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El Consejo de Ministros aprueba hoy un corralito de 1000 euros


Guerra sucia al efectivo. La medida anunciada por Cristobal Montoro, y que aprobará hoy el Consejo de Ministros,  es un sindiós económico, moral y financiero. Es, con toda probabilidad, una medida anticonstitucional. El papel moneda, fiduciario por esencia e imposición de los gobiernos desde hace algo más de 100 años, no es nominal: es dinero al portador y no crédito.  En la obra literaria de Emilio Zola, pródiga en denuncias sociales, aparece esa figura del empresario esclavista que obliga a los obreros a gastarse el sueldo de miseria en sus propios almacenes.

La comodidad de pagar con tarjeta de crédito o débito es muy relativa: cualquier consumidor que haya tenido que devolver un producto defectuoso conoce los inconvenientes, al margen de las comisiones, de los límites de disposición o de que no funcione en los momentos más inoportunos. Todas estas cosas ocurren con mucha frecuencia, solo que nadie les da mayor importancia.

A través del burdo y cínico pretexto de luchar contra un inexistente fraude fiscal, las castas políticas y empresariales pretenden cercenar la libertad política, económica y religiosa de los individuos. El IVA es un impuesto que nunca ha funcionado como tributo: en los diversos países europeos solo se recauda un 5% escaso del PIB REAL, a pesar un tipo que se ha generalizado por encima del 20%.  En España, para más inri, la corrupta organización territorial permite que regiones enteras como Cataluña no solo no liquiden nada, sino que se apropien del IVA pagado en otras comunidades autónomas.  Si el gobierno pretendiese realmente luchar contra el fraude fiscal, aplicaría el artículo 155 de la Constitución e intervendría  la economía en toda la franja mediterránea.

Limitar a 1000 euros el pago en efectivo supone, en la práctica, imponer un corralito. Apuntan en esa dirección los datos sobre salidas de capital en octubre y noviembre. Con la victoria de Donald Trump se han disparado la prima de riesgo en diversos países de la eurozona: inquieta la política monetaria de los republicanos y su propósito declarado de poner fin a la estrategia de Deflación.

Pero, al margen de estos apuntes financieros bastante evidentes, imponer un límite de 1000 euros a las transacciones comerciales es absurdo y contraproducente.  ¿Qué consumidor en su sano juicio va a comprar un portátil, un televisor o  un electrodoméstico sin factura ni garantía?  Y en sentido contrario: ¿Qué consumidor racional va a pedir una factura en la adquisición de un producto de segunda mano?  Se incrementará el fraude  y el consumidor estará más desprotegido. El mercado de segunda mano no solo es una válvula de escape para las economías más precarias, sino que facilita la venta de mercancía nueva.

 

La paradoja anterior se puede ilustrar con unos sencillos ejemplos. Nadie compra un coche nuevo si antes no vende su coche usado.  Cualquier concesionario conoce esa lógica: no es tanto que se pague con cierta generosidad el valor residual del vehículo, sino que se remueve un obstáculo infranqueable.  Los 10.000 km que el conductor puede recorrer con su viejo coche siempre le van a costar la mitad que con un coche nuevo.  Si en la práctica no se puede vender, solo queda la opción de amortizarlo.  Y lo mismo ocurre en el sector inmobiliario, si no se consigue dar salida al piso de segunda mano.  Penalizar ese tipo de transacción natural solo conduce a deprimir el consumo y favorecer la importación de mercancía en detrimento de la producción local.

© Belge. 02/12/2016

Las paradojas económicas y humanas del Salario Mínimo


Buena parte de los economistas y analistas llega al debate sobre el Salario Mínimo Interprofesional a través del estudio razonado.  Y ni siquiera es necesario presumir que existan prejuicios y sesgos ideológicos. El salario es un parámetro importante, determinante, pero no más que la propia naturaleza humana. Hay personas más activas que otras, y un verdadero adicto al trabajo no se mueve por estímulos externos o incentivos.  A unas les gusta el agotador trabajo físico y a otras el estrés de la gestión multitarea; unas se encuentran más cómodas con un objetivo definido y otras prefieren trabajar por piezas. Unas quieren ganar más dinero, y otras no.

En mi caso, fue diferente.  Fue el asombro  el que me llevó a la reflexión. Siendo niño, me asombraban las extrañas paradojas que parecían darse en el universo de las relaciones económicas y financieras.  No acaba de entender que trabajando  se pudiese ser más pobre o que ahorrando se tuviese menos dinero.  Mi tío Eugenio, gran aficionado a la lectura y a la filatelia en Bruselas, me lo intento explicar, con 10 años: “Mira David: el fontanero que trabaja con hierros y tubos, tiene la casa llena de chatarra; el que repara televisores, tiene la casa llena de cables y televisiones; el que trabaja con dinero, tiene mucho dinero “.

Para quedar vacunado contra los conceptos económicos y las falacias políticas del marxismo luterano hay que leer a Ferdinand Céline y Jean Genet, dos prodigiosos escritores franceses del Lado Oscuro, y a Albert Camus. Los tres tienen en común su insobornable amor por la libertad.  “Ellos mandan hoy porque tu obedeces”.

La naturaleza del Trabajo es una característica que se deriva del estatuto jurídico del ciudadano. En la tradición occidental, heredada de Roma, el paradigma de las relaciones laborales lo conforman dos oposiciones lógicas: puede ser libre o preso, amo o esclavo. El sistema de recompensas e incentivos varía significativamente en cada caso. El esclavo al que el amo no puede mantener pasa a ser un “liberto” que busca desesperadamente un “trabajo” remunerado. Del mismo modo, el ciudadano que “caía preso” es condenado a “trabajos forzosos”. En el lado opuesto, el  hacendado tiende a buscar en el mercado buenos precios y prebendas administrativas con los que mantener su “casa”.

La premisa fundamental del debate sobre el Salario Mínimo en España es la hipocresía. Liberales y marxistas al uso fingen, por razones muy parecidas, que existe un mercado laboral único fácil de regular o desregular. Nos quieren hacer creer que las mismas leyes rigen para contratar a Lionel Messi y a Perico de Los Palotes.  La realidad, sin embargo,  es que los 4 tipos de “mercados” son jurídica, económica y moralmente incompatibles . La lógica laboral del liberto no es la del esclavo, ni la del preso es la misma que la del patricio.

¿A quién protege y a quién perjudica la creación y aplicación de un Salario Mínimo Interprofesional en una economía moderna?  Para contestar esa pregunta, hay que analizar – de entrada  -como afecta por separado a los 4 tipos de mercados.

Si el SMI es bajo, el coste de los presos, muy superior al de los libertos sin trabajo, actúa como un incentivo perverso. Aunque presiona a la baja el gasto de manutención de los esclavos, e incrementa el beneficio de los patricios, un SMI bajo eleva la factura social: la Deflación y la fractura de la sociedad que provoca inciden en mayores gastos fijos de seguridad. En lo político, crece el ejército de presos y libertos dispuestos a saquear Roma.

Si el SMI es alto, el coste de los esclavos que desean ser “liberados” crece y se reduce a corto plazo el beneficio de los patricios. Baja el coste de la economía penitenciaria y se reduce la factura social. Los libertos presionan los precios al alza y elevan el umbral de rentabilidad mínima de las empresas, obligando a “liberar” esclavos por falta de manutención.

Pero se da otra paradoja más curiosa, que suelen recalcar los más liberales de la escuela marxista: son precisamente los mercados laborales que no tienen regulado un Salario Mínimo los que más crecen y pagan las rentas salariales más altas. Es lógico. Son economías que no “liberan” sus esclavos. El contingente de “libertos” en las economías esclavistas que crecen es mínimo y el de presos más elevado que en otro tipo de sociedad.  Eso permite a los patricios mantener una política imperial más agresiva fuera de sus fronteras.

El umbral de rentabilidad

En EEUU y Alemania, el salario mínimo no regulado que cobran millones de trabajadores subempleados ronda los 3$ por hora.  Es una cantidad, similar al SMI,  que representa el coste marginal de supervivencia. No obstante, esa falta de regulación no impide que el porcentaje de economía sumergida sea tan significativo como en España.

Lo que significa este insólito hecho económico, bastante evidente cuando se quiere ver,  es que no baja necesariamente el umbral de rentabilidad de las empresas cuando se eliminan rigideces y determinados costes fijos. La intuición económica apunta, en sentido contrario, que se incrementa el beneficio de las empresas que compiten de un modo parasitario cuando se incrementan los salarios y los costes fijos que acarrea un mayor regulación. La prohibición de vender alcohol en EEUU creó más empresas, más trabajo y más beneficios reales que la liberalización del sector.  Del mismo modo, legalizar el tráficos de drogas en todo el mundo arrastraría consigo el probable desplome del flete internacional y un descenso significativo de la actividad portuaria en todos los países del mundo.

Eliminar la figura jurídica del SMI en España, como piden muchos liberales, llevaría a reducir el umbral de rentabilidad de muchas empresas, pero nunca incrementaría su cuota de mercado ni sus beneficios. Es más: lo más probable es que desaparecieran decenas de miles de empresas y se destruyera empleo neto.  Y si el mercado es global, mucho peores son las consecuencias.

Las derivas mercantilistas  conducen a un déjà vu del proteccionismo y a la tentación de contratar a la mitad de los pobres para acabar con la otra mitad. Lo que nunca cuentan del mercantilismo alemán y británico del siglo XIX e inicios del siglo XX, es que la deriva proteccionista surgió en un periodo de fuerte crecimiento económico y de pleno empleo.

(c) Belge. 22/11/2016

 

 

 

 

 

Presupuestos Generales del Estado 2017: impuestos o consecuencias


John Maynard Keynes no sería hoy keynesiano pero Karl Marx seguiría siendo alemán. Este sencillo aforismo condensa todo el debate sobre el gasto social. La elección de Donald Trump en EEUU ha supuesto un duro varapalo para todos los partidarios de una globalización puritana y totalitaria. En España, primero, y en EEUU, después, se han podido escuchar inquietantes pronunciamientos públicos sobre la calidad del voto y los derechos políticos de la mitad de la población. A duras penas han conseguido disimular su prepotente desprecio hacia quienes se oponen a sus planes.  Pero no es una fractura entre jóvenes favoritos de la Nueva Economía  y viejos  outsiders del Sistema, ni siquiera el manido salto generacional: es una disputa religiosa que tiene visos de convertirse en guerra larvada.

Gasto social, si sirve la metáfora, es que los hooligans y mercenarios del nacionalismo más rabioso en Vizcaya o Gerona dispongan de agua, luz y calefacción gratis mientras los ancianos de la montaña leonesa o palentina se pelan de frío con pensiones de miseria. Gasto social es enseñar matemáticas en euskera con acento de Cádiz a la nueva plebe, es entrenar a los hijos de la rancia élite catalana para que sigan siendo los amos del cotarro. Gasto social es la subvención a fondo perdido que reciben miles de empresas nacionalistas ruinosas para que sigan malversando recursos financieros, defraudando impuestos y maltratando a sus empleados.  Podría decirse, en resumen, que gasto social es corrupción económica, pero sería señalar con el dedo a las Viejas Castas y a los Nuevos Castos que ofrecen en un mismo pack luchar contra la corrupción e incrementar el gasto social.

En las Costas Nacionalistas del Cantábrico y del Mediterráneo, los empresarios que viven de la Cosa Turística, y de trapichear con contenedores internacionales de mercancías, no pagan los impuestos que deben a la sociedad. No es un problema fiscal, no es un problema moral, y no es tampoco un problema político. Es un problema de consecuencias. Son las consecuencias del creciente fraude las que han llevado España al borde mismo del precipicio. Hemos dado un paso atrás, en el último suspiro de mes de octubre, pero no es motivo para bajar la guardia. Sería, de nuevo, contraproducente intentar apaciguar con más “gasto social” a los desalmados que nos empujaban al suicidio.

Cataluña, Baleares, País Vasco, Navarra y ahora Valencia, aportan al conjunto de la sociedad española menos de 70.000 millones de euros, incluidas cuotas a la Seguridad Social, IVA e Impuestos Especiales. Causan un gasto mínimo de 300.000 millones y originan un déficit estructural real superior al 20% del Producto Interior Bruto de toda la nación.  Incentivar, con más gasto social, la estupidez moral, la mala praxis económica y el sectarismo político solo conduce a la tentación de hacer tabula rasa y poner los contadores a cero. Los nacionalistas nos pueden empujar a saltar al vacío, pero no nos van a salir alas para echar a volar.

© Belge. 22/11/2016

¿Cual es la evolución del empleo en España?


El empleo se está recuperando en España, al ritmo previsto.  Entre 2007 y final de 2013 se destruyeron un total de 4 millones de puestos de trabajo en la economía española, amen del fuerte ajuste salarial en determinados sectores. La dureza de este periodo de Deflación impuesto por Alemania es consecuencia del nivel de precariedad laboral y salarial que ya era patente en 2004. Muchas familias ya tiraban de ahorro, aún sin ser plenamente consciente de ello.

Una encuesta reciente revela que el 85% de las empresas españolas ha mejorado su facturación y tiene previsto incrementar su plantilla de trabajadores. Si se analizan esos datos por sectores y provincias, la Industria de la automoción, la Industria química, el turismo y la Hostelería son los sectores más favorecidos, mientras que siguen “frenados” los sectores de Administraciones Públicas, ingenierías y las empresas dedicadas a la construcción.

Con la siguiente herramienta original que el equipo de INLUCRO  ha desarrollado, se puede visualizar de un modo sencillo cómo, cuando y dónde se han creado puestos de trabajos en España, ya sean temporales e indefinidos. Esta manera original e intuitiva de analizar el mercado laboral, en el año 2016, permite conocer donde es más fácil encontrar trabajo estable y donde están los puntos negros de la contratación.

El número de desempleados ha aumentado, según cifras oficiales,  en 44.685 en el mes de octubre. Por su parte, el número de afiliados a la SS ha subido en 101.335 personas. La cifra de desempleados queda así en 3.764.982 personas (4.150.000 en enero 2016, 4525.000 enero 2015).  Con los datos de paro del tercer trimestre de 2016 de la EPA, el desempleo se sitúa en una

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