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La Revolución de las Masas


Con las prisas por redactar la memoria de mi licenciatura y armar la que iba a ser mi tesis doctoral, tenía pendiente leer a Ortega y Gasset. No era Nietzsche, pero sí de los pocos autores españoles del siglo XX que figuraban en el currículo académico en países como Francia o Bélgica. Leer no es hojear un libro para descifrar las ideas que contiene, es escuchar la voz de su autor. Hay que aislarse del tiempo, a consciencia, hundido en una butaca o sentado debajo de un nogal.

La Revolución de las Masas es un ensayo que se deja leer, a pesar del siglo transcurrido. Algunas de las reflexiones siguen siendo actuales, aunque su autor sería hoy el primer sorprendido. Lo que pesaba como amenaza provisional ha devenido hábito social, y lo que soñaba, su perfecta caricatura. Pero es un producto de la época: la justa proporción de nihilismo puritano y positivismo aristocrático que justifica su éxito editorial.

Ortega dice masa al conjunto de hombres sin cualidades, que se asume como tal, frente a una minoría selecta que se exige un nivel de perfección. Por extensión, ese enfoque puritano deriva hacia una crítica de la democracia. Hay demasiada gente para tan poco sitio. El Espacio Vital está comprometido porque la plebe no asume su condición política y moral. Pretende mandar cuando no tiene cualidades para ejercer esa labor.

El concepto de Hombre Masa, sobre el que Ortega y Gasset cimenta su sistema carece de profundidad. Es el típico tópico que se espera de cualquier puritano británico o intelectual germano de finales del siglo XIX. La visión aristocrática de la historia política y del mérito psicológico no resiste el análisis riguroso. Hasta el más burro de los urbanitas alelaos contemporáneos puede tener destellos de genialidad y arrebatos de disciplina. Lo que nos lleva a la pregunta fundamental: ¿Cuántas horas al día debe esforzarse un intelectual español o un ciudadano corriente para no ser considerado Hombre Masa? ¿Qué trabajos y tareas debe evitar?

En su libro, no menciona la hecatombe de la IGM. ¿Cabe mayor servidumbre moral para un contemporáneo que la de acudir puntual a su cita con la muerte? El hecho, notable, contradice su propia definición. Acepta el pesado sacrificio en nombre de la civilización, como partícipe de la sociedad moral que le ha tocado vivir. No huye, ni le echa en cara a Ortega y Gasset que se fugara a Holanda y Portugal una década después. Si no hay mayor amor que dar su vida por los demás,aunque sea por razones equivocadas, la pretendida razón aristocrática de los puritanos quedó sepultada en las trincheras de Verdún y de Ypres.

La izquierda ilustrada y puritana, que emana de la revuelta luterana, ha hecho suya la dialectica para poder tunear las ideas y los conceptos que compromete en su ejercició del poder. Haz lo que predico, nunca lo que hago. Hoy puede elevar loas en el altar de la Democracia Plena y seguir señalando al Hombre Masa con el índice, acusado de populista. Si disiente de las líneas maestras de la Revolución Puritana, y no comulga con los mandamientos y consignas políticas de la Agenda, se convierte en un bulto sospechoso. Es necesariamente prescindible en la nueva sociedad de castas ejemplares.

El “vivir a gusto, es de plebeyos”, que coreaban con entusiasmo filósofos como Goethe, Spencer, Charles Darwin y el propio Ortega y Gasset, vuelve a sonar tras el paréntesis de la II GM: El “No necesitas nada para ser feliz” ha devenido “No tendrás nada y serás feliz” y se quedará pronto en “No tendrás nada”. La felicidad está muy sobrevalorada.

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¿De parte de quién está el Diablo?


Guste o no, Vladimir Putin nos ha hecho un favor a todos. No me refiero a los casi 1000 civiles muertos en el este de Ucrania, que ya serán más, sino a esa mayoría silenciosa pastoreada por periodistas a sueldo. Los columnistas de PFIZER nunca lo entenderán pero la realidad es tozuda. “La guerra es la continuación de la política por otros medios” dejó escrito Carl Von Clausewitz cuando la ciencia de la cronología ocupaba un lugar en los planes de estudio. Lo que viene a decir es que se negocia cuando se puede y se pelea cuando se debe.

El Destino es caprichoso y eligió a Donald Trump para restañar heridas y reconducir las relaciones con el Kremlin. Lo dejó cantado Sabina. Cuando menos se espera, va el Diablo y se pone de nuestra parte. El deslenguado líder de los Republicanos rebajó la tensión bélica en Siria y en Dombás y con ello salvó miles de vidas. Si alguien mereció nunca el Premio Nobel de la Paz ese fue, sin duda, el “odiado” Trump. Qué extraño todo.

La doble lealtad de los periodistas españoles, que se deben por igual a PFIZER y a La Caixa, no les ha impedido tomar partido en la Guerra de Ucrania. Los más tontos y venales se inventan poses y términos “woke”, al gusto de la Internacional Puritana, para hacer olvidar sus equidistantes artículos sobre el País Vasco y Cataluña. Pero las minorías rusas en Ucrania nos brindan una valiosa lección de Historia: durante los 8 años que ha durado el conflicto, se han mantenido firmes en primera línea de fuego. Lo más fácil siempre es esperar a que vengan los refuerzos a sacar las castañas del fuego. Que se lo digan al pueblo saharauí, que se puso de perfil cuando le tocaba “elegir” seguir siendo parte de España.

La Revolución Puritana ha derrapado en el Este de Europa. Primero fueron Polonia y Hungría, en defensa de sus valores, y ahora es Ucrania, meando fuera del tiesto. La falta de química personal entre Biden y Putin ha dado alas a las facciones más radicales y absurdas. Que los planes estratégicos del Imperio de la Triple A no eran esos lo evidencia el brusco giro de 180 grados en la política de vacunación forzosa e implantación del Pasaporte Sanitario. El ostracismo y el señalamiento de los disidentes han cesado de golpe en pos de lograr la Unión Sagrada de la Patria contra el Ruso.

Suena a chiste, pero es tan real como la nueva normalidad nazi que padecemos desde hace dos años: el coronavirus ha devenido gripe de toda la vida de un día para otro. Los médicos ya no deben informar y los pacientes contagiados ya no deben guardar cuarentena. Mueren en exceso los mismos o más que en 2020 y 2021, pero ahora el gobierno ha decidido que ya no es necesario contabilizar las defunciones. Los prolegómenos de la guerra proteccionista por el control de la anglobalización han finalizado y ahora toca excitar y movilizar al populacho.

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¿Quién te cae mejor, Biden o Putin?


El 91% exacto de los que accedieron a contestar la encuesta anónima en Twitter, lo hicieron a favor de Putin. Durante la primera hora, el presidente americano no logró ni un solo voto: el 100% de los usuarios eligió al desprestigiado líder ruso. Fue una intuición la que me impulsó a plantear la pregunta en esos términos. Pretendía verificar si existe disonancia entre la Opinión Pastorizada, y debidamente encauzada, y la opinión del público anónimo en las RRSS. Medir la distancia entre lo que siente la gente de forma espontánea y el discurso belicista que construyen los medios de comunicación. Al tratarse de una encuesta anónima, sin repercusión alguna, no existía sesgo. La pregunta obliga a razonar, desde la lógica interna de un sistema de valores, sin condicionar la respuesta.

Nadie lo va a reconocer, pero a todos les encanta Putin. Por el mismo motivo que adoraban de niños a Don Diablo y ahora les gusta Homer Simpson. Eso sí, en cuanto les ponen el micrófono delante, y les enfoca la cámara, se convierten en aspirantes a Miss España, deseando “la paz en el mundo”. Se activa automáticamente el mecanismo que han interiorizado desde críos, bajo la tutela constante de los padres y de los educadores.

Por algún motivo que desconocemos, la quinta columna de PFIZER en España tiene una opinión unánime sobre cualquier tema. La tercera dosis es mejor que la segunda, Ayuso es mejor que Casado, y Pablo Iglesias no acierta ni cuando rectifica. Ahora toca linchar a Putin y movilizar al ejército español para defender las fronteras ucranianas. Piden mano dura con los empresarios y deportistas rusos, esos mismos que nunca levantaron un dedo para señalar a los cómplices vascos y catalanes de ETA. Dicen que es una invasión, y no una guerra, los que llaman guerra a la Guerra de Siria, y no intervención militar. ¿Será para que olvidemos que han pasado 8 años desde que empezó la guerra en Ucrania?

No importa demasiado saber el porqué y el porqué no, tampoco si hay buenos o malos, ni quién se llevará el gato al agua. La pregunta pertinente es CUÁNDO. ¿Con cuánto tiempo han premeditado los puritanos esta crisis en Ucrania? Pista de ello nos da la extraña elección de Volodymyr Zelenski, el títere de televisión al que prepararon a conciencia para ejercer de Presidente. No es tanto por el porcentaje bananero con el que fue elegido como por la cuidada fase de preparación que lleva el sello americano. Empezaron a maquinar la cosa, cuando Hillary y Biden se quedaron fuera de la Casa Blanca. Siempre que el Deep State elige a un títere o actor para “representar” el papel de “buen político”, es para impulsar planes de guerra.

La Revolución Puritana en marcha empieza a mostrar el verdadero rostro de esa anglobalización decadente. No tiene demasiado interés hacer el inventario de agravios y comparaciones odiosas, porque los que peinan canas tienen memoria y recuerdan cómo fue la guerra fría. La crisis provocada en Ucrania, tras los prolegómenos políticos sanitarios, está moviendo a los columnistas de PFIZER a exigir el rearme del Ejército Alemán, financiado a pachas por los primos y los PIGS del SUR.

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El pagafantas y los columnistas de PFIZER


Blitzkrieg. El concepto lo acuñó el ejército alemán. Abrir brecha por sorpresa en las filas enemigas para facilitar el paso de las divisiones acorazadas y desorganizar la línea de defensa. Para cuando el objetivo se quiere reorganizar, ya ha sido derrotado. A grandes rasgos, es lo que le ha ocurrido a Pablo Casado, el “pagafantas” de la derecha española tras el pobre resultado cosechado en las Elecciones Autonómicas de Castilla y León.

Pablo Iglesias describió, en una de sus intervenciones parlamentarias, el papel que estaba jugando Pablo Casado al frente del Partido Popular: el de pagafantas.Es una forma mordaz de resumir la trayectoria del joven político castellano, desde que el barco se va a pique hasta que le tiran por la borda. Disfrazado de venerable abuela, Nuñez Feijoo, ya había subido sus dos apellidos al bote salvavidas y navegaba rumbo a Galicia.

En 3 días, todo el Almanaque de Gotha del columnismo español recibió la consigna de darle leña al mono. Le tocó faenar lo suyo a Cayetana Ávarez de Toledo, es de imaginar que por lo de la sangre azul. No le ahorraron ni las burlas subidas de tono, ni las humillaciones, para pasmo de una izquierda mediática que no sabía por donde arreciaba el temporal. Pero cuando rebobinamos mentalmente la película, y analizamos el reparto de papeles, observamos que no se dejó nada al azar.

A Pablo Casado, le tenían “marcado” desde que asume el timón de la embarcación. La primera noticia del Máster la filtra El Mundo el 17 de mayo de 2018. Es el rival a batir, toda vez que Soraya Saez de Santamaría suscita demasiada oposición interna. El rastro de tinta que dejan los caracoles en las hemerotecas nunca engaña. Fuera del foco quedaban a resguardo los futuros activos de la cantera gallega, esperando el momento de enseñar la patita, como acaba de hacer Adrián Pardo. La lógica, hasta ahora, era que a un candidato gallego le sucediera otro castellano, por el enorme peso de sus federaciones territoriales.

El líder del PP no era plenamente consciente de su vulnerabilidad. “Me he podido equivocar, pero no he hecho nada malo”. La frase con la que imploraba clemencia a sus verdugos evidencia sus males. Desde Murcia no sólo buscaban sacar del tablero a Pablo Iglesias, sino también provocar el relevo de Casado. No le hacían ascos a la idea de gestionar una GroSSe Koalitión llenita de euros. Pero sonó la flauta y tuvieron que aguardar hasta la siguiente cita electoral.

Casado no supo interpretar la huida de Pablo Iglesias y cometió el mayor error de su carrera política al no aprovechar la moción de censura de Murcia para convocar elecciones en Andalucía y Castilla -León. Entregar la iniciativa política a sus rivales y enemigos era exponerse a un final de navajas como el que hemos visto. La extemporánea campaña de Mañueco como telonero de las elecciones en Andalucía no es menos extraña que el airado victimismo de Isabel Díaz Ayuso. El que le comió la oreja a Pablo Casado sabía que la estrategia estaba condenada al fracaso. La pérdida de peso electoral de Castilla y León no tiene enmienda. El voto más fiel y decisivo se quedó confinado en casa.

El giro al centro y la estrategia de regeneración no suele funcionar. El PSOE lo intentó en los 90, y fracasó. Los conservadores han intentado clonar a Albert Rivera y ha acabado como el rosario de la aurora. Los partidos políticos son organizaciones cuasi mafiosas que nacen, crecen y desaparecen (con el dinero). En la mayoría de las regiones, el voto al Partido Popular ha quedado reducido a la mitad. El votante se ha hecho mayor y el relevo generacional no acaba de llegar. Para colmo de males, los más jóvenes y los más radicales prefieren a VOX. El rostro de los manifestantes de la calle Génova ilustra la cuadratura del círculo del pensamiento reaccionario o reactivo. Se aferran al espejismo de la victoria electoral de Ayuso sin pararse a pensar que PP y VOX no pueden sumar una mayoría suficiente para gobernar si salen a pescar votos en el mismo caladero. Con 4 grandes formaciones en liza, sería un milagro matemático que el PP de Feijoo alcanzara los 80 diputados para empatar con VOX. ¿De qué serviría?

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