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¿Qué oculta el conflicto con Argelia?


La Pandemia ha sacado a flote todos los males de la patria. Se ha caído el decorado de cartón piedra y quedan cuatro gilipollas gesticulando delante de la cámara. Pura disidencia controlada. España es un polígono industrial lleno de carteles en las ventanas. Las aseguradoras, siempre tan previsoras, ya presagian la estatua al bombero voluntario. A cada familia le toca apoquinar 6.000 euros por inflación tras haberle impuesto Alemania 20 años de deflación china.

El que se ríe en su tumba, es Charles De Gaulle. El tiempo le ha dado la razón. Europa debía priorizar con celo su independencia energética y agroalimentaria. Recelaba de sus aliados anglosajones: La Unión Política con la que soñaba llegaba hasta Moscú para no ser rehén de los protestantes. ¿Qué diría hoy al ver que la UE germana ha provocado el empobrecimiento y quiebra de todos los países del sur y que el “amigo” americano le ha montado a Rusia una guerra en sus fronteras?

El ejercicio del poder es deprimente y frustrante. El verdadero sentido del Mito de Casandra es que el conocimiento y la credibilidad están condenados a fracasar frente a la lógica del imperio político. Los más listos, como siempre, los británicos, que van a lo suyo. ¿Dónde ha quedado relegada esa nación imperial que no se dejaba arrastrar en la primera y segunda guerra mundial? La España de hoy hace lo que le ordena EEUU. Leo las incontables chorradas sobre no sé qué teléfono móvil robado, que contenía el secreto de la Coca Cola, y me doy cuenta de que la mayoría de nuestros contemporáneos aún no ha metabolizado el Golpe de Estado del 1-0 y su réplica institucional del 1-J. Sigue sin entender qué estaba en juego ese día. Es mucho esperar de ella que vea el cartón de la cosa, lo fácil y barato que resulta cambiar un gobierno (11M), montar un golpe de estado (1-0) o provocar una guerra entre vecinos.

Al pusilánime y oportunista Feijoo, que es llano y no agudo aunque pretenda que le acentúen el apellido, como fustiga el genial De Prada, le está pasando lo mismo que le ocurrió a Pedro Sánchez: en su ansia por llegar a La Moncloa, tropieza con todos los marrones. Se ha convertido en ese político torpe e inoportuno que lleva 35 años de perfil a cargo de los Presupuestos Generales del Estado, esperando cobrar otros 20 como pensionista de primera. Amaga con citar al toro desde las taquillas. Es pronto para que reclame una Comisión Parlamentaria: de momento se conforma con pedir al gobierno de Tebboune que no castigue a los españoles: “No todas/todes somos igualas/igualos”.

A estas alturas del culebrón patrio, no es malicia pensar que su pretoriana guardia de asesores y consejeros especiales le habrá informado de que España forma parte de la OTAN y de la UE como socio florero. Ni voz ni voto, salvo que por desventura el conflicto de interés nos afecte de lleno. Si los argentinos se quedan con YPF por la cara y los golpistas catalanes nos saludan desde Bruselas con gran alboroto, ahí se nos ponen equidistantes y nos pasan la mano por la espalda con sentido afecto. En lo que va de siglo, el interés nacional se ha visto comprometido en Gibraltar, en Ceuta y Melilla, en el Sahara y, ahora, en Argelia, pero es en Ucrania donde nos impelen a actuar como miembro entusiasta del club.

(c) Belge

La Revolución de las Masas


Con las prisas por redactar la memoria de mi licenciatura y armar la que iba a ser mi tesis doctoral, tenía pendiente leer a Ortega y Gasset. No era Nietzsche, pero sí de los pocos autores españoles del siglo XX que figuraban en el currículo académico en países como Francia o Bélgica. Leer no es hojear un libro para descifrar las ideas que contiene, es escuchar la voz de su autor. Hay que aislarse del tiempo, a consciencia, hundido en una butaca o sentado debajo de un nogal.

La Revolución de las Masas es un ensayo que se deja leer, a pesar del siglo transcurrido. Algunas de las reflexiones siguen siendo actuales, aunque su autor sería hoy el primer sorprendido. Lo que pesaba como amenaza provisional ha devenido hábito social, y lo que soñaba, su perfecta caricatura. Pero es un producto de la época: la justa proporción de nihilismo puritano y positivismo aristocrático que justifica su éxito editorial.

Ortega dice masa al conjunto de hombres sin cualidades, que se asume como tal, frente a una minoría selecta que se exige un nivel de perfección. Por extensión, ese enfoque puritano deriva hacia una crítica de la democracia. Hay demasiada gente para tan poco sitio. El Espacio Vital está comprometido porque la plebe no asume su condición política y moral. Pretende mandar cuando no tiene cualidades para ejercer esa labor.

El concepto de Hombre Masa, sobre el que Ortega y Gasset cimenta su sistema carece de profundidad. Es el típico tópico que se espera de cualquier puritano británico o intelectual germano de finales del siglo XIX. La visión aristocrática de la historia política y del mérito psicológico no resiste el análisis riguroso. Hasta el más burro de los urbanitas alelaos contemporáneos puede tener destellos de genialidad y arrebatos de disciplina. Lo que nos lleva a la pregunta fundamental: ¿Cuántas horas al día debe esforzarse un intelectual español o un ciudadano corriente para no ser considerado Hombre Masa? ¿Qué trabajos y tareas debe evitar?

En su libro, no menciona la hecatombe de la IGM. ¿Cabe mayor servidumbre moral para un contemporáneo que la de acudir puntual a su cita con la muerte? El hecho, notable, contradice su propia definición. Acepta el pesado sacrificio en nombre de la civilización, como partícipe de la sociedad moral que le ha tocado vivir. No huye, ni le echa en cara a Ortega y Gasset que se fugara a Holanda y Portugal una década después. Si no hay mayor amor que dar su vida por los demás,aunque sea por razones equivocadas, la pretendida razón aristocrática de los puritanos quedó sepultada en las trincheras de Verdún y de Ypres.

La izquierda ilustrada y puritana, que emana de la revuelta luterana, ha hecho suya la dialectica para poder tunear las ideas y los conceptos que compromete en su ejercició del poder. Haz lo que predico, nunca lo que hago. Hoy puede elevar loas en el altar de la Democracia Plena y seguir señalando al Hombre Masa con el índice, acusado de populista. Si disiente de las líneas maestras de la Revolución Puritana, y no comulga con los mandamientos y consignas políticas de la Agenda, se convierte en un bulto sospechoso. Es necesariamente prescindible en la nueva sociedad de castas ejemplares.

El “vivir a gusto, es de plebeyos”, que coreaban con entusiasmo filósofos como Goethe, Spencer, Charles Darwin y el propio Ortega y Gasset, vuelve a sonar tras el paréntesis de la II GM: El “No necesitas nada para ser feliz” ha devenido “No tendrás nada y serás feliz” y se quedará pronto en “No tendrás nada”. La felicidad está muy sobrevalorada.

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¿De parte de quién está el Diablo?


Guste o no, Vladimir Putin nos ha hecho un favor a todos. No me refiero a los casi 1000 civiles muertos en el este de Ucrania, que ya serán más, sino a esa mayoría silenciosa pastoreada por periodistas a sueldo. Los columnistas de PFIZER nunca lo entenderán pero la realidad es tozuda. “La guerra es la continuación de la política por otros medios” dejó escrito Carl Von Clausewitz cuando la ciencia de la cronología ocupaba un lugar en los planes de estudio. Lo que viene a decir es que se negocia cuando se puede y se pelea cuando se debe.

El Destino es caprichoso y eligió a Donald Trump para restañar heridas y reconducir las relaciones con el Kremlin. Lo dejó cantado Sabina. Cuando menos se espera, va el Diablo y se pone de nuestra parte. El deslenguado líder de los Republicanos rebajó la tensión bélica en Siria y en Dombás y con ello salvó miles de vidas. Si alguien mereció nunca el Premio Nobel de la Paz ese fue, sin duda, el “odiado” Trump. Qué extraño todo.

La doble lealtad de los periodistas españoles, que se deben por igual a PFIZER y a La Caixa, no les ha impedido tomar partido en la Guerra de Ucrania. Los más tontos y venales se inventan poses y términos “woke”, al gusto de la Internacional Puritana, para hacer olvidar sus equidistantes artículos sobre el País Vasco y Cataluña. Pero las minorías rusas en Ucrania nos brindan una valiosa lección de Historia: durante los 8 años que ha durado el conflicto, se han mantenido firmes en primera línea de fuego. Lo más fácil siempre es esperar a que vengan los refuerzos a sacar las castañas del fuego. Que se lo digan al pueblo saharauí, que se puso de perfil cuando le tocaba “elegir” seguir siendo parte de España.

La Revolución Puritana ha derrapado en el Este de Europa. Primero fueron Polonia y Hungría, en defensa de sus valores, y ahora es Ucrania, meando fuera del tiesto. La falta de química personal entre Biden y Putin ha dado alas a las facciones más radicales y absurdas. Que los planes estratégicos del Imperio de la Triple A no eran esos lo evidencia el brusco giro de 180 grados en la política de vacunación forzosa e implantación del Pasaporte Sanitario. El ostracismo y el señalamiento de los disidentes han cesado de golpe en pos de lograr la Unión Sagrada de la Patria contra el Ruso.

Suena a chiste, pero es tan real como la nueva normalidad nazi que padecemos desde hace dos años: el coronavirus ha devenido gripe de toda la vida de un día para otro. Los médicos ya no deben informar y los pacientes contagiados ya no deben guardar cuarentena. Mueren en exceso los mismos o más que en 2020 y 2021, pero ahora el gobierno ha decidido que ya no es necesario contabilizar las defunciones. Los prolegómenos de la guerra proteccionista por el control de la anglobalización han finalizado y ahora toca excitar y movilizar al populacho.

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¿Quién te cae mejor, Biden o Putin?


El 91% exacto de los que accedieron a contestar la encuesta anónima en Twitter, lo hicieron a favor de Putin. Durante la primera hora, el presidente americano no logró ni un solo voto: el 100% de los usuarios eligió al desprestigiado líder ruso. Fue una intuición la que me impulsó a plantear la pregunta en esos términos. Pretendía verificar si existe disonancia entre la Opinión Pastorizada, y debidamente encauzada, y la opinión del público anónimo en las RRSS. Medir la distancia entre lo que siente la gente de forma espontánea y el discurso belicista que construyen los medios de comunicación. Al tratarse de una encuesta anónima, sin repercusión alguna, no existía sesgo. La pregunta obliga a razonar, desde la lógica interna de un sistema de valores, sin condicionar la respuesta.

Nadie lo va a reconocer, pero a todos les encanta Putin. Por el mismo motivo que adoraban de niños a Don Diablo y ahora les gusta Homer Simpson. Eso sí, en cuanto les ponen el micrófono delante, y les enfoca la cámara, se convierten en aspirantes a Miss España, deseando “la paz en el mundo”. Se activa automáticamente el mecanismo que han interiorizado desde críos, bajo la tutela constante de los padres y de los educadores.

Por algún motivo que desconocemos, la quinta columna de PFIZER en España tiene una opinión unánime sobre cualquier tema. La tercera dosis es mejor que la segunda, Ayuso es mejor que Casado, y Pablo Iglesias no acierta ni cuando rectifica. Ahora toca linchar a Putin y movilizar al ejército español para defender las fronteras ucranianas. Piden mano dura con los empresarios y deportistas rusos, esos mismos que nunca levantaron un dedo para señalar a los cómplices vascos y catalanes de ETA. Dicen que es una invasión, y no una guerra, los que llaman guerra a la Guerra de Siria, y no intervención militar. ¿Será para que olvidemos que han pasado 8 años desde que empezó la guerra en Ucrania?

No importa demasiado saber el porqué y el porqué no, tampoco si hay buenos o malos, ni quién se llevará el gato al agua. La pregunta pertinente es CUÁNDO. ¿Con cuánto tiempo han premeditado los puritanos esta crisis en Ucrania? Pista de ello nos da la extraña elección de Volodymyr Zelenski, el títere de televisión al que prepararon a conciencia para ejercer de Presidente. No es tanto por el porcentaje bananero con el que fue elegido como por la cuidada fase de preparación que lleva el sello americano. Empezaron a maquinar la cosa, cuando Hillary y Biden se quedaron fuera de la Casa Blanca. Siempre que el Deep State elige a un títere o actor para “representar” el papel de “buen político”, es para impulsar planes de guerra.

La Revolución Puritana en marcha empieza a mostrar el verdadero rostro de esa anglobalización decadente. No tiene demasiado interés hacer el inventario de agravios y comparaciones odiosas, porque los que peinan canas tienen memoria y recuerdan cómo fue la guerra fría. La crisis provocada en Ucrania, tras los prolegómenos políticos sanitarios, está moviendo a los columnistas de PFIZER a exigir el rearme del Ejército Alemán, financiado a pachas por los primos y los PIGS del SUR.

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