Son muchas las definiciones de nazismo que no atinan a describir su naturaleza religiosa. No aciertan a diferenciarlo de regímenes marxistas y totalitarios porque han convertido el concepto mismo en una respuesta emocional que desactiva el análisis. La evolución de la ideología alemana, desde la proclama luterana, es un péndulo que oscila entre la más absoluta nada nihilista y el sueño etílico de la razón. Tal vez fuera el nazismo una borrachera de odio, pero el delirium tremens no es un rasgo circunstancial del alcoholismo. Es una patología social. Con una copa de más, el puritano dice gilipolleces; con dos, se envalentona y le pega a las mujeres; con tres,dispara a la gente por la calle.
En la Ciudad de Dios, San Agustín relata un hecho histórico bastante insólito. Era costumbre y derecho natural de los pueblos bárbaros en guerra destruir, saquear, violar y asesinar a los civiles que no huían a tiempo. Con el catolicismo, renuncian a esa lógica del Terror y empiezan a perdonar la vida a la población que se refugiaba a rezar en las iglesias. Ese dato, es el calibre que necesitamos para entender el concepto de nazismo.El historiador británico Max Hastings documenta hasta el mínimo detalle la política de crueldad institucional que los invasores alemanes inician en Lieja, frustrados por la heroica resistencia del ejército belga. En una carta publicada el 19 de agosto de 1914 en un periódico, un oficial alemán describe así la Lógica del Terror: “Tenemos que cañonear hasta arrasar cada ciudad y cada pueblo…Apresamos a los civiles, sobre todo las mujeres, los ejecutamos y dejamos el pueblo en llamas”. Pronto se corrió la voz y la “bestialidad alemana” en Bélgica ocupó los titulares de todos periódicos aliados. En 1945, en la famosa Batalla de las Ardenas, se repetirían las mismas escenas: los soldados alemanes encerraban a los niños y sus madres en los colegios y les prendían fuego.El nazismo o marxismo luterano es, por emplear una feliz expresión de Hélène Carrere d’Encause, el orden administrativo por el terror. Cuando el Miedo y la Sospecha nos alejan de los demás, nunca importa mucho si las vanguardias políticas gozan de legitimidad o respaldo democrático. Los intendentes del régimen aprovecharán cualquier situación de emergencia social para imponer su silente impostura sin la menor resistencia. Los revolucionarios del 17 de Octubre eran 4 gatos que permanecían escondidos en la retaguardia, y la militancia completa del Partido Socialista Obrero Alemán no superaba el aforo de una cervecería de Munich.Lo que define la esencia del nazismo es ese contraste preciso entre esas vanguardias gritonas, dispuestas a improvisar su guiñol en cualquier acera, y esa burocracia anónima que teje su dictadura en la sombra. Proclaman su odio a los socialistas y a los judíos, pero sus enemigos declarados son esos agricultores ucranianos a los que mataron de hambre, y esos católicos del Sur de Europa con los que llevan 500 años en guerra.El mapa político de Alemania en 1932 habla por sí solo:
Con las 12 campanadas de 2019, anunciaron que lo bueno había acabado. La Globalización, devenida Pandemia, es ese dulce caramelo con el que se han camelado a toda un generación. Alimentos abundantes por debajo de costes de producción, tiempo libre para viajar gratis a todo el mundo, sinecuras y dinero a tipos negativos…¿Quién no va a desear que vuelva “su” normalidad? Es poco precio si tienen que agachar las orejas. Los puritanos les prometen una “nueva normalidad” si aceptan su dictadura. Igual no es tan buena como la otra, en fin, pero seguirá siendo agradable y confortable. ¿O, tal vez, no lo sea?Aviso a navegantes. En la Viena imperial y cosmopolita, donde echó raíces el nazismo sociológico, en pleno corazón de la UE, el gobierno acaba de presentar un Proyecto de Ley para que la policía pueda montar redadas nocturnas para controlar a los ciudadanos en sus casas. Plenos poderes a la policía para cazar in fraganti a los peligrosos incumplidores de las medidas sanitarias que dicten los funcionarios del régimen. Podrán supervisar que los establecimientos comerciales identifican correctamente a sus clientes y que se pueda rastrear a cualquier que permanezca 15 minutos en un establecimiento de ocio o sitio público.© Belge
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