El Teorema Tricheto (I)

El Teorema Tricheto


Cuando Gutemberg inventó la imprenta no se podía imaginar la que había liado. Fue sólo un paso más en la larga marcha hacia lo que Pierre Theilhard de Chardin definió como “noosfera”, la humanidad organizada como un todo. Desde entonces, como diría McLuhan, otro fósil imprescindible del pensamiento moderno, cada arreón político o tecnológico deja fuera de juego a la mayoría de los contemporáneos, sin distinción de raza, credo o posición social. Ha vuelto a ocurrir. La fe ciega en el monetarismo radical anglosajón ha alumbrado una de esas metamorfosis que describía el genial pensador canadiense: ha hecho nacer el homo economicus, programado genéticamente para extrapolar la lógica de la rentabilidad hasta sus últimas derivadas. Si no se entiende esto, difícilmente se podrá conocer el alcance de la crisis subprime.

En un mundo sin fronteras interiores, dos son las cosas que viajan más deprisa que la luz: el rumor y la lógica. A penas ha surgido una duda en los confines de un desierto, que ya carcome los cimientos contables del banco más solvente. Si es posible, es verdad; si es verdad, ya es demasiado tarde. Como sabe, por otra parte, cualquier especulador. El nuevo mundo vive de las expectativas que es capaz de generar y sostener. He ahí una extraña paradoja. Nada tan difícil de sostener como la expectativa que crece a la velocidad del rumor. Es el Teorema Tricheto. Su enunciado es el siguiente: si la suma de la Riqueza Fiduciaria (RF) de la economía mundial crece a una tasa mayor que la suma de la Riqueza Real (RR), solo es una cuestión de tiempo que supere un límite superior más allá del cual su valor desaparece.

La razón de esta paradoja es sencilla de entender. Siendo RR + RF = 1de manera lógica en un entorno económico homogéneo y global, RF tiende a crecer hasta 1, pero RR no se reduce a 0. Por debajo de un determinado umbral, RR tiende a ser constante. Eso es así, inevitablemente, porque el homo economicus dispone de las herramientas y de los conocimientos suficientes para intentar asegurarse un nivel mínimo de riqueza En consecuencia, cuando la ratio RF/RR alcanza determinada tensión máxima, la expectativa generada ya no puede sostenerse y deviene tan quebradiza como el propio cristal.

Un sencillo ejercicio de prestidigitación estadística permite ilustrar el Teorema Tricheto. Si suponemos que las necesidades básicas de la población mundial – como son la alimentación, la vestimenta, la vivienda y la cultura –absorben un tercio de toda la Riqueza Real, entonces es relativamente fácil comprobar que el crecimiento desbocado de la masa fiduciaria en su conjunto hasta triplicar o cuadruplicar los activos provocará una tensión financiera insostenible. Tiene razón el socialista francés Michel Rocard cuando culpa a los pobres de la crisis subprime: “Todo ocurre porque el apetito de ganancia de capital de las capas medias ha roto el sistema”. La salvación de los pobres no es de este mundo (económico).

La creación de riqueza fiduciaria, en un entorno homogéneo y global (la globalización), tiene unos límites evidentes. El corolario más claro de este amable teorema, es que traspasados esos límites el riesgo de crash crediticio deviene constante. El crecimiento sostenido de la masa monetaria desde la quiebra definitiva de Bretton Woods en 1973, con salarios y precios de materias primas estancados, ha disparado el apalancamiento fiduciario más allá de su límite. Basta entender que en tan solo 40 años de tiempo, un sencillo diferencial de crecimiento del 5% dispara esa ratio de 1:1 hasta 1:7. Suerte que existe la inflación para, en parte, enjugar los excesos.

La conclusión directa del Teorema es que la globalización es, en esencia, una dinámica absolutamente incompatible con el monetarismo. La generosa remuneración de toda la masa fiduciaria añade enteros al diferencial y equivale a la creación de falsa moneda abundante e impune, que acaba expulsando la verdadera. Porque ocurre que, como con el colesterol, hay una liquidez buena y otra mala. Con el pretexto de luchar contra la inflación y promover el ahorro, las subidas de tipos de interés solo sirven para apuntalar las rentas vitalicias nacidas de equilibrios preexistentes y casi siempre caducos. Potencian el colesterol malo, minando la credibilidad del sistema financiero. La política monetaria impulsada por la Reserva Federal y el BCE desde mayo de 2005 es la responsable del caos actual. El académico Bernanke se ha vuelto pragmático y ha corregido el tiro; Jean Claude Trichet sigue en sus trece.

(c) Belge.  Elsábado.es. 2007

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