Una idea loca. Propongo escribir una novela colectiva, interactiva, al ritmo pausado en que crece In Lucro.org La trama genérica es la propia Historia de España entre 1990 y 2016, un contexto que todos hemos vivido y experimentado. El principal personaje de la novela – indefinido – no tiene voz propia. Son otros los que aportan sus testimonios. Los usuarios del portal pueden crear o apadrinar un personaje con vida propia y protagonismo libre en la trama, intentando resistir el paso del tiempo y la fuerza del Destino. Al final, publicamos el libro.Para facilitar que la bola eche a rodar, en un canal paralelo – Novela en Construcción – aporto los primeros folios de la historia, presentando a las protagonistas.La participación es libre, en todo momento
A unas de sus mellizas la quiso llamar Estúpida, y a la otra, Codicia. Pero por un capricho del destino, la primera salió lista y calculadora, y la otra, algo ingenua. Fue su manera de vengarse por ver truncados sus sueños de Miss de provincia. Era su manera de vengarse de él. El parto fue largo y doloroso, y milímetro a milímetro se fue apoderando de ella un sentimiento de rabia hacía el malnacido de su novio que la había dejado preñada. Nunca le había querido, ni cuando le gustaba. Debió pensar que se había pasado la vida sin saber lo que le gustaba, lo que le convenía. Todo transcurre por azar hasta que tienes que elegir el nombre de un niño o del chucho.Se conocieron por error. Recordaba aquel día por el miedo que dominaba su cuerpo y por el mayor orgasmo que había experimentado en su vida. No sabía aún su nombre y le estaba bajando las bragas en ese lugar mugriento que apestaba a orina y vómito. Le había dicho: “Confía en mí, te puedo ayudar”. De la mano, firme y suave, entre la gente que corría, se sentía extrañamente segura. Llevaba tantas horas conteniendo las lágrimas en aquel aeropuerto frío de Moscú, que la sonrisa de aquel chico le transmitía una agradable sensación de paz. Al entrar en los servicios de mujeres, acercó sus labios sin decir nada y la besó. La sujetaba contra la pared con su propio cuerpo, y percibía que su perfume delicado y dulce le invitaba a dejarse ir. Antes de que la penetrara ya había perdido el control.
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Nunca formaría parte de un club que me admitiera como socio. Pero toda regla tiene su excepción.