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La Paradoja del Terrobajista Ilustrado


Cuando montas un circo, el único peligro que corres es que te crezcan los enanos. Lo saben todos los empresarios, todos los inversores y, como regla general, cualquier jugador acostumbrado a lidiar bajo presión con el insobornable riesgo. Es la teoría del cisne negro, un bicho con patas que vuelve supersticioso al más cartesiano y humilde al más soberbio. Digamos lo mismo en castellano: las meigas no existen, pero haberlas haylas. Quién olvida el refranero de su pueblo, tarde o temprano caerá del pedestal en que le ha aupado la suerte. Esa precaución por no mentar al bicho con patas es quizá la verdadera razón por la que los constructores españoles no salieron a defender el honor ultrajado del sector inmobiliario. Han aguantado 5 años las críticas más injustas y las calumnias políticas más destructivas sin decir esta boca es mía. Por desgracia para ellos, la callada interpretada como cobardía ha otorgado patentes de corso hasta el último mono con veleidades sindicales de este nuestro país y hasta de la India.

A este mono que no hace gracia bauticé hace años con el nombre de terrobajista. Desde que inventé el término, circulan varias definiciones por la Red, a cuál más incierta. Digamos que es un alarmista a sueldo, interesado en difundir un clima de terror económico con la absurda esperanza de poder comprar a la baja. En sus inicios, la campaña terrobajista tenía unos fines políticos bastante definidos y hasta reconocidos: favorecer la inversión financiera y potenciar la intervención pública en detrimento de la promoción libre privada. En esa línea de pensamiento se inscriben desde la ministra María Antonia Trujillo hasta los componentes más radicales del Tripartito Catalán. La punta de lanza ideológica del presidente Zapatero llegó a coquetear directamente con la idea de expropiar, de facto o de iure, los pisos catalogados como vacíos. Sólo la necesidad de captar votos puso fin al disparate argumental.

No es necesario glosar en exceso el argumentario terrobajista. No hay periodista español o británico que se precie que no sea capaz de recitar las cuatro verdades de la burbuja inmobiliaria: los constructores son unos chorizos “corrutos”, el precio de los pisos es inasequible para el 99% de la población, se han construido más viviendas en España que en Francia, Alemania y Groenlandia juntas, y la culpa es de los especuladores y de los bancos por bajar los tipos de interés. Con esos mimbres, la prensa ha montado la carpa y todo vale para cobrar el espectáculo ahora que la crisis subprime ha dejado al sector maltrecho y malherido. Incluso el escarnio público.

La confusión que reina en la economía española en estos momentos no puede ser mayor. El debate de investidura poco o nada ha aclarado. De él sale el primer gobierno paritorio de la historia reciente, y la promesa de reconvertir a los albañiles en jardineros y a los constructores en administradores de fincas. El dinero del superávit se lo repartirán los tres peloteros más endeudados del régimen a cambio de deshacerse en alabanzas, disfrazar parados y ayudar a construir 150.000 viviendas para la próxima tómbola VPO. Falta por saber si al resto de los empresarios les convence la jardinería, o si se multiplicaran las suspensiones de pagos y las quiebras directas antes de que llegue el verano, en un “sálvese quién pueda” sin precedente. La banca y las cajas empufadas les han cerrado el grifo y no están ya en condiciones de arriesgar lo que les queda de patrimonio. Obreros, pequeños empresarios, promotores, bancos y clientes finales pueden acabar perdiendo el trabajo y el dinero de los dos últimos años.

Llegados a este punto es preciso volver a hablar de riesgo moral para señalar la extraña paradoja que la actualidad nos sirve en bandeja de plata. La paradoja del terrobajista ilustrado. Unos cálculos más o menos oficiales del sector bancario cifran entre 200 y 300.000 millones de euros el riesgo crediticio que acumulan las empresas constructoras e inmobiliarias en España, con un stock de viviendas en promoción de unas 500.000 viviendas. ¿Qué impide a los malvados “ladrilleros” aprovechar las circunstancias y presentar voluntaria y legalmente suspensión de pagos? El enunciado de la paradoja es sencillo: si los terrobajistas están en lo cierto, y los constructores son un atajo de aprovechados ¿por qué ahora no suspenden pagos ahorrándose dinero y disgustos? Si por el contrario ha sido una campaña de acoso y derribo injusta y sin precedente que ha minado la confianza en la economía española ¿por qué ahora han de pagar las consecuencias los constructores, asumiendo el compromiso de mantener el empleo y honrar las deudas contraídas?

(c) Belge. El Sábado.es. Junio 2007

El Caso Ramón Espinar


El pelotazo inmobiliario de Ramón Espinar, el radical del 15-M devenido Senador, encierra muchas lecciones valiosas y edificantes. Y una vez más, comprobamos que en España nada ocurre por azar.  La estrategia de la Prensa de ir llenando los armarios con los dossiers que investigan y redactan becarios mal pagados sigue tan viva hoy como hace 25 años.  Huelga decir que un dossier cobra todo su valor si se saca del cajón en el momento adecuado.

Felipe González y Juan Luis Cebrián, humillados y coaccionados en la Autónoma por la Kale Borroka antisistema, han sacado la artillería pesada contra Podemos. El sueño de Zapatero de unir en un solo movimiento a la izquierda comunista y al Partido Socialista hace agua por todas partes. Es decir: toda la información retenida desde 2011 va a empezar a filtrarse a distintos medios un día sí y otro también.

La filtración sobre el pelotazo inmobiliario del nene busca como objetivo el que fuera Consejero de la Comunidad de Madrid y utilizador habitual de la Tarjeta Black: el padre de la criatura. Ramón Espinar Gallego fue uno de los fontaneros del Zapaterismo que pusieron en marcha toda la maquinaria del 15-M.  El objetivo inicial era lanzar y entronizar a Doña Carmen Chacón como Secretaria General del PSOE.

Ramón Espinar, hijo, no tenía capacidad mental ni tiempo para dar el pelotazo inmobiliario que la SER ha hecho publico. Para ello, hay que estar pendiente del mercado, buscar buenos precios, tener suerte y puntería. El mercado es eficiente y no se puede improvisar.  Al contrario de lo que “venden” muchos demagogos, buscar un piso es algo que requiere bastante trabajo .

El desglose de la operación inmobiliaria que se ha conocido estos días es fantástico en todos sus capítulos. En 2010, ya no se vendía ni una bolsa de pipas en el mercado inmobiliario español, y mucho menos con un margen del 30%. Ahí es nada. En tan sólo 9 meses, el joven e inexperto especulador consigue encontrar una joven pareja dispuesta a cancelar la hipoteca de 92.000 euros con el BBVA y entregarle oficialmente 84.816 euros.  32.816 euros de beneficio neto, sin contar descuentos fiscales.

Para intentar justificar el “pelotazo”, nos explican que el beneficio se debió al incremento  del 31% del módulo de las VPP de la Comunidad de Madrid.  Pero ¿Cómo iba el joven Ramón a conocer ese aspecto técnico fundamental en el momento de comprar el piso de Alcobendas?  En el supuesto que tuviera dichos conocimientos teóricos y prácticos, de poco o nada le habrían servido sin la benevolencia hipotecaria del BBVA. El clima en 2010 no era precisamente el de 2005 o 2006.

La persona que conocía el futuro incremento del modulo de las viviendas protegidas, debía tener, además, la capacidad económica y política para poder sacar adelante el jugoso arbitraje financiero en un tiempo récord. Para completar el análisis, sería interesante conocer que entidad de crédito prestó a la joven pareja compradora y en qué condiciones.  No es una cuestión menor.  La fecha en la que pagó cerca de 180.000 euros por el piso de Ramón Espinar, es tal vez el momento más crítico del sistema financiero español.  Pedir (y conceder) un crédito de 180.000 euros el 15 de abril de 2011 es un acto de fe que raya la inconsciencia. En esos momentos, muchos bancos y cajas priorizaban, con grandes descuentos, la enajenación de sus propios activos inmobiliarios.

Los 32.816 euros que ha “ganado” el hijo de Ramón Espinar son el aspecto menor de la cuestión y es lógico que Podemos intente desviar el foco del debate hacia el aspecto moral.  En 2011 se vivieron momentos críticos, tanto en el sector inmobiliario como en el sistema financiero.  Se pueden contar con los dedos de una mano las hipotecas que se hayan concedido a solteros de menos de 25 años, y con los dedos de la otra, las operaciones que se hayan saldado con un beneficio del 20% en 2011.

La Prensa española no debería picar el anzuelo de PODEMOS. La figura del Ramón Espinar Gallego es mucho más interesante. A priori, sería lógico que cualquier padre quisiera comprarle un “pisito” VPO o VPP a sus hijos, aunque resultara poco “ético”; tan sencillo como pasar por encima del legítimo derecho de familias mucho más humildes.  Pero es si progenitor fuere empresario o político destacado, lo de “poco ético” se quedaría corto. Cualquier irregularidad o infracción cometida en el proceso de pisotear el derecho de las familias con menos recursos se tornaría social y jurídicamente reprobable. Y no digamos ya, si se tratase de un político como Zapatero, culpable de arruinar la Economía española y llevar los sectores constructores y financieros a la quiebra.

P.D  El negocio de las VPO y VPP en la Comunidad de Madrid

La financiación de la Promotora

(c) Belge

 

 

ÉRASE UNA VEZ


Erase una vez un joven inquieto, con grandes ideas, preocupado por solucionar los problemas de todo el mundo mundial. Ese jovencito abrazó la causa sin dudarlo. La causa marxista, claro, la única posible y defendible. Tendría por entonces unos dieciséis años.

Quienes lo convencieron para abrazar la causa eran ya adultos, algunos incluso peinaban canas. Se trataba de gente ilustrada y culta, muy leída. Muchos de ellos conocían profundamente la obra de Marx, Lenin, Kropotkin, Bakunin, Mao, Sartre, Wittgenstein, etc…  Algunos incluso habían estudiado en universidades extranjeras de prestigio, como La Sorbona. Muchos de ellos presumían de sus actividades clandestinas durante el franquismo, pero en realidad eran millonarios, o hijos de millonarios. No obstante los jovencitos los tenían en un pedestal como representantes de la única ideología que consideraban humana y verdadera. El marxismo.

El jovencito se creyó tan importante, moderno y formado políticamente como quienes lo reclutaron, y decidió que en lugar de proseguir sus estudios y en su tiempo libre apoyar en lo que pudiera, la causa iba a ser su principal ocupación. Los ilustrados que lo reclutaron lo convencieron para controlar con mano férrea la disciplina estudiantil. Primero en el instituto, y posteriormente en la universidad. En realidad no les interesaba que pudiera formarse, tan sólo que estuviera ahí, controlando la buena marcha de la causa.

Con el paso de los años la mayoría de estos jovencitos se encontraron con que en lugar de una titulación académica sólo podían poner en su currículum que “tenían estudios” de derecho, o de ingeniería, o de economía,… En esos casos la cúpula de su partido les buscó ocupación de concejal, consejero autonómico, o incluso diputado en el congreso.

Algunos de estos jovencitos eran realmente inteligentes y capaces, y por esa razón fueron capaces de sacar adelante sus estudios a la vez que controlaban el ambiente estudiantil.

Algunos años después los que fueron capaces de finalizar sus estudios fueron convenientemente enchufados por los ilustrados que los habían reclutado, y así, poco a poco, fueron copando el poder absoluto en los campus de las universidades españolas. Desde una tribuna gratis (el atril del profesor) se han dedicado los últimos cuarenta años a extender la buena nueva marxista entre la juventud española.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Desgraciadamente no se trata de un cuento de hadas, ni de un cuento de terror. Esta es la cruda realidad de la universidad que tenemos en España.

A alguno de esos jovencitos lo he sufrido yo como piquete en el instituto. Ahora se ha ganado ya una pensión vitalicia como ex-presidente del congreso de los diputados.

Saludos