En los estertores de su imperio colonial, en aguas de Valparaíso, España intentaba aferrarse al recuerdo de un pasado glorioso sin medir las fuerzas a las que se enfrentaba fuera y dentro de sus fronteras. Fue en ese contexto de marcada decadencia política y militar cuando el almirante Casto Méndez Nuñez acuño una de las frases más citadas de la cultura española: Primero honra sin Marina, que Marina sin honra. Más vale honra sin barcos, que barcos sin honra. En boca de un político de la talla de Winston Churchill, la lapidaria sentencia contra la razón pragmática devino: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra; elegisteis el deshonor, ahora tendréis la guerra”.Al gobierno de Mariano Rajoy le ha tocado navegar un mar hostil y bravucón desde antes de ganar las elecciones del 20-N de 2011. Hace poco, un analista menor, de esos que escriben en la Vanguardia, recordaba la “gran astucia” de Zapatero para comprometer al PP en la reforma exprés de la Constitución tal y como le había exigido la Canciller alemana en una infame carta. Venía a desmentir que CIU no estuviera avisada, como protestaron: era agosto y estaban todos de vacaciones. Cabría pensar que la mejor alternativa para Mariano Rajoy habría sido dejar que se hundiera la España de Zapatero, pero ese mismo error cometió Papandreu y a los dos meses Grecia estaba intervenida.Entre el 4 de marzo de 2012 y el 1 de octubre de 2017, la respuesta del gobierno de Mariano Rajoy al desafío catalanista, al chantaje financiero y a las amenazas golpistas fue lo suficientemente pragmática para ganar tiempo e impedir que la tensión política se desbordara. Era el mal menor a tenor de la necesidad de reconducir los desequilibrios presupuestarios y esquivar la tutela internacional. Era necesario seguir prestando dinero al entramado catalanista para evitar que la quiebra de Cataluña nos arrastrara a todos.Pero el Mal no descansa, como le intentaba explicar Churchill a sus compatriotas. El 1 de octubre, Mariano Rajoy eligió el deshonor al permitir que los insurrectos en Cataluña organizaran y celebraran, a la vista de toda la Comunidad Internacional, una patochada de referéndum destinada a mostrar la debilidad e inoperancia del Estado. Fue mal aconsejado e hizo un diagnóstico errado de la estrategia catalanista. Debió elegir la guerra, la confrontación directa y frontal. Habría bastado con dar un solemne ultimátum y aplicar el artículo 155 mucho antes, dejando que el catalanismo sufriera en sus carnes las consecuencias financieras del Desafío político al Estado. ¿Quién le habría reprochado al gobierno la posible quiebra de Cataluña?El error que comete Mariano Rajoy el 1-0 es pensar que no ha ocurrido nada irreversible y que tiene sentido buscar el apoyo del PNV para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado. Se ha abierto en la Historia de España un paréntesis que hace estéril cualquier esfuerzo económico y nos debilita como nación y sociedad. Lo de menos es que nos ridiculice ante el mundo entero un don nadie, con curriculum vitae falsificado, y aires de payaso de circo. Desde hace un año, la bolsa española no se mueve, y no se espera nada que la puede sacar de su letargo.