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Toque de Queda. 22. La Paradoja Podemita

Dios reconocerá a los suyos, Satan probablemente no. Es la eterna duda, pero con estas epidemias de poca monta, no se sabe si es mejor ponerle la vela a Dios o al Diablo. ¿Un poco de deshonra o un poco de guerra? Con los datos del PIB en la mano, y los del paro de abril al caer, ya conocemos el precio a pagar por la deshonra. Todos esos abuelos que hemos dejado agonizar en la cuneta por unos cochinos barcos son los que levantaron los olivos y asfaltaron los caminos. Han muerto solos, pero no eran débiles. Eran tierra callada y han caído sin miedo. Puede que alguno incluso haya sonreído al verle las orejas al viejo lobo.

Tras 45 días de cuarentena rigurosa, el gobierno podemita va a permitirnos salir al patio 1 hora para estirar las piernas y hablar con los demás confinados. Si somos buenos chicos, y nos portamos bien, puede que nos levante el castigo a los 100 días. Este verano no podremos ir a tomar una caña, porque la Generación Botellón odia los bares, pero nos dejarán salir a la calle con bozal y guantes de recoger la caca del perro. Y deberemos mantenernos alejados los unos de los otros. El Prójimo puede contagiarnos un malvado virus. Es por nuestro bien. A la promiscua raza podemita, adicta al garrafón de gasolinera, todo el alcohol bebido la ha inmunizado contra los virus. Puede salir sola y borracha a manifestarse sin ningún riesgo.

El problema del alcohol es que también daña las neuronas. En una cuarentena se aísla a los enfermos contagiosos, no a las personas sanas. Las asesoras podemitas de Pedro Sánchez no han caído en la cuenta. Es una incongruencia dejar sin asistencia médica a las personas más débiles y enfermas para curar en salud a la población sana. Sin pensión y sin derecho a pisar un hospital ¿para qué van esos futuros jubilados a preocuparse del estado de salud y bienestar de esos jóvenes insolidarios?

La divinidad que veneran los podemitas no deja nada al azar:  elije quien vive y quien se contagia de Ébola, quién enferma y quién sana. Es una extraña paradoja, pues, que teman morir contagiados teniendo a Dios de su parte, tanto como que pretendan salvar a aquellos que ya han sido condenados antes de nacer. 

La población española confinada durante 40 días ya no puede contagiar a nadie, bien porque haya producido anticuerpos, bien porque no haya sido contagiada. Con la subida de las temperaturas en mayo y junio, la posibilidad de que aparezcan nuevos focos de contagio es remota. De modo que no existe ninguna razón para prolongar el confinamiento.  Si el Estado de Alarma  ha sido inútil y no ha servido para asistir a los ancianos de Castilla León, Madrid y Castilla La Mancha, no debe ser usado para seguir privando a la ciudadanía de derechos y libertades fundamentales que le reconoce la Constitución Española. 

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No es casualidad que las juventudes podemitas que han okupado La Moncloa y tutelan la Administración coincidan con las tesis ultras de los halcones del Tea Party americano. Ambos invocan un pretendido derecho a la salud para criminalizar a los enfermos y dejarlos fuera del Sistema Sanitario.  Para todos esos puritanos, el Prójimo de los católicos es un enfermo potencial y un proscrito que le cuesta dinero a las aseguradoras. Si se resiste a llevar bozal y a ser vacunado, es un peligro para los demás: deberá  ser detenido, aislado y desinfectado en centros específicos.

Leído por ahí: La sociedad cautiva de Consuelo Madrigal, Fiscal del Tribunal Supremo. No sobra ni una coma.

© Belge
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