La primera referencia política a la cuestión de las Balanzas Fiscales entre regiones se remonta a la segunda legislatura de José María Aznar, tras ser elegido Rodríguez Zapatero Secretario General del Psoe con el apoyo del PSC y los editoriales de El Mundo. De memoria: los nacionalistas empezaron a relatar que Cataluña estaba siendo maltratada en términos de inversión pública en relación con el resto de Comunidades Autónomas. Para llevar el agua a su molino usaban una treta tan burda como medir la merma del volumen de inversiones tras la finalización de unos JJOO y una remodelación de Barcelona pagada exclusivamente por el conjunto de los españoles.
Es un concepto sencillo de entender: todos los recursos directos e indirectos del Estado destinados en los últimos 30 años a promocionar los JJOO del 92, a remodelar la zona portuaria, modernizar toda la ciudad de Barcelona, y construir el AVE para Cataluña suman tanto como el esfuerzo inversor común en el resto de regiones españolas. Por esa misma razón, el poderoso lobby catalanista se emplea a fondo desde el año 2001 y se inventa unos agravios con los que mantener bajo presión al gobierno central.La estrategia surtió efecto en buena medida y determinó que muchos Servicios de Estudios Económicos ligados a entidades financieras y organismos públicos se la cogieran con papel de fumar. Tal muestra de debilidad envalentonó a los matones intelectuales del nacionalismo, y las campañas fueron cada vez más agresivas hasta desembocar en el famoso “España nos roba”.Desde un punto de vista científico, solo hay dos criterios para analizar los flujos económicos entre distintas regiones y un método de trabajo común a otras ciencias sociales. Criterio de población o territorio bajo sendos enfoques sincrónicos y diacrónicos. El momento presente y la evolución. Y no es un capricho, puesto que el enfoque diacrónico desmonta de raíz toda la envenenada y perversa retórica nacionalistas. La diferencia entre las regiones se ha disparado de un modo constante en los últimos 50 años, transfiriéndose rentas y recursos de las CCAA más pobres hacia las más ricas. La cacareada solidaridad regional es un mito político bastante abyecto.En contra del criterio de su propio partido político, José Antonio Monago encargo y publico unas balanzas fiscales científicas. Un trabajo riguroso en el que aparecían todos los conceptos de la economía real y que sirve para evidenciar que regiones pobres como Extremadura, Castilla y Aragón son literalmente expoliadas en beneficio de Madrid, País Vasco y Cataluña. El resultado es aun más escandaloso si se mide la evolución de los últimos 150 años, triplicándose las diferencias de renta media entre ciudadanos extremeños, por un lado, y catalanes, vascos y navarros, por el otro.
En el mapa de España, coloreado en función de la renta media disponible declarada, resulta que el rojo carmesí (>48.000 euros) predomina en las principales áreas urbanas y configura pequeñas islas de riqueza en un mar de municipios azules (<12.000 euros).
Del Macizo Central hacia arriba, los colores azules y rojos son también indicativos de las diferencias de temperatura media entre zonas urbanas cálidas e iluminadas y zonas rurales frías y oscuras. El rojo oscuro sería referencia para 18 grados o más en pleno invierno, y el azul para termómetros por debajo de 0.Cuando los nuevos movimientos marxistas, de cuño bastante populista o radical, hablan de “pobreza energética” se refieren exclusivamente a un catalogo de seres urbanos cuyo voto esperan captar con una retórica demagógica. Nunca en los últimos 40 o 50 años se ha referido a aquellos ancianos de áreas montañosas que carecían de cualquier medio para afrontar los duros inviernos.Con el crecimiento económico, y el desarrollo de infraestructuras adecuadas (casas nuevas, carreteras, canalizaciones, subvenciones, etc) se han podido baremar las necesidades de un modo objetivo. Calentar a 18 grados una casa en la montaña leonesa o asturiana puede suponer una factura de 2000 euros al año. La mitad de ese dinero son gravámenes indirectos que pesan sobre los carburantes, de modo que podría decirse que el impuesto medio por habitante es de 500 euros al año.En la parte azul del mapa, con una renta media que ronda los 5.000 euros per cápita, los ciudadanos deben pagar un impuesto de 500 euros por el derecho a calentarse en invierno. En la parte roja del mapa, urbana, con una renta media per cápita superior a los 12.000 euros, los ciudadanos gozan de una temperatura de 18 grados de un modo gratuito. No deben pagar ningún impuesto ni realizar ningún gasto. En relación a la España Azul, la España Roja se ahorra 1.000 euros per cápita.No deja de ser llamativo que los nuevos movimientos falangistas, marxistas, nacionalistas y populistas levanten la voz de un modo amenazante para exigir el derecho de los urbanitas a obtener gratuitamente mas grados de comodidad. Ya no se conforman con los 18 grados ambientales. ¿Cómo se les va a privar del derecho a tener la casa a 26 grados en pleno invierno de manera totalmente gratuita? La factura irá a engordar la Deuda que luego pagarán los “tontitos” de la España Azul.El mismo ejemplo puede reproducirse, milimétricamente, con el agua y con el derecho a la electricidad. Cualquiera puede realizar un pequeño experimento y constatar que en una Ciudad se puede leer un libro sin dificultad, de noche, sin tener que dar a un interruptor ni pagar ni un solo céntimo. Gratis total.El problema no se le escapa ya a nadie, aunque los nuevos movimientos populistas se dediquen a generar debates confusos: las facturas de la España Roja, rica, codiciosa e insolidaria, no las está pagando nadie y acaban engordando la Deuda de todos los españoles.
La estadística de la OCDE es clarificadora. La media de horas trabajadas de los países con los salarios más bajos es más alta que la de los países más avanzados.España figura en mitad del ranking, con algo menos de 1700 horas por trabajador. Puede parece mucho, pero equivale a una carga de trabajo de 30.000 millones de horas. En Alemania, por comparación, la carga de trabajo nacional anula supera los 60.000 millones de horas productivas.El problema que plantea este tipo de estadísticas es un clásico. Si el empleado de un sector puntero (tecnología, investigación, informática, etc) le dedica 3.000 horas anuales a su profesión con un retorno bruto de 30.000 euros, tiene un coste por hora productiva 5 veces inferior al de su homólogo alemán.