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Periodista especializado en Economía

Operación Syriza: la vuelta de Grecia al Dracma


El Plan C o como Tsipras y Merkel se la pueden pegar a Varoufakis

Muñecas rusas. El Plan B que esconde la gira diplomática de Syriza por las capitales europeas oculta un Plan C. Los portavoces oficiosos de la Canciller Ángela Merkel ya se encargaron, durante la campaña electoral griega, que eran partidarios de una vuelta temporal de Grecia al Dracma. La teoría alemana de una Unión Monetaria de dos velocidades confluye de facto con el diagnóstico de la crisis monetaria que han podido ofrecer, en uno u otro momento, los líderes del actual Gobierno de Atenas. Se intuye, sin embargo, que la mayor dificultad debe girar en torno a las condiciones de la devaluación y vuelta al Dracma. Apoyo del BCE para estabilizar la nueva moneda a cambio de asumir la Deuda y mantener las reformas en curso.

Los primeros ecos que llegan y los comentarios a pie de foto apuntan a que las conversaciones en curso deben estar muy avanzadas. El apretón de manos entre Yanis Varoufakis y Wolfgang Schaeuble, celebrando que no saben si están en desacuerdo en todo, es significativo. El nuevo ministro de finanzas está pidiendo, de un modo razonado y razonable, canjear la Deuda Griega por bonos ligados al crecimiento del PIB, al estilo de lo que se acordó en 1953 en Londres para ayudar a la República Federal de Alemania. El rechazo de Schaeuble a ese plan, exigiendo el cumplimiento del Memorando firmado con la Troika, parece revelar que en realidad se está negociando otra cosa. Si Grecia sale del euro y vuelve al Dracma nacional, las dos prioridades son: estabilizar la nueva moneda y asumir una Deuda Pública denominada en euros y dólares. La ayuda de Alemania se antoja esencial.

Varoufakis ya anunciado hoy que presentará un nuevo plan al Eurogrupo la semana que viene. El gobierno griego está ganando tiempo. Desde que se anunciaron las elecciones en diciembre, han pasado 2 meses, y los ciudadanos están teniendo la oportunidad de retirar sus depósitos de los bancos griegos. Es el propio BCE el que se encarga de garantizar la liquidez. La situación que se ha creado, de facto, es tal que si en las próximas semanas se anunciara un “corralito” y la vuelta al Dracma, el daño entre la población sería relativamente escaso. La mayor parte del ahorro de los ciudadanos quedaría relativamente a salvo.

El verdadero problema que plantea ese Plan C de Syriza es el efecto contagio. El famoso riesgo moral. Alemania está atrapada en su propio cepo y los términos de cualquier acuerdo formal que beneficie a Grecia se van a analizar con lupa. Varios ministros y miembros destacados del PP en España han dejado de la inquietud que genera el actual runrún. Pero la alternativa puede ser incluso peor, si cabe: lo que sería una estrategia de hechos consumados daría alas a todos los movimientos políticos que están proponiendo, con distintas fórmulas nacionales, saltarse la pared. Grecia finge haber puesto en jaque a la UE y a Alemania, pero el mayor riesgo para Europa es el efecto contagio. La escenificación de los desacuerdos es un paso claro hacía la política de los hechos consumados. Provocar un corralito sería un primer paso para amagar con una salida forzosa del euro y obligar a los socios europeos a tener que aprobar un nuevo rescate.

© Belge. Enero 2015.

Repsol, un negocio estancado


Si existiera un ranking español de las mayores decepciones bursátiles, la clasificación la encabezaría de un modo casi perene la petrolera Repsol. Creada en 1986, reagrupando varias participaciones del Estado, solo dio alegrías a los accionistas hasta poco después de su completa privatización. Hace 20 años, valía el doble que hoy, a pesar de que el barril de petróleo cotizaba entre 15 y 25 dólares.  Y 20 años son muchos años para esperar milagros de la gestión.

La aventura argentina de Repsol, que acabó de un modo abrupto en 2012, supuso ampliar capital por 300 millones de títulos a 19 euros la acción, la compra de YPF por 20.000 millones de euros, una inversión directa de otros 20.000 entre 2000 y 2012,  contratar a 16.000 trabajadores en aquel país y abastecer el país de carburantes prácticamente a precio de coste. Ni los accionistas ni los consumidores españoles se beneficiaron nunca del petróleo barato de YPF en el Cono Sur.

Los beneficios que ha presentado Repsol en los dos últimos trimestres naturales, en torno a los 450 millones de euros, están en línea con lo que la petrolera española ganaba hace 20 años con un barril de petróleo a la mitad de precio.  El BPA se ha reducido en un tercio debido al incremento del número de títulos, y de nuevo se comenta que podrían dejarse de pagar dividendos.  Basta comparar gráficos de unas y otras petroleras en las distintas plazas bursátiles para valorar la magnitud del desastre.

Valor Trading Timing Entrada Estado
Zardoya Otis UltraCorto 10h55 7,88 pdte
Abengoa B UltraCorto 10h55 0,112 pdte
Sniace Ultracorto 10h55 0,089 pdte
Telepizza Ultracorto 10h55 4,95 pdte
Amper Ultracorto 10h55 0,057 pdte
Ercros Ultracorto 10h55 0,48 pdte
Medici Ultracorto 10h55 0,205 pdte
Tubacex Ultracorto 10h55 1,41 pdte

Nuevos daños colaterales de la repetición de las elecciones. Al cierre queda un gráfico muy feo. Eso si, el dinero de la reciente ampliación está a buen recaudo.

¿Cuál es el precio justo de una vivienda? (II)


Por definición, el valor intrínseco de un valor útil es su valor de reposición.  Lo que vale una casa es lo que cuesta edificarla. En sentido inverso,  el “Valor” de otro tipo de bienes, como es un cuadro de Picasso,  es siempre relativo: basta cambiar la firma y el motivo para que fluctúen el precio y la utilidad.

En el precio de una vivienda intervienen muchos factores:  los materiales, los costes fabriles, los impuestos y el derecho de residencia.  Si, además, no disponemos del ahorro suficiente, también hay que sumar los gastos financieros. Los materiales suponen un 30% del valor final;  los costes fabriles equivalen en España a 10.000 horas productivas y la tasa impositiva representa el 50% del valor final de una casa.

El “derecho de residencia” suele ser el precio que pagamos a la clase política, vía administración,  por el suelo y el correspondiente permiso de construcción. Varía en función inversa de la distancia desde el centro ideal considerado.  Desde el Km 0 hasta un radio máximo de 100 km, cada metro de desplazamiento útil que nos ahorramos tiene un determinado valor.  1km/día supone un  gasto extra de 10.000 euros.  Esto es: adquirir una vivienda alejada que obligue a la unidad familiar a recorrer en coche 30 km extra cuesta 300.000 euros más que la misma vivienda sita en el emplazamiento ideal.

En su día ideamos un modelo del precio de la vivienda en España basado en cinco tipos de círculos concéntricos.  Desde entonces, se ha disparado el coste del km recorrido, con un barril de petróleo a 150 dólares.

El Precio Justo de una vivienda correctamente situada incorporará, como parte del derecho de residencia, parte del ahorro que supone acudir a todas partes andando. En las grandes ciudades, con un centro difuso,  no resulta sencillo optimizar los desplazamientos útiles, de modo que es frecuente que el inversor tome decisiones erróneas basadas en percepciones ajenas.

El coste de fabricación de una vivienda de 200 metros, en terreno propio, ronda los 700 euros por m2 ante de impuestos  y los 1.000 euros por m2 después.  En el mercado libre, en cualquier ciudad española, es posible encontrar pisos habitables por debajo de los 1200 euros/M2.  Con este sencillo dato se puede ver que el “valor de mercado” se sitúa por debajo del “precio justo”, a pesar de que la percepción sea otra y que desde la política se “venda” la idea que tenemos “derecho” a disfrutar GRATIS de una serie de bienes y servicios.

Hace 40 años, como referencia válida, el precio del m2 rondaba las 7.000 pesetas. Tanto hoy como a mediados de los años 70, dicha cantidad era el equivalente al Salario Mínimo Interprofesional.  Por aquel entonces, no había entrado en vigor la Ley que obligaba a contratar los servicios de arquitectos y aparejadores para la construcción de un edificio, y tanto los impuestos como la corrupción de los partidos políticos eran notablemente menores.  La paradójica conclusión se impone:  desde que la vivienda ha dejado de ser un bien “útil” para pasar a ser un “derecho social”, la vivienda es mucho más barata para los “ricos” (3 veces más barata que en 2005) y completamente inasequible para los “pobres”.

(c) Belge

 

 

 

¿Cuál es el precio justo de una vivienda?


El concepto de precio justo se remonta a la Edad Media.   Mucho marxista despistado lo ha incorporado a su mochila retórica,  junto con cuatro ideas de andar por casa, pero lo cierto es que es un concepto propio que los pensadores de la Iglesia Católica oponen al precio de mercado (subasta).  Los urbanitas del siglo XXI, hijos de los urbanitas del siglo XX, tienden a creer que son modernos y viven “en progreso”, pero muchas de sus valores se remontan a esa Edad Media nominalista tan denostada hoy.

Ayer como hoy, el rechazo a la “usura” financiera prendió como un incendio de pasto bajo en medio de la fuerte crisis económica e institucional desatada por la Gran Epidemia de Peste.  Los deudores de entonces aprovecharon que el Moro Abu Malik era derrotado en la Vega de Pagana para mejorar su situación financiera a costa de los “usureros” que les habían prestado dinero. Nada mejor que excitar los bajos instintos de la turba.  Y para que no quepa duda: en ese siglo XIV y posteriores se consideraba “usura” pagar un 2% de interés por el capital prestado.

El precio justo que defendía la Iglesia Católica, frente a los paradigmas de protestantes, judíos y musulmanes, se basaba en la creencia de un “valor intrínseco” de bienes y servicios que servía para cimentar el status quo social. No es ninguna casualidad, pues, que los marxistas luteranos reintroduzcan la misma noción disfrazada de “derecho social”.  No existe tal “derecho social” y sí la íntima creencia de la gente en la existencia de un precio justo (valor intrínseco), pero de esa contradicción llevan viviendo más de un siglo millones de políticos populistas y demagogos.

La Fe en el Valor Intrínseco  no está reñida con la plena aceptación del Precio de Mercado.  Se podrían glosar con abundancia las diferencias entre paradigmas, pero el objeto de este análisis  es más elemental: determinar si existe un precio justo para todos los bienes, y como se puede calcular.  Por ejemplo, en el caso de un bien especialmente sensible como es la vivienda.

La formulación de la pregunta es fundamental: ¿Existe un precio justo del bien (valor intrínseco) o es necesario entregar el voto a un grupo de oportunistas para que “hagan valer socialmente” un derecho?  La respuesta es inequívoca:  existe un valor intrínseco, pero no es inmune al chantaje político. (sigue)