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¿Hubo o no hubo burbuja inmobiliaria en España?


Jose García Montalvo, antes de ser reclutado por Zapatero para la causa, reconocía en sus escritos y estudios como consultor inmobiliario una gran verdad “científica”: la única correlación positiva que había conseguido analizar y documentar en relación al precio de los activos inmobiliarios tenían que ver con la actividad laboral y la tasa de ocupación. Dicho de otro modo: el precio de la vivienda crece y solo crece en proporción cuando se incrementa la empleo.

Es fundamental explicar esa sencilla verdad, de unos de los mayores activistas catalanes contra el sector inmobiliario, para entender el fenómeno que se produjo entre 1998 y 2003. Por primera vez en muchas décadas, hubo una fuerte creación de empleo en España y muchos ciudadanos optaron por mudarse a barrios mejores. Vendieron y/o alquilaron el piso viejo, y se compraron una casa nueva.

Tal y como el propio Montalvo reconoce en un libro que publicó en 2008, la obsesión común de los activistas catalanistas (ppcc) y sociocomunistas (ir) era manipular el sentimiento natural de mercado que tenía la Opinión Pública cocinando las estadísticas oficiales de Fomento. Y así fue como se empezaron a publicar en todos los medios cifras incoherentes y exageradas, con el único fin de corear falsedades en las televisiones. La insidiosa campaña sobre la “burbuja inmobiliaria” arranca en 2002 y se prolonga hasta el año 2010. Altos cargos del Ministerio de la Vivienda llegaron a decir, en numerosas tertulias, que el precio de la vivienda se había incrementado en España un 15% al año desde 1993.

Cualquier ciudadano que sepa usar una calculadora debería conocer que una tasa de crecimiento sostenida del 15% multiplica los precios por 8 en 15 años y por 16 en 20 años. Es evidente para todo el mundo – incluso los periodistas – que el precio de la vivienda NO multiplicó su precio por 16 entre 1990 y 2010, ni tan siquiera por 8 entre 1993 y 2008 como sostenían por tierra, mar y aire, miles de agitadores y asalariados de la Causa. De hecho, cualquier persona que accediese a las series del INE y de Fomento podía COMPROBAR que los precios se multiplicaron por 4 entre 1988 y 2008. El piso de 70 que costaba al lado del Calderón 100.000 euros pudo llegar a pagarse 300/350.000 euros en el pico de la boom.

Lo cierto es que NUNCA hubo burbuja inmobiliaria en España. Entre 1994 y 2008, solo se construyeron y promovieron en España 5,5 millones de vivienda, tercio de ellas en las playas como dotaciones turísticas. A pesar de incrementarse, vía inmigración, la población neta en 10 millones de almas, solo se edificaron 400 millones de M2 habitables. 4 millones de pisos y casas. Poca cosa a tenor de la fuerte demanda. Entre 1976 y 2016, solo se han construido en España 12 millones de viviendas, 8 millones para uso residencial. La población global ha crecido un 50%. Un piso por cada 2 habitantes en 40 años de tiempo.

(c) Belge

¿Cuál es el precio justo de una vivienda? (II)


Por definición, el valor intrínseco de un valor útil es su valor de reposición.  Lo que vale una casa es lo que cuesta edificarla. En sentido inverso,  el “Valor” de otro tipo de bienes, como es un cuadro de Picasso,  es siempre relativo: basta cambiar la firma y el motivo para que fluctúen el precio y la utilidad.

En el precio de una vivienda intervienen muchos factores:  los materiales, los costes fabriles, los impuestos y el derecho de residencia.  Si, además, no disponemos del ahorro suficiente, también hay que sumar los gastos financieros. Los materiales suponen un 30% del valor final;  los costes fabriles equivalen en España a 10.000 horas productivas y la tasa impositiva representa el 50% del valor final de una casa.

El “derecho de residencia” suele ser el precio que pagamos a la clase política, vía administración,  por el suelo y el correspondiente permiso de construcción. Varía en función inversa de la distancia desde el centro ideal considerado.  Desde el Km 0 hasta un radio máximo de 100 km, cada metro de desplazamiento útil que nos ahorramos tiene un determinado valor.  1km/día supone un  gasto extra de 10.000 euros.  Esto es: adquirir una vivienda alejada que obligue a la unidad familiar a recorrer en coche 30 km extra cuesta 300.000 euros más que la misma vivienda sita en el emplazamiento ideal.

En su día ideamos un modelo del precio de la vivienda en España basado en cinco tipos de círculos concéntricos.  Desde entonces, se ha disparado el coste del km recorrido, con un barril de petróleo a 150 dólares.

El Precio Justo de una vivienda correctamente situada incorporará, como parte del derecho de residencia, parte del ahorro que supone acudir a todas partes andando. En las grandes ciudades, con un centro difuso,  no resulta sencillo optimizar los desplazamientos útiles, de modo que es frecuente que el inversor tome decisiones erróneas basadas en percepciones ajenas.

El coste de fabricación de una vivienda de 200 metros, en terreno propio, ronda los 700 euros por m2 ante de impuestos  y los 1.000 euros por m2 después.  En el mercado libre, en cualquier ciudad española, es posible encontrar pisos habitables por debajo de los 1200 euros/M2.  Con este sencillo dato se puede ver que el “valor de mercado” se sitúa por debajo del “precio justo”, a pesar de que la percepción sea otra y que desde la política se “venda” la idea que tenemos “derecho” a disfrutar GRATIS de una serie de bienes y servicios.

Hace 40 años, como referencia válida, el precio del m2 rondaba las 7.000 pesetas. Tanto hoy como a mediados de los años 70, dicha cantidad era el equivalente al Salario Mínimo Interprofesional.  Por aquel entonces, no había entrado en vigor la Ley que obligaba a contratar los servicios de arquitectos y aparejadores para la construcción de un edificio, y tanto los impuestos como la corrupción de los partidos políticos eran notablemente menores.  La paradójica conclusión se impone:  desde que la vivienda ha dejado de ser un bien “útil” para pasar a ser un “derecho social”, la vivienda es mucho más barata para los “ricos” (3 veces más barata que en 2005) y completamente inasequible para los “pobres”.

(c) Belge

 

 

 

¿Cuál es el precio justo de una vivienda?


El concepto de precio justo se remonta a la Edad Media.   Mucho marxista despistado lo ha incorporado a su mochila retórica,  junto con cuatro ideas de andar por casa, pero lo cierto es que es un concepto propio que los pensadores de la Iglesia Católica oponen al precio de mercado (subasta).  Los urbanitas del siglo XXI, hijos de los urbanitas del siglo XX, tienden a creer que son modernos y viven “en progreso”, pero muchas de sus valores se remontan a esa Edad Media nominalista tan denostada hoy.

Ayer como hoy, el rechazo a la “usura” financiera prendió como un incendio de pasto bajo en medio de la fuerte crisis económica e institucional desatada por la Gran Epidemia de Peste.  Los deudores de entonces aprovecharon que el Moro Abu Malik era derrotado en la Vega de Pagana para mejorar su situación financiera a costa de los “usureros” que les habían prestado dinero. Nada mejor que excitar los bajos instintos de la turba.  Y para que no quepa duda: en ese siglo XIV y posteriores se consideraba “usura” pagar un 2% de interés por el capital prestado.

El precio justo que defendía la Iglesia Católica, frente a los paradigmas de protestantes, judíos y musulmanes, se basaba en la creencia de un “valor intrínseco” de bienes y servicios que servía para cimentar el status quo social. No es ninguna casualidad, pues, que los marxistas luteranos reintroduzcan la misma noción disfrazada de “derecho social”.  No existe tal “derecho social” y sí la íntima creencia de la gente en la existencia de un precio justo (valor intrínseco), pero de esa contradicción llevan viviendo más de un siglo millones de políticos populistas y demagogos.

La Fe en el Valor Intrínseco  no está reñida con la plena aceptación del Precio de Mercado.  Se podrían glosar con abundancia las diferencias entre paradigmas, pero el objeto de este análisis  es más elemental: determinar si existe un precio justo para todos los bienes, y como se puede calcular.  Por ejemplo, en el caso de un bien especialmente sensible como es la vivienda.

La formulación de la pregunta es fundamental: ¿Existe un precio justo del bien (valor intrínseco) o es necesario entregar el voto a un grupo de oportunistas para que “hagan valer socialmente” un derecho?  La respuesta es inequívoca:  existe un valor intrínseco, pero no es inmune al chantaje político. (sigue)

 

 

 

¿Cuándo es buen momento para comprar su vivienda?


La regla está clara. Hay que comprar cuando se puede, no cuando se quiere.  Lo que más influye, desde el punto de vista financiero, en el retorno positivo de un inmueble destinado a ser vivienda habitual, es la edad de los propietarios.  Cuanto más joven es el comprador,  más barata resultará la compra.

Un sencillo ejemplo permite ilustrar esta regla. Un joven nacido al final de los años 50 y que decidiera comprar un piso en Madrid al cumplir los 18 años, habría pagado menos de 3.000 euros por 3 dormitorios.  Suponiendo un valor actual de 150.000 euros, la rentabilidad en 40 años  sería de un 10,27% anual neto.  En efecto: 1,1027^40=50.  Pero ¿Qué habría ocurrido con la rentabilidad de su inversión si hubiera tenido la mala suerte de comprar en un pico de la demanda? Si hubiera pagado 6.000 euros por un piso idéntico, la rentabilidad sería del 8,38% neto al año.  Demostración: 1,0838^40=25.

Por razones políticas y electoralistas, le han hecho creer a toda una generación de españoles que el precio de la vivienda era una Cuestión de Estado, pero la diferencia entre comprar el punto álgido del boom en 2007 o hacerlo a precio de ganga en 2013, es menos de 1,5% al año.   En 2003, uno de los asesores catalanes de Zapatero para los asuntos inmobiliarios presumía de haber vendido su piso en Barcelona para irse a vivir de alquiler. Huelga decir que hizo un pan como una torta, pero si ayuda a plantear una cuestión interesante: ¿Cuándo es el momento idóneo para comprar una vivienda en función de mil vicisitudes económicas y personales?

Volviendo al socorrido ejemplo anterior, el hecho de renunciar a comprar en un momento dado esperando años una rebaja sustancial es sin duda la peor decisión.  El alquiler en Madrid ronda los 8 euros por m2 útil, por lo que el coste global de esperar hasta 2013 una hipotética rebaja del 50% asciende a  más de 50.000 euros.  Pero al dilatar una década la adquisición, el propietario tiene menos años para amortizar su inversión y las condiciones de la hipoteca empeoran notablemente. En 2007 era frecuente conseguir el 100%, a Euribor +0,25%. A partir de 2013, obtener un 80% a Euribor + 2% a un plazo 5 años menor,  supone pagar mucho más dinero con un retorno menor.

(c) Belge