Lo evidente es lo último que se ve. A plena vista, la pauta de contagio resulta invisible. Es una sensación extraña la de encajar las piezas de un puzzle. La cronología de los hechos, las entrevistas de los mejores expertos, las explicaciones, las teorías de la conspiración, los debates, los datos, las preguntas, las dudas, los muertos, el miedo, la economía, siempre la economía. Estos 100 primeros días de la pandemia han sido un gigantesco brainstorming. Resulta extraño que nadie haya logrado explicar la extraña pauta de contagio del SARS COV 2. La humanidad entera está experimentado algo que podría definirse como un Síndrome de Estocolmo Colectivo. Ha sido tomada como rehén, no quiere razonar, no quiere rebelarse: se aferra al relato que le han prometido. T
odo va a salir bien.El testimonio directo de diversos médicos en España, Italia y China apunta a que los primeros casos de una neumonía atípica se registraron en octubre y noviembre. Los virólogos que han compartido sus conocimientos y dudas apuntan a que la epidemia podría haber estado latente durante un periodo indefinido. Es un dato relevante. Sea cual sea la tasa de transmisión en esa fase de incubación por debajo del rádar, un número considerable de personas quedó contagiado. Para cuando la clínica delató al silente virus, a final de diciembre en China, ya era demasiado tarde.
El patrón de contagioLos primeros focos destacados que rojean en el mapamundi coinciden con las principales rutas aéreas que conectan Wuhan con Corea del Sur, Irán, Italia, Francia y Suiza.
Estaba en lo cierto, y
por partida doble, pero esa idea no bastaba para explicar la virulencia del contagio en países católicos y ricos. A día de hoy, más del 60% de las 82.172 personas fallecidas contabilizadas por el Centro Johns Hopkins son católicas. Dejando a un lado el quién y el porqué, resultaba difícil explicar cómo un virus sintético iba a poder elegir a sus víctimas por sus creencias o religión. Era un reto, una pieza del puzzle difícil de encontrar, imposible de encajar.Tomé dos decisiones correctas al inicio de la crisis. No ver los informativos en la tele y limitar el debate a las personas inteligentes. Es una medida de contención derivada de la “estrategia antipulgas” que puede sonar extraña. Evitar la saturación informativa y el contagio de emociones tóxicas me parecía algo fundamental para poder analizar los hechos relevantes y formular otra de las primeras preguntas pertinentes. ¿Por qué hubo tantos muertos entre el personal sanitario de Wuhan?Las explicaciones de virólogos tan cualificados como
José Barberá,
Luis Enjuanes,
Máximo Sandín o el
Doctor Woo-Joo Kim son básicas para poder articular algunos conceptos y entender la lógica de contagio. No sólo parece entender de economía y religión, el SARS COV 2 también ha demostrado ser experto en tácticas militares. Ha traspasado fronteras, se ha infiltrado y camuflado entre la población sin resistencia, ha colapsado infraestructuras vitales, paralizado el centro neurálgico de varios países….En pocas palabras, ha alcanzado en menos de 100 días, el objetivo que una guerra convencional puede tardar años en lograr. Lo que la Crisis Subprime no acabó de conseguir entre 2007 y 2012. Someter a la díscola Italia, la caótica España y la poderosa Francia.La tercera pregunta, que me ronda desde hace 3 meses, tiene mucho que ver con la respuesta política y el relato que están construyendo los diferentes gobiernos afectados. No por ser predecibles son menos interesantes. Nadie ha querido o sabido explicar cuando compraron Alemania y sus aliados todo el material sanitario que iban a necesitar para afrontar la epidemia y esquivar el caos hospitalario. Tener o no tener respiradores y fármacos a tiempo, that is the question. Ya lo explicaban algunos profetas del Tea Party, como Robin Hanson: una diferencia de 1 a 10 en el número de muertes y en el tipo de cuarentena.El relato también es fundamental para entender los tiempos del contagio. Se presta a muchas preguntas y da pie a la confusión. Como principio básico de criminología, es la necesidad de control la que impulsa al culpable a querer construir o condicionar el relato. Es algo que saben todos los policías del mundo. El que se queja y protesta, es el que se ha tirado el pedo. Cuando sale un disidente chino a señalar con el dedo al gobierno de Pekín, la pregunta es: ¿quién le paga su parte del relato? ¿Son los mismos que patrocinan al Centro Johns Hopkins y a la Fundación Bill Gates para que puedan seguir publicando sus asombrosas predicciones?
Descifrando el patrón de contagioPara no alargar este análisis, son necesarias ya respuestas claras y concisas. Pero no puedo resistir la tentación de contar primero una pequeña anécdota, que ilustra cómo funcionan la memoria y el cerebro. La regla de los 3 segundos le servía a una niña de 6 años para recoger corriendo las chuches que se le caían al suelo y a mi para reírme y seguir gastando bromas durante años. Le seguía dando vueltas a la pregunta de los médicos chinos, y debatiendo con personas inteligentes cómo podía afectar la carga viral, cuando me llegó rebotada la chanza de los 3 segundos, devenidos 6 para los investigadores americanos. Y lo vi. Sin más, mientras nos reíamos por whatsapp.Hemos estado mirando en la dirección equivocada, buscando el rastro que deja un virus letal. El SARS COV 2 es muy contagioso y tiene una tasa de letalidad media que ronda el 10%. El personal sanitario jóven, en primera línea de fuego, es el más expuesto. Exceso de trabajo, exceso de confianza, descuida las medidas de prevención y contención, sí, pero sobre todo queda más tiempo expuesto y va acumulando una mayor carga viral. El Doctor Li Wilang, el primero en dar la voz de alarma, falleció con 36 años, el 7 de febrero, 50 días de haber sido contagiado. He ahí la claveLa gripe se llamaba en su origen Influenza. No es casualidad. Es un virus de baja intensidad, letal por acumulación de contactos. Pasa desapercibido, por debajo del radar, como simple resfriado o catarro. Las personas de más edad, con una agenda social más ocupada, con un sistema inmune tocado o debilitado por otras enfermedades o afecciones, son sus víctimas predilectas. El SARS COV 2 se propagó durante 2 meses antes de empezar a ser detectado, en paralelo desde 2 focos distintos e independientes: Milán y Wuhan. Mi teoría es que se pudo propagar en origen desde la zona de Nigeria, en África. En ese periodo, un millón de personas en Europa y otro millón en Asia incumbaron el coronavirus. A partir de esos dos meses, aparece la clínica del contagio. Es decir: empieza la “reinfección” y “acumulación letal” de virus en los organismos más débiles. Los países católicos y ricos son el caldo de cultivo ideal: población envejecida con mayor dependencia de la Red Sanitaria, con una vida social mucho mayor que en el resto del mundo, con una vida familiar intensa y gusto por el contacto de proximidad. Fue por azar o los que crearon el virus sintético eligieron la mejor estrategia de difusión posible. Mientras estábamos debatiendo estas premisas ayer, en INLUCRO, apareció una pieza importante del puzzle. La famosa simulación del Centro Johns Hopkins y de la Fundación Bill Gates, que predijo en 2018 el extraño patrón de contagio del SARS COV 2 se basa en el vídeo juego, Plague Inc. Me costó salir de mi asombro intelectual. Es una posible respuesta. A diferencia de anteriores simulaciones en la que los brotes pandémicos se originan desde la zona del antiguo Reino del Kongo, aquí la llama prende en Wuhan y se extiende a Corea del Sur, Irán e Italia. Ya solo faltaba rematar gol a puerta vacía. Hemos simulados las anteriores premisas con el Plague y el resultado ha sido este:
La programación de los algoritmos en las RRSS y en todo ese tipo de juegos nace de ese caldo de cultivo nihilista que Jaron Lanier acertaba a describir en su último libro. No es casualidad que refleje y refuerce los estereotipos y creencias del mundo anglosajón. Y que aparezcan sus demonios. Tras meses de feroz campaña climática, el mensaje mentiroso que propagan puritanos y maltusianos de forma subliminal es que la inmunidad de rebaño funciona y no es tan mala. Es lo que nos manda la Diosa Naturaleza para limpiar la Tierra y castigarnos por nuestros pecados. En el Olimpo del Marxismo Luterano, la que pita ahora, a la derecha de Odin, es ella. (c) Belge