Nunca es tarde para la reflexión científica. En pleno mes de julio, cuando los políticos se toman sus inmerecidas vacaciones y los periodistas se quedan sin temas, un mentecato – hay que acostumbrarse a llamar las cosas por su nombre – ha desatado una tormenta en un vaso de agua. Más allá del abyecto y cobarde linchamiento de un humilde trabajador que se esfuerza por sacar adelante a su familia, se plantea una cuestión científica olvidada, pero más actual que nunca.Señala Manolo García, ex compañero del mentecato en El Último de la Fila, que “defiende absolutamente que los catalanes hablen catalán”. Es un interesante punto de vista para la reflexión científica porque los testimonios directos e inocentes (no contaminados por la política) de la postguerra en Cataluña nos recuerdan que a nadie jamás se le prohibió, impidió o afeó que hablara catalán ni en público ni en privado.Si existieran fuerzas y movimientos que exigieran, democráticamente o no, que se prohibiera el catalán y se erradicara su uso en beneficio de la nación, entonces estaría legitimado que existieran grupos y opciones políticas que reivindicaran la defensa y el derecho a usar el catalán. Pero al quedar acreditado científicamente que no existen dichas fuerzas y movimientos, la ecuación jurídica entre derecho y obligación se invierte.¿Qué significa que se invierta la ecuación jurídica? En muchas ocasiones, y siempre en entorno de libertad real, aparecen grupúsculos minoritarios que exigen DERECHOS allí donde no existen obligaciones, presentándose como víctimas de los usos y costumbres. Reclaman el Derecho a la Eutanasia aquellos mismos que sueñan con ejecutar a los “viejos” que votan otras opciones. ¿Existe documentación sobre algún ser vivo al que hayan condenado a ser inmortal? El Derecho a la Eutanasia es un imperativo disfrazado. Y no es necesario elucubrar demasiado: Los nacional socialistas alemanes lo llevaban en su avanzado programa electoral.Lo que sí ha quedado científicamente acreditado y documentado es que existe una fuerza política beligerante que exige la “defensa y uso” del catalán. Y ya se han escuchado voces de políticos socialistas desleales y felones sugiriendo que se debería extender el uso del catalán a todos los españoles. Es decir: estos movimientos políticos nada democráticos exigen que se prohíba el castellano (español en realidad) y se imponga el catalán para gozar ellos y sus familias de privilegios y prevalencias políticas.Señalar y estigmatizar a un pobre camarero español que acredita hablar varios idiomas en el desempeño de su cometido para que pierda su trabajo es un pulso a toda la sociedad española: a ustedes, todos, y a mi. No sirve mirar para otro lado, como hacían los buenos ciudadanos alemanes mientras le quemaban la tienda al vecino o le apaleaban unos hijos de puta en plena calle. No hay elección. Es una declaración de guerra en toda regla. (c) Belge