El pico de Pedro Sánchez a Pepa Pigdemont, en la euforia del momento, le va a costar el cargo. En España, se puede matar, robar, plagiar con total impunidad, y hasta llegar tarde a una cita, pero no comerle los morros a la Opinión Pública. A tenor de sus declaraciones, ya se ha dado cuenta de su error: esa boca no era suya. El Rey Felipe VI se lo ha hecho saber: Pedro, has ganado el Mundial pero has perdido las formas.
Al desempatar la investidura a favor de Alberto Nuñez Feijoo, la monarquía española ha abierto la Cuestión Real, como ya le ocurrió a Alfonso XIII. Ha caído en la trampa urdida por Pablo Iglesias para sacarla de su comodidad institucional. La elección de Armengol no tenía otro propósito que plasmar la evidencia de una mayoría alternativa.
Si la investidura de Feijoo resulta, finalmente, fallida, el daño a la institución será menor que si culmina con el apoyo tácito del PNV. El drama histórico no tiene vuelta atrás. Ni siquiera el éxito de una posterior moción de censura lograría impedir que la rápida erosión de la figura del Rey cohesione un frente republicano que exija la reforma de la constitución.
No importa lo que se va a votar en el Congreso en las próximos días: sólo lo que está en juego. O mejor dicho: lo que va a quedar fuera de juego. A Feijoo, al PNV y al Rey les interesa que se repitan las elecciones, pero no se van a arriesgar a que Pedro Sánchez saque adelante la investidura. Es de suponer que pactarán, con gran sigilo, posponer una moción de censura para provocar primero la caída de Sánchez.
El Rey pica el anzuelo y desempata la investidura
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