Al hilo del debate que se ha abierto sobre la optimización del voto, es útil recordar lo que decíamos en febrero: “Una campaña electoral de perfil bajo, descafeinada por las vacaciones de Semana Santa, puentes festivos y romerías tradicionales en media España, tiene como principal objetivo forzar unas tablas en el Congreso que mantengan la herida abierta de cara a la noche del 26 de mayo y a la sentencia del Supremo por el 1-0, pero con un Senado favorable. A nadie se le escapa que la composición de la Cámara Alta del 26 de junio de 2016 resultó providencial para frenar el Golpe de Estado institucional y frenar reforma feudal de la Constitución por la puerta de atrás. La clave para entender lo que puede y no puede ocurrir el 28 de abril está en el análisis del voto estructural. Un pacto de facto entre PSOE y Podemos, que favorezca el voto útil en las provincias necesarias, deja a la Marca Unidos Podemos bastante debilitada en el conjunto de España, pero le permite al Psoe de Sánchez pasar de los 95-100 a los 115-120 diputados, hacerse con la mayoría absoluta en el Senado y construir un relato favorable de cara a las elecciones municipales y autonómicas. Aunque no sea un resultado suficiente para reeditar una mayoría de gobierno con sus actuales socios, le brinda a Pedro Sánchez y al Psoe una coartada política y moral para seguir gobernando en funciones con los Presupuestos de Mariano Rajoy y convocar unas nuevas elecciones a finales del mes de octubre de 2019. Y este será, con toda probabilidad, el momento en que saquen de la chistera el conejo de la reforma feudal y la necesidad de ir a unas elecciones constituyentes. La excusa electoral para ello es obvia: la única coalición que suma votos para gobernar la conforman PSOE, Ciudadanos y Podemos