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La Revolución Puritana (36): el making of de la pandemia

Construir un modelo predictivo de la mortalidad
Hay un debate en ciernes, que intenta abrirse paso en Internet, a medida que los usuarios se van haciendo cargo de algunos conceptos importantes. Tal es el caso de la diferencia entre muerte real y muerte observada. En teoría, es algo intuitivo. Todo el mundo cree saber lo que es un muerto real. Pero si preguntamos, surgen las dudas: ¿En qué categoría debemos clasificar los desaparecidos, los muertos sin identificar? ¿Alguien que sigue cobrando su pensión después de fallecer, está vivo o está muerto? Por otra parte: ¿Tiene algún interés científico conocer el número de muertes “reales” si lo que intentamos conocer es qué desviación resulta significativa? Para saber si ganamos o perdemos peso con la dieta, sirve cualquier báscula.

Desde el estallido de la Crisis Subprime, hace 14 años, el incremento de la tasa de mortalidad ha sido muy acusado en algunos países e insignificante en otros. Un dato impactante: En la UE y EEUU, han muerto en 2020 2 millones de personas más que hace 10 años. 3/1000. ¿Simple envejecimiento de la población? En la primera ola, los países occidentales con mayor tasa de mortalidad no sufrieron el impacto de la epidemia.

En 1980, la tasa de mortalidad a penas superaba los 7/1000 en España. Es hasta cierto punto lógico, teniendo en cuenta que solo había 5 millones de pensionistas de un total de 37,5 millones de españoles. Por alta que fuera la tasa de mortalidad específica en la franja de los mayores de 65 años, su peso demográfico era reducido. Pero desde entonces, cada año se ha incrementado la población de ancianos en 100.000 unidades y este excedente no ha sido compensado por una mayor natalidad. Al contrario: han dejado de nacer 9 millones de españoles.

Hace justo 20 años, antes del EURO y de la inmigración africana, las tasas de mortalidad específicas para menores y mayores de 65 años eran de 1,2/1000 y 42/1000. La suma daba una Tasa Oficial de 7,7/1000.

En 2020, la tasa de mortalidad oficial superó los 10,65/1000. Con los datos del MoMo, en la franja de 0 a 65 años, fallecieron 62.000 personas, y más de 400.000 entre los 9 millones de pensionistas mayores de 65 años. Lo que nos da una ecuación fácil de enunciar: la Tasa de Defunción Oficial es necesariamente una suma de tasas de mortalidad específicas. Si se mantienen las tasas específicas, su incremento puede predecir el grado de envejecimiento de la población.

Pero: ¿Cómo medir con precisión la Tasa Específica si el gobierno ha ordenado manipular las estadísticas y ocultar las muertes de ancianos en residencias? ¡Midiendo las variaciones! Da igual si la báscula mide en kilos o en libras: Desde el 1 de enero de 2018, ha fallecido el 5% de toda la población mayor de 65 años. Es un incremento del 20,6% que, anualizado, suma 80.000 defunciones más.

Como suele ocurrir, el bosque nos impide ver el árbol. Desde enero de 2005, la población de pensionistas en España ha crecido un 23%. En teoría, en los próximos 10 años, debería crecer otro 10% más. En lugar de eso, misterioso SARS COV 2 mediante, podría quedar bastante contenida. Los que ahora tienen entre 45 y 55 años representan el 13% de la pirámide demográfica. Son cerca de 6 millones de personas que cumplirán 65 años, a razón de 600.000 pensionistas nuevos cada año. Con la tasa de mortalidad específica anterior a la pandemia, es un saldo neto anual de 200.000 altas en la Seguridad Social que eleva a 11 millones la población mayor de 65 años en 2036.

Nos enfrentamos a un curioso dilema, porque las dos lógicas declaradas se contraponen y anulan. Desde hace medio siglo, es vox populi que a los puritanos les preocupa que la sobrepoblación de pensionistas quiebre las cuentas de la Seguridad Social y los balances de las aseguradoras privadas. Pero de repente, vemos que todos los que alertaban contra el Riesgo de Longevidad Excesiva se han convertido en propagandistas de la vacunación universal. ¡Estos nuevos conversos han visto la luz! Ahora predican que hay que vacunar a los mayores de 80 años para que lleguen a los 100!

 

Tasas de mortalidad específicas anteriores a 2020*

Edad Mortalidad Población Tasa específica
00 – 64 53000 37650000 0,0014
65 – 74 53000 4575000 0,0116
75 – 99 280000 4465000 0,0627
65 – 99 333000 9040000 0,0369
00 – 99 386000 46690000 0,0083

Tasas de mortalidad específicas registradas en 2020**

Edad Mortalidad Población Tasa específica
00 – 64 65000 37650000 0,0017
65 – 74 66000 4575000 0,0144
75 – 99 355000 4465000 0,0795
65 – 99 421000 9040000 0,0466
00 – 99 486000 46690000 0,0104

Fuente: ISCIII.

*MoMo del 13 de abril de 2020

*MoMo del 10 de noviembre de 2020 y del 8 de febrero de 2021

¿Cómo predecir la mortalidad?
El debate actual tiene tintes eugenésicos. Desde que la OMS modificó la definición de pandemia para alertar contra la Gripe Aviar, la mortalidad se ha disparado en los 7 países más afectados de Europa y América. En 2020, un 35% más que en 2009. La pregunta es: ¿Porqué aparece esa intrigante ratio de forma constante a lo largo de 2020?

Si analizamos las defunciones hospitalarias por COVID en función de la edad del paciente, lo que observamos es una función logarítmica natural. Lo que significa que si elegimos la escala adecuada para nuestras coordenadas cartesianas, podemos trazar una sencilla recta de 0 a 99 años. Esa línea de vida no solo sirve para medir el incremento de la mortalidad, también permite acotar una estructura en función de su pirámide de población. No es lo mismo una sociedad con un 10% de mayores de 65 años que otra con el 33%, pero curiosamente el número de personas jóvenes que fallecen se mantiene relativamente constante. Podría decirse que existe una tasa de mortalidad “natural” que es función directa del porcentaje de personas mayores de 65 años y de su tasa de mortalidad específica.

¿Para qué sirven estas curiosas relaciones lógicas y matemáticas? Para predecir la mortalidad y, en su caso, para prevenir el tremebundo “riesgo de longevidad excesiva” que tanto asusta a los puritanos. Unas sencillas tablas de valores pueden ayudar a entender mejor el concepto que intentamos definir.

Incremento de la mortalidad (natural)

 

-65 años (1,1/1000) + 65 años (40/1000) Tasa Mortalidad Natural
90% 10% 5/1000
80% 20% 8,88//1000
70% 30% 12,77/1000
60% 40% 16,66/1000
50% 50% 20,55/1000

Incremento de la mortalidad (20%)

 

-65 años (1,32/1000) + 65 años (48/1000) Tasa Mortalidad (+20%)
90% 10% 5,98/1000
80% 20% 10,65//1000
70% 30% 15,32/1000
60% 40% 20,00/1000
50% 50% 24,66/1000

 

Incremento de la mortalidad (36%)

 

-65 años (1,5/1000) + 65 años (54,4/1000) Tasa Mortalidad (36%)
90% 10% 6,79/1000
80% 20% 12,08//1000
70% 30% 17,37/1000
60% 40% 22,66/1000
50% 50% 27,95/1000

 

Incremento de la mortalidad (50%)

 

-65 años (1,65/1000) + 65 años (60/1000) Tasa Mortalidad (50%)
90% 10% 7,49/1000
80% 20% 13,32/1000
70% 30% 19,15/1000
60% 40% 24,99/1000
50% 50% 30,82/1000

 

Como comprobamos, el incremento de la mortalidad es relativamente invisible porque no afecta al colectivo de personas menores de 65 años. En una sociedad envejecida, aunque se dispare un 50%, la diferencia absoluta es un exceso de 3000 defunciones por millón de habitantes. Pero si ponemos el foco sobre los ancianos, dicho incremento equivale al 1% de la población.

De seguir la tendencia que se dibuja en España y en el resto de países católicos de Europa, el número de pensionistas fallecidos se habrá duplicado a partir de 2030. ¿Casualidad? No lo parece. La previsión era que en los próximos 10 años murieran 4 millones de personas y se jubilaran 7 millones de españoles nacidos durante el Baby Boom . Misteriosa pandemia mediante, ese “superávit” de longevidad desaparece. Gracias a las medidas de acompañamiento previstas por los puritanos y al confinamiento de la población, el riesgo de que la “Generación Tapón” se rebele también parece controlado.

(c) Belge
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