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El Euro y la España de las Autonomías

 

Hay dudas históricas que revolotean durante años. Están ahí, en nuestras mentes, no conseguimos despejarla. Pero, un día, sin saber porqué, se posan. Lo que ayer era un claroscuro, hoy es luz. Han sido 20 años sin entender el motivo de las prisas de una región como Cataluña y de toda España  por formar parte de la Unión Monetaria desde el primer instante. Tendía a pensar que una ingenua mezcla de ilusión y codicia había precipitado sus pasos. A simple vista, la más elemental intuición económica apuntaba a que la estructura presupuestaria de la España de las Autonomías era incompatible con el lógico funcionamiento de una Unión Monetaria.  Pensaba que España no podría competir con el Euro e hice pública la necesidad de prevenir  las consecuencias patrimoniales de aquella situación. Acuñé la expresión: “defenderse del Euro”.

Lejos de aclarar el debate,  la gestión de Wim Duisemberg al frente del BCE añadía más confusión. La política del euro débil y la facilidad de crédito servían para impulsar las exportaciones y el crecimiento económico. ¿Quién iba a pensar que la Unión Monetaria echaría a andar por esos caminos tan poco ortodoxos?

El nombramiento de Jean Claude Trichet en julio de 2003 puso fin a esa pacífica transición de la Peseta al Euro, y ya se podía vislumbrar que la Cataluña empezaba a padecer los graves desequilibrios financieros y presupuestarios que se podían presuponer.  Una economía dopada directa e indirectamente con dinero público no tenía fácil seguir siendo “polo de desarrollo privilegiado” en una Unión Monetaria de regiones que compiten entre sí por un mismo mercado. No es lo mismo ser líder de Segunda División con favores arbitrales, que colista en Primera.  ¿Acaso creían que iban a seguir recibiendo ayudas de los árbitros alemanes?

La solución estaba escondida la vista.  La escuela constructivista de la Bauhaus demostró, con una serie de experimentos ingeniosos, que lo más evidente es lo último que se ve. Somos más o menos conscientes de los cambios cuando se producen de un modo brusco, pero el cerebro humano no registra pequeñas e insignificantes variaciones en el entorno.  El “truco político” consiste en “negar” la evidencia, presentando los pequeños cambios que se perciben  como algo insignificante e intrascendente. No hubo debate público, como tal, sobre la conveniencia de adoptar el Euro y, en aquellos momentos, nadie intentaba adivinar las consecuencias que iban a llegar en breve. La Opinión Pública nunca supo el poder que estaba entregando al BCE y al Bundesbank alemán.

¿Cómo explicar la decisión del 1 de junio de 1998 que fijaba la paridad del Euro en 166,386 pesetas?  La gente no llegó nunca a entender que esa “moneda única” implicaba una forma sutil de cobrarles un nuevo impuesto, porque nadie sospechaba de la mala fe por parte de las élites políticas, mediáticas  y empresariales. La información y los análisis prospectivos debieron circular por cenáculos restringidos, como demuestra la famosa salida de tono del ministro Rodrigo Rato, pidiendo parar el reloj de la Unión Monetaria, o los artículos de prensa que publicó el gobernador del Banco de España, Luis Ángel Rojo.

Las razones de unos y otros eran muy diferentes, e incluso opuestas.  Unos anhelaban el rigor presupuestario y la austeridad de los nórdicos y otros la cesión de una parcela de soberanía que debilitara el poder de España. El caso es que la cesión de soberanía monetaria, que insistían en vendernos como muy positiva para España por toda suerte de razones estrafalarias, no pudo implementarse sin un análisis pormenorizado de toda suerte de escenarios adversos. No se publicó nada. Nadie manifestó dudas, ni siquiera los nacionalistas, que se oponen por sistema a cualquier política que pueda resultar beneficiosa para España.  Todos fueron a una.

Si hacemos memoria, o consultamos las hemerotecas, podemos recordar  que es en 2001 cuando  Ezquerra Republicana de Catalunya y CIU lanzan la cuestión de las Balanzas Fiscales en España. Su argumento, dirigido a un gran público lego en la materia, es que Cataluña ha descendido puestos en la tabla clasificatoria de las 17 autonomías por culpa de Madrid, que desvía recursos para mantener a Extremadura y Andalucía. El debate sobre la solidaridad fiscal y los recursos detraídos de la economía catalana solapan el debate sobre el Euro. A tenor de todo lo que ha ocurrido en España en los últimos 20 años, cabe preguntarse si aquello fue una simple casualidad.

(C) Belge
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