Archivos de la categoría OPAS a la Catalana

Cuerpo a tierra, que vienen los míos


 

La burguesía catalana ha cometido un error de cálculo. Pensó que el Euro le abría de par en par un mercado sin límite y multiplicaba sus comisiones, y no advirtió que tenía más por perder que por ganar. El provechoso principio de ordinalidad, que la Constitución del 78 le ha garantizado, de facto, durante décadas, no tiene curso en una Unión Monetaria monitorizada desde Alemania por el Bundesbank. El beneficio económico excepcional que extraía de los arbitrajes en un Régimen Autonómico Asimétrico, por su peso político y circunstancias históricas, lo pierde al adoptarse el Euro y tener que competir en igualdad de condiciones con otras regiones de la UE. Desde el año 2002, el déficit comercial de las empresas catalanas se ha disparando, al no conseguir que el superávit con las demás regiones españolas compense el creciente déficit con el exterior.

Con la investidura de Zapatero, el catalanismo eligió subordinar toda la economía española al servicio de las empresas catalanas. Destruyó la Construcción en toda España, con la ayuda de activistas políticos como Ada Colau, para impedir la dura competencia que suponían buenos salarios  regulados por los Convenios de ese Sector.  Inventaba, a través de las páginas amigas de El País, el término “mileurista” para denostar las 14 pagas de 1.000 euros netos que ganaban los jóvenes licenciados al incorporarse al mercado laboral.  Como había pleno empleo, no hablaban tanto de  la “Generación Tapón”  como del agravio insoportable de cobrar menos dinero que los albañiles.

El catalanismo político, mediático y social, que emana del tejido empresarial y financiero catalán, se empleó a fondo entre 2002 y 2012 para supeditar la economía de las demás regiones a sus propios intereses, sin entender nunca que por ese camino hipotecaba al conjunto de la economía española en la Unión Monetaria. La triste suerte del pletórico sistema financiero español demuestra hasta qué punto erraron el cálculo. Provocaron que se descapitalizaran bancos y cajas sin obtener ningún beneficio.

Dilapidada en 2012 cualquier esperanza de ventaja económica o comercial, el catalanismo dobló su loca apuesta política. En un vídeo de 2012, que circula con profusión estos días por las RRSS, se puede escuchar como los santones de la izquierda republicana catalana y española se conjuran para dinamitar la estabilidad política y económica que brinda la Constitución del 78. No hay lugar a benévolas interpretaciones o dudas razonables. Cuando las hemerotecas se conjugan con el tiempo que transcurre, el veredicto de los análisis es implacable.

El error de cálculo que ha cometido la burguesía catalana es tan patente como que La Caixa ha tenido que salir por patas de Barcelona para evitar la justa ira de los depositantes españoles. A su modo, es un perfecto resumen del análisis anterior. Al acrecentar Berlín su poder en la Unión Monetaria, con la impagable ayuda de los nacionalistas en España, ha conseguido imponer a toda Europa un modelo de regulación financiera que instrumenta el temor de los ahorradores a la insolvencia y a las corridas bancarias. La toda poderosa entidad Catalana no es inmune a esos  miedos que provocaron la intervención del Banco Popular el pasado 6 de junio.

Al dar pie al 1-0, tras 5 años de amenazas, la burguesía catalana ha vuelto a cometer el mismo error de cálculo que le llevó el 5 de octubre de 1934 a apoyar  el loco proyecto de Huelga Revolucionaria. Ha sido completamente desarbolada por los radicales. Y, al igual que en 1934 se encomendaba a Juan March, hoy le pide a Albert Rivera y Pancho Sánchez que medien para que el gobierne aplique el art 155 de la Constitución, fulmine al Govern y convoque elecciones autonómicas. Si no fuera tan dañina, como cantaba Joan Manuel Serrat, la patética  y provinciana burguesía catalana produciría risa.

© Belge

P.D.  Lo que va a ocurrir en las horas, semanas, y meses, es inevitable y da pie a otro análisis.

¿Trae la Independencia una guerra civil a Cataluña?


El Desafío Soberanista, en marcha en Cataluña, es el enésimo episodio de las Guerras Carlistas. No ha pasado a mayores, de momento, porque ni a Francia ni a Alemania, ni al Reino Unido les interesa desestabilizar la región. De EEUU hablaremos otro día, tal vez cuando toque analizar sus extrañas estrategias geopolíticas en todo el Mediterráneo.

Leído en la Prensa una especie de análisis comentado del último informe de Convivencia Cívica Catalana sobre el coste que tendría para los pensionistas la Independencia y la ruptura de la Caja Única de la Seguridad Social, no me queda más remedio que analizar y publicar el que sería el escenario más probable. Tan predecible es, que cuesta imaginar un escenario alternativo.

La ruptura unilateral de la Caja Única, sin tiritas, supone la ruptura traumática del principio solidario de reparto. No se trata de una separación en el que un juez fije una pensión compensatoria para la mujer (economía catalana) y los desvalidos niños (jubilados).  De entrada, es un divorcio a hostias en el que los corruptos políticos y empresarios catalanistas se niegan a pagar sus deudas.  De hecho, ya han manifestado en ese sentido, y con total claridad, que no piensan reconocer y hacerse cargo de su parte (el 33% aproximadamente) del billón de euros de la Deuda Pública Global que suman Empresas, Familias y Administraciones.

La quiebra del criterio de reparto solidario llevaría a la nueva Hacienda Catalana a tener que hacer frente al pago de casi 2 millones de pensiones, con un desembolso cercano a los 30.000 millones de euros al año, y a España a tener que respaldar la totalidad de su Deuda. La consecuencia inmediata es que centenares de miles de pensionistas catalanes y ciudadanos intentarían cruzar la frontera y regresar a sus pueblos de origen, haciéndose pasar por españoles y votantes del PP de toda la vida. En buena lógica,  España no podría asumir ese esfuerzo y tendría que blindar la nueva  frontera.

La crisis humanitaria en territorio catalán tendría, a su vez, tres consecuencias más o menos directas. La primera sería una brutal caída de los ingresos turísticos reales (50.000 millones de euros de facturación) y del empleo; la segunda, traería el hambre y el racionamiento alimentario en Barcelona; la tercera sería el estallido de violentas revueltas entre facciones del independentismo, por un lado,  y un conflicto armado entre catalanes nacionalistas y catalanes españoles, por el otro.

El razonamiento que hacen los corruptos políticos catalanes, tanto los independentistas de baja intensidad como los radicales más significados, es erróneo por cuanto cuando postulan que el caos llevaría a las potencias vecinas a intervenir para separar a los contendientes y poner paz. Nunca en Europa ha ocurrido tal cosa, y los “mentes pensantes” del catalanismo no deberían contar la merienda ajena.  Nadie renuncia a sacar ventaja  primero y pescar en río revuelto.  Sobran ejemplos en la Historia reciente del Viejo Continente.

Los catalanistas Unitaristas no renuncian a alimentar el debate nacionalista con argumentos torticeros y tóxicos. No renuncian a sacar ventaja del pulso que se está librando y a conseguir un rédito de privilegios que les permita vivir del cuento durante los próximos 20 años.  Basta escuchar las primeras declaraciones políticas de los chicos de Ciudadanos, con Albert Rivera a la cabeza, para tener una idea clara de sus prioridades estratégicas.  “Vender” a la Opinión Pública que las pensiones públicas en Cataluña solo bajarían 144 euros al mes es tanto como blanquear y secundar toda la estrategia de Pujol y de los empresarios que patrocinan la aventura.

© Belge 28/11/2016

Historia financiera de las Autopistas. Capítulo VI


La falacia del seguro de cambio

En este caso, la demostración corre a cargo del Sr Manuel Conthe. Aún sin ser santo de mi devoción, en este caso lo clava. Su exposición es magnífica y clarificadora. El texto original lo publica en 2008 en Expansión, con título tan preciso como evocador.

La falacia del seguro de cambio   De acuerdo con el mecanismo del “seguro de cambio”, establecido a principios de los años 70 para estimular la construcción privada de autopistas, las concesionarias, llegado el momento de pagar los intereses o la amortización de sus préstamos en divisas, compran las divisas al Banco de España al mismo tipo de cambio que obtuvieron cuando, años atrás, cambiaron a pesetas la divisa procedente de los préstamos (así, si la empresa se endeudó en francos suizos cuanto esa moneda valía 60 pesetas, cuando tenga que devolverlos se los comprará al Banco de España a ese precio, incluso aunque coticen ya a 100 pesetas).

El “seguro de cambio” ha permitido, pues, a las autopistas obtener financiación en pesetas a los tipos de interés propios de monedas extranjeras (franco suizo, yen, marco alemán…), teniendo efecto similar al de una generosa subvención de tipos de interés; y ha resultado, lógicamente, oneroso para el Estado, que pecha con la diferencia entre el tipo de cambio garantizado y el de mercado (las 40 pesetas de diferencia en el ejemplo).

Algunas autopistas argüían, sin embargo, que el “seguro de cambio,” lejos de ser oneroso, ¡era ventajoso para el Estado!. Razonaban así: cuando un autopista se endeuda en el extranjero – digamos, en francos suizos, a 5 años-, entrega al Banco de España las divisas y éste le da a cambio pesetas al tipo de cambio vigente. El Banco dispondrá de esos francos suizos durante 5 años, y, si los rentabiliza adecuadamente, obtendrá unos intereses que engrosarán sus beneficios. Cuando, transcurridos los 5 años, la autopista pida al Banco los francos suizos precisos para amortizar el préstamo, lo lógico es que se los devuelva al tipo de cambio original. ¡Faltaría más! ¡Encima que ha percibido sus intereses durante 5 años!

¿Dónde está la falacia? Veamos. Si, una vez que la autopista ha convertido a pesetas su préstamo el Banco de España deseara mantener rigurosamente fija su base monetaria, deberá compensar (“esterilizar”) la entrada de capital. Eso le supondrá un coste financiero: bien menores ingresos, si reduce su volumen de préstamos, bien mayores gastos financieros, si emite pasivos. Pero el coste de ese drenaje monetario tenderá a compensarse con los intereses y las plusvalías cambiarias que el Banco obtendrá de las divisas que recibió de la autopista. La operación será, pues, financieramente neutra para el Banco. Si, bajo esas hipótesis, el Estado reconoce a la autopista un “seguro de cambio”, dejará de percibir las plusvalías cambiarias que compensan el diferencial de intereses entre la peseta y el franco suizo: la operación dejará de ser financieramente neutra y perjudicará al Estado. Si el Banco, por el contrario, permite que su base monetaria en pesetas crezca como consecuencia del préstamo en divisas (es decir, no “esteriliza” la entrada de capital), no soportará ningún coste de drenaje y, en efecto, sus ingresos aumentarán gracias a las divisas recibidas. Ahora bien, con el seguro de cambio el Banco conservará sólo los intereses de las divisas y cederá las plusvalías cambiarias a las autopistas: la operación no arrojará pérdidas, pero producirá menos beneficios.”  (enlace directo:  http://www.expansion.com/blogs/conthe/2008/07/31/e-43-senoreaje.HTML)

En las cuentas anuales de Acesa en el 1987, año en que salió a Bolsa si mal no recuerdo, se relataba con todo lujo de detalle lo del seguro de cambio. Era todo un reclamo para el inversor, al que se le venia a decir:  tranquilo que tu dividendo lo paga papa estado.  De aquel hilo empecé a investigar el entramado de la historia. Claro que la oligarquía ya había mamado mucho desde el 1967 y había que dejar que otros entraran a la moda del capitalismo popular (OPV`s). Eso sí Isidro Fainé, que también paso por Bankunión, aprovecho para que la Caixa sacara tajada.

(c) Sawalhas

Historia Financiera de las Autopistas. Capítulo 5. Bankunión.


El canto suelto que rueda nunca es traidor: todas las piedras hacen pared.  Hemos visto en el capítulo anterior que las anomalías contables en la gestión de las autopistas empiezan a aflorar cuando el Fondo de Garantía de Depósitos es llamado de urgencia a concurrir en el reflotamiento de Bankunión, un banco industrial recién creado en Barcelona y en el que se sienta lo más granado y tecnocrático de la sociedad de años 60.

El Canto del Cisne de la Banca Industrial

“La historia de la crisis de Bankunión, segundo banco industrial tras el Urquijo, podría enmarcarse en lo que ha sido la evolución del sistema financiero español en el último lustro, con el cambio de sus estructuras convencionales, directamente heredadas del período autárquico, mediante la supresión del status quo bancario y la autorización para crear nuevos bancos y sucursales, la práctica equiparación entre banca industrial y comercial, la regionalización de las inversiones de las cajas de ahorro, y la complicada absorción del antiguo Banco de Gredos, han sido las causas fundamentales que llevaron a Bankunión a ser vendido a uno de los grandes de la banca nacional como única medida para garantizar, su futuro.

Bankunión se constituyó el 25 de octubre de 1963 en Barcelona, al amparo de la legislación que protegía la creación de bancos industriales. En su fundación tuvo una participación muy destacada la gestión personal de José Ferrer Bonsoms, que fue presidente de la entidad hasta 1980, en que fue relevado por Manuel Azpilicueta.Junto a José Ferrer siempre figuró Pablo Bofill de Quadras, otro catalán avezado en el mundo financiero y reputado de pertenecer a la Obra iniciada por monseñor Escrivá de Balaguer, estando ambos bajo el amparo de la Fundación General Mediterránea. Entre ellos consiguieron animar a un número importente de industriales españoles, más de cuatrocientos, según la primera memoria entidad entidad, en el proyecto de constitución de una entidad bancaria que representase la unión de industriales bancarios, de donde incluso partió el nombre originario de Bankunión, Unión Industrial Bancaria.

Sobre estas bases inicia Bankunión su desarrollo. El pasivo se captaba fundamentalmente a través de las sucesivas emisiones de bonos de caja, la captación de depósitos entre el público estaba dificultada por las limitaciones de expansión a que estaba sometida la banca, en general, y la industrial, en particular. Estos bonos de caja tenían el carácter de computables para las inversiones de las cajas de ahorro que en poco tiempo se constituyeron, por esta vía, en las principales fuentes de financiación de los bancos industriales. Sigue leyendo Historia Financiera de las Autopistas. Capítulo 5. Bankunión.