opinión Pública mundial le han contado muchas verdades y le han mostrado muchas imágenes.  Alfalfa para el Pueblo.  Con la invento y desarrollo comercial de Internet, se ha potenciado la capacidad para influir en su estado de ánimo, en su percepción de la realidad y en sus creencias.   El 50% de la población humana y animal ya vive en un entorno “concentracionario”, alienado en el sentido de la Teoría Marxista.  La peli Matrix ha popularizado la imagen de ese universo mental paralelo, post industrial  y cibernético,  pero la cruda realidad histórica es mucho más siniestra.

(c) Belge