Los paradigmas perdidos. El lotero de Ciempozuelos

Cosas de la Postguerra del Hambre, cuando en las mejores familias había más ovejas pardas que blancas. Me contaron en una ocasión el caso verídico de cierta persona que se hallaba en la ruina más absoluta. No había una mala perra gorda con la que lastrar el bolsillo, y en los ventisqueros del duro invierno se veía volar a la gente de menos peso. Es de suponer que por eso decía el refranero que el hambre da alas. El caso es que aquella crisis de liquidez era terreno abonado para la picaresca. Había que echarle mucha imaginación a la vida para llegar a final de mes y cumplir con los prestamistas del régimen al 25% TAE. Y más de uno y de una se veían abocados a acudir al Monte de Piedad con los últimos enseres para que le dieran la extremaunción financiera.

Así fue, probablemente, como empezó la cosa. Antes que empeñar el ajuar para no salir de pobre, mejor rifarlo entre los vecinos que lo quisieran. Y así fue como brotó sin ninguna malicia la vocación financiera en una persona que por su humilde extracción no estaba preparada para evitar la tentación monetarista. Primero descubrió que podía “emitir” casi tantos boletos como quisiera sin que pasara nada. Luego, que podía “reducir” la sensación de riesgo bajando el precio de las papeletas. Y por último, que no era tan mal negocio ser pobre, siempre y cuando no le faltara mobiliario que vender. También constató que la avaricia rompe el saco, pero me cuentan que esa lección sigue sin haberla aprendido a sus años.

El mecanismo en el fondo es sencillo. A falta de liquidez o solvencia del sistema financiero, bueno es el esfuerzo cooperativo. En toda América Latina, y especialmente en el Brasil de hace unos pocos años, era una práctica conocida y habitual apuntarse a un fondo mancomunado hasta para la adquisición de un simple televisor. Es esfuerzo entre muchos es menor. Tampoco difiere demasiado, en esencia, del sistema de avales del mundo árabe cuya eficacia ha hecho famosa la red terrorista de Al Qaeda. Es más, no difieren nada unos de otros. Los cuatro paradigmas financieros mencionados precisan de las mismas reglas del juego. La usura, la lotería, el cooperativismo y el aval se basan en la confianza sin resquicio y corren un mismo riesgo de felonía.

El lotero de Ciempozuelos ha descubierto la pólvora. Las mañas financieras que le han valido las portadas de los medios de comunicación provocan más sonrojo intelectual y cívico que curiosidad. ¿Dónde está la gracia en intentar vender a trozos por 320.000 euros algo por lo que se pide 200.000 euros, y que a todas luces vale poco más de 100.000 euros? El desconocimiento inmobiliario del que han hecho gala los periodistas españoles en los últimos años pone los pelos de punta. En lugar de alertar contra las políticas erróneas de ZP, han animado al disparate. Y no lo digo porque el estado haya malgastado el dinero de los contribuyentes en un bodrio administrativo llamado “Sociedad Pública de Alquiler” con el que ahora no sabe que hacer: al fin y al cabo, en algo hay que entretener a un ministro. No. Es necesario insistir en la denuncia al comprobar que, a pesar de la que “está cayendo”, siguen confundiendo la velocidad (inmobiliaria) con el tocino (hipotecario).

¿Crisis? ¿What Crisis? Pregunta Solbes en el papelón que le corresponde. La crisis hipotecaria. Los últimos datos publicados ponen los pelos de punta. La situación es mucho peor de lo que parece. Lo dicen los profesionales del sector, y no está claro si están cargando las tintas, o si se han parado a analizar con precisión las estadísticas que evidencian el desplome hipotecario. El número de hipotecas cae un 40% hasta 70.000, y se “hunde” el importe medio resultante hasta los 141.000 euros. Hace poco más de un año, superaba los 161.000 euros y crecía a una tasa anual del orden del 25%. La incorporación de pisos caros a la media aritmética y la amortización de los pisos más baratos explicaban la magnitud del porcentaje. La obra nueva se ha parado en seco, y los propietarios están amortizando deuda a marchas forzadas, dejando en evidencia la falacia de buena parte de los estudios sobre el tan cacareado y pernicioso endeudamiento de las familias españolas.

El verdadero problema hipotecario en España empieza aquí y ahora. Su diagnóstico es el siguiente: las familias más solventes — las mismas que sostienen sobre sus anchas espaldas al sistema financiero y a la administración pública — perciben que hasta la más liviana de las deudas es ya un riesgo insoportable ante la fuerte recesión que se avecina. No confían en el futuro y deshacen el camino andado. Los recursos que de otro modo dedicarían a invertir y consumir, se los devuelven al banco. El sistema financiero se enfrenta así al riesgo de ir concentrando en sus balances las deudas de peor calidad. Al incremento de la morosidad y al mayor coste de los pasivos, hay que añadir desde ya la más que previsible caída de la rentabilidad de los mejores productos financieros.

Belge.  Marzo 2008.  El Sábado.es
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