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Los males de la Prensa española


Pecados veniales

La filosofía política más revolucionaria floreció en los Salones parisinos del siglo XVIII.  Diderot, el padre de la Enciclopedia, engendró allí Jacques Le Fataliste et son maître, una obra tan inmortal e imperecedera como nuestro Quijote cervantino. El relato es una digresión sin fin que simula la estructura interna de esas “conversations a bâton rompu” propias de las charlas de café. Podemos llegar a imaginar lo que debieron ser aquellas Tertulias gacetilleras de la Ilustración, que pretendían divertir y educar, por el formato de programas de televisión como Droit de Réponse y Apostrophes en los años 80.

La actualidad es un relato “a bâton rompu” cuya naturaleza específica nadie ha conseguido descifrar. Hasta la creación de un nuevo tipo de medios (google, facebook, twitter, etc), a las empresas de comunicación de todo el mundo les ha convenido pensar que el objeto de su negocio era la literatura. Proyectando el derecho constitucional a la Libertad de Expresión (Art.20 de la Constitución Española) han querido convertir la Prensa en un Parlamento de papel. Les resultaba cómodo el loable propósito de servir a la sociedad al tiempo que ejercían de lobbies al servicio de los partidos políticos. La colisión entre el derecho idealizado de los periodistas y los fines mercantiles reales de la empresa ha impedido que el legislador fuera capaz de definir y regular el perímetro de la profesión. Es como si entre las atribuciones del médico, además de sanar a los vivos le exigieran resucitar bíblicamente a los muertos.

Internet ha dado muerte al negocio del papel (20 euros el kilo, con tapa dura; 5 euros, en edición diaria) y ha dejado al descubierto los grandes pecados de la Prensa. Twitter ofrece gratuitamente libertad de expresión a granel y Google vende, por el mismo precio, toda la inmediatez y transparencia que el Público sea capaz de consumir. Del truculento business del chisme (p2p en inglés avanzado, carnaza en español) se encargan empresas como Facebook. Ha descapitalizado de una misma tacada el atrezo jurídico, el grandilocuente modus operandi del gallinero y la ficción de un código deontológico que perseguía ordenar sacerdotes luteranos con la excusa de regular la profesión. ¿Cómo han de ser imperativos en un oficio el secreto de confesión, el amor a la verdad y la renuncia a sacar tajada da la información?

Pecados capitales

Al final de los años 80 en España se libró una batalla decisiva entre partidarios de acotar la función del periodista profesional y los lobbies empresariales de la comunicación a los que nunca ha interesado reconocer la existencia de su sujeto profesional “colectivo”. Pero en realidad es un debate artificial: ni existe periodista que trabaje al margen de la periodicidad que marca la empresa, ni médico que pueda ejercer su profesión sin contar con los medios e infraestructuras sociales de todo el Hospital. Parafraseando a Brecht, ningún ingeniero ha levantado un puente, ningún arquitecto ha construido nunca un edificio. El monopolio no lo da la capacitación profesional, sino la voluntad política de controlar la Administración en beneficio propio. Al arquitecto le brindan privilegios injustos e inmorales para que los políticos puedan ejercer su derecho de pernada cada vez que un contribuyente quiera construir su casa.

Como se suele decir, en el pecado está siempre la penitencia. La Prensa está arruinada y no hay Expediente de Regulación de Empleo que de una salida honorable a decena de miles de periodistas en España. La mayoría se ha echado al monte o se ha levantado los refajos. No se puede entender la grave crisis institucional que padece nuestro país sin analizar el anunciado naufragio de la Prensa. ¿Qué fue del Estatuto profesional y del Código Deontológico cuando llevamos 4 años viendo como jóvenes periodistas y viejos comunicadores se prostituyen en plaza pública para ganarse los favores de Pablo Iglesias o Albert Rivera? ¿Qué se puede esperar de una profesión en la que cualquier periodista corrupta aspira a ser Alcaldesa, Ministra o Presidenta de una Comunidad autónoma?

La batalla decisiva que libraron El Mundo y El País en los años 90, se empezó a perder el 11 de marzo de 2004. Los que intentaban formular las preguntas correctas se enfrentaban a fuerzas políticas superiores y coordinadas. Como la cabra de Mr Seguin, la desigual lucha duró hasta el amanecer. Y ni siquiera sirve de consuelo ya que todo un candidato republicano a ocupar la Casa Blanca reconozca la no existencia de Al Qaeda devenida Estado Islámico. La Prensa Libre era el último bastión: la fortaleza de la Ilustración ha caído.

(Dedicado a Juancar y Mónica)

© Belge. 15-8-2016.

El botellón cierra 100.000 bares en España


Ya hay cifras oficiales. En España quedan 260.000 establecimientos hosteleros. Llegaron a ser más de 360.000 hace pocos años. La crisis provocado por la Unión Monetaria ha influido, pero también los nuevos usos surgidos a raíz del famoso “botellón”.  Los españoles son ahora mucho más reacios a salir de noche para encontrarse con locales desiertos. El gasto oficial en copas nocturnas – el segmento más rentable durante todo el siglo XX – ha caído a la mitad en la última década, hasta los 65 euros mensuales.

Según los datos que facilita la Consultora Nielsen para el sector Horeca, el perfil del cliente habitual está cambiando a marchas forzadas. Los españoles han dejado de ser fiel a unos pocos locales en los que se reunían, y empiezan a ser sensibles a las ofertas. Es la prueba evidente de la pérdida por deterioro de una cultura específica. Los consumidores más jóvenes prefieren consumir alcohol a granel o en modo cooperativo.

Por reacción, el bar tradicional tiende a involucionar hacia el modelo de cafetería impersonal con camareros mal pagados y cabreados. Baja la calidad del producto y suben los precios, a pesar de promocionarse lo contrario.  Pocos establecimientos conservan un servicio de cocina digno de ese nombre, como han popularizado algunos programas de televisión.  Y no pocos empresarios del ramo se han acabado por instalar en el litoral mediterráneo, a la caza del turista.