(Publicado en mayo de 2008, en El Sábado.es)La economía es el campo de las ciencias sociales en el que la ignorancia se oculta tras los consabidos tópicos. Galbraith lo explicó mucho mejor, como corresponde a un genio verdadero: “Hay dos clases de economistas: los que no saben nada y los que no saben ni eso”. José García Montalvo, sin duda, pertenece a la segunda categoría. Catedrático en la prestigiosa Universitat Pompeu Fabra de Barcelona y médico en economía por Harvard (la de Harry Potter), no ha dudado en perpetrar un libro de recortes antiguos con título oportunista y precio osado: “De la Quimera inmobiliaria al colapso financiero. PVP 13,90.” Pero, que nadie busque explicaciones ni a una cosa ni a otra, ya que la empanada mental del autor es absoluta. No alcanza ni a categoría de panfleto. Informe de consultor nivel Logse sin pié ni cabeza con el que hacer bulto en algún cajón, a la espera del merecido nombramiento político. La mayor paradoja es que he disfrutado como un enano al leer el libro de Montalvo. Ha sido un regalo del cielo. Algo así como el acta fundacional del terrobajismo inmobiliario en España (La paradoja del terrobajista ilustrado y Los 7 pecados capitales del terrobajismo), en el que revela la existencia de un grupo reducido de “convencidos” o “burbujistas” (terrobajistas) en el que “militaron inicialmente Miguel Sebastián, el Colegio de Arquitectos o el mismo Miguel Ángel Fernández Ordoñez”(Pág. 33) aprovechando las páginas amigas de El País. ¿Y a que se dedicaba este grupito? Pues a hacer su peculiar “campaña de proselitismo en los medios de comunicación, aunque con pocas esperanzas de tener la menos incidencia en el proceso” (Pág. 29). Es demasiado modesto. Han conseguido 4 millones de parados. Hay más. La lectura del panfleto “proselitista” guarda más secretos. Sin ir más lejos, la identidad del feroz terrobajista “pisitófilos creditófagos” que campaba a sus anchas por los foros de distintos sitios en Internet. Antes de que saliera de la imprenta el libro, ya conocía su contenido. Sin embargo, son sus propias palabras las que le ubican en ese grupo inicial con tan selecta militancia. “Sépase, pues, que nosotros rompimos a escribir, ya con intención, en otoño de 2002; urgía crear y difundir un aparato conceptual mediático (no académico) que permitiera analizar el fenómeno inmobiliario, caracterizado por su multidisciplinariedad; pero, sépase, también, que siempre hemos escrito a sabiendas de que actuábamos amparados por las verdaderas autoridades, o sea, por la ideología y moral dominantes; es decir, se trataba de ayudar al proceso de desactivado de la bomba de relojería inmobiliaria ”. Escriben con su nombre en El País (Miguel Sebastián: El ladrillo y la burbuja, 22 junio de 2003) o en Avuí (José García Montalvo: una burbuja del 30%, 6 junio 2003), pero es en la clandestinidad en donde se crecen, como el Zorro, frente a los malvados y peligrosos “ladrilleros”. “El primer gran foro inmobiliario en Internet fue el de El País; entonces, nos bastaba con intervenciones multinick para tener el escudo que seguridad y libertad; sin embargo, la insistencia en el mismo aparato conceptual nos ponía en evidencia; nos quedamos con S.P.Q.R., nick circunstancial que utilizamos tras un viaje a Roma, pero del que colgamos unos cuantos textos enjundiosos que dieron mucho juego; (…) hoy no hacemos intervenciones multinick; sólo escribimos con ppcc o ir- o escribimos de tal forma que no queda la menor duda que somos nosotros y esto sólo lo hacemos en los blogs de Montalvo, Bernardos y Conthe).” Con todo, para mí la información más relevante del libro no ha sido descubrir que el autor me ha fusilado con todas las letras (Pág. 122) un párrafo sarcástico que atribuye de manera genérica a usuarios de otros foros. No. Lo más curioso ha sido conocer el origen de los famosos estudios “objetivos” sobre la supuesta sobrevaloración de la vivienda que los terrobajistas han repetido de forma machacona desde el año 2002 ( y que precisamente me inspiró aquella réplica). Fue el propio Miguel Sebastian – otro genial catedrático de economía – en el Servicio de Estudios del BBVA. Se inventa un esperpéntico PER de la vivienda y sentencia que existe una sobrevaloración del 28%. El propio Montalvo lamenta en su libro la terrible pérdida para la causa que supuso la fulminante destitución de Miguel Sebastián, pero a la vista del “invento” econométrico que se sacó de la manga, estaba predestinado a dar el salto a la política nacional. Cualquier economista, analista, inversor, especulador y hasta contable sabe que el PER en bolsa es una foto estática engañosa que debe ser corregida teniendo en cuenta los flujos futuros y en su caso la propia inflación. Especialmente si la inversión es a largo plazo (más de 10 años). Cualquier aficionado a las cosas estas de la economía habría llegado a conclusiones completamente inversas usando la metodología correcta. En los años 2002 y 2003 la vivienda estaba claramente infravalorada con relación al precio de los alquileres. Con una tasa de crecimiento del PIB nominal superior al 5%, cualquier “PER” por debajo de 50 (50 veces el alquiler bruto anual) es objetivamente MUY barato. Los pocos argumentos en sí que aporta José García Montalvo en su “obra magna” son insignificantes o ridículos. Daría pereza rebatirlos si no fuera porque produce vergüenza ajena que su autor ejerza nada menos que de catedrático de economía en Barcelona. ¡Especialista en econometría financiera, ahí es nada! Aquí subraya– en un momento de lucidez – que la evolución de los tipos de interés no influye en la formación de los precios de la vivienda, y 20 páginas más adelante, se salta las conclusiones inequívocas de su propio estudio y explica que la bajada de tipos ha sido la culpable de la burbuja inmobiliaria. Aquí pone en tela de juicio – sin piedad ni ninguna base científica – la credibilidad de las series estadísticas con 22 años de historia, y dos capítulos más allá nos asombra con la nueva metodología propuesta para dar por fin con el “verdadero” precio de la vivienda en España: un muestro de 10 llamadas anónimas de falsos compradores. Suponemos que subvencionadas por un Ministerio de la Vivienda al que no duda en despellejar porque resulta demasiado timorato a la hora de manipular los datos. Por nuestro bien, claro está.