Los falsificadores
En los trances en los que estamos – la quiebra definitiva del monetarismo – igual conviene recapitular. Tengo buenas razones para sospechar que la inmensa mayoría de nuestros contemporáneos se halla más confundida y desanimada que si intentara seguir en televisión el argumento de la serie Perdidos. No les queda otra. Les toca asistir a la tertulia que tienen montada los economistas, políticos y periodistas varios que se pelean por el micrófono para explicar la crisis que no vieron venir, e incluso negaron. No saben que palo de la baraja pinta, pero cantan las 40 con total desparpajo.
Empezaré por la anécdota de un pequeño contencioso, años atrás, con un creador de mercado cuyo nombre no quiero recordar. Sin entrar en detalles triviales acerca del fraude, cuando finalmente conseguí ponerme en contacto con la CNMV, descubrí que el funcionario que atendía amablemente mi reclamación, ni tenía conocimientos para entrar en el fondo del asunto, ni se planteaba hacerlo. No me enojé, al contrario: no hay nada más tranquilizador en este mundo que descubrir que los Reyes Magos son los padres. El tan cacareado control del mercado de los derivados en España – y por extensión lógica, de los mercados a secas – era/es, en el mejor de los casos, una ficción, y en el peor, una falacia. Cosas que se dicen para meterle “sólo la puntita” al inversor. Casualidad maravillosa, el propio Alan Greenspan lo confesaba esta semana: “Quienes confiamos en el interés de las instituciones prestamistas en proteger el patrimonio del accionista -incluido yo- estamos atónitos y no podemos creer lo que han hecho”. Créaselo, Sr Greenspan: la criatura está ya de 9 meses, redonda como una cebolla.
La crisis actual y lo que ha ocurrido – el cómo, cuándo y porqué – hay que explicarlo de manera que al menos lo entienda un niño de 8 años (o en su defecto, una niña de 6). A los adultos, ni intentarlo: nunca podrán entender y asumir su propia condición ciudadana a plena luz. Con el tiempo, el simple interés deviene irremediablemente interés compuesto.
El mecanismo del monetarismo y todos sus avatares se puede reducir al siguiente esquema simplificado: la división del trabajo de la falsificación de la moneda
En los trances en los que estamos – la quiebra definitiva del monetarismo – igual conviene recapitular. Tengo buenas razones para sospechar que la inmensa mayoría de nuestros contemporáneos se halla más confundida y desanimada que si intentara seguir en televisión el argumento de la serie Perdidos. No les queda otra. Les toca asistir a la tertulia que tienen montada los economistas, políticos y periodistas varios que se pelean por el micrófono para explicar la crisis que no vieron venir, e incluso negaron. No saben que palo de la baraja pinta, pero cantan las 40 con total desparpajo.
Empezaré por la anécdota de un pequeño contencioso, años atrás, con un creador de mercado cuyo nombre no quiero recordar. Sin entrar en detalles triviales acerca del fraude, cuando finalmente conseguí ponerme en contacto con la CNMV, descubrí que el funcionario que atendía amablemente mi reclamación, ni tenía conocimientos para entrar en el fondo del asunto, ni se planteaba hacerlo. No me enojé, al contrario: no hay nada más tranquilizador en este mundo que descubrir que los Reyes Magos son los padres. El tan cacareado control del mercado de los derivados en España – y por extensión lógica, de los mercados a secas – era/es, en el mejor de los casos, una ficción, y en el peor, una falacia. Cosas que se dicen para meterle “sólo la puntita” al inversor. Casualidad maravillosa, el propio Alan Greenspan lo confesaba esta semana: “Quienes confiamos en el interés de las instituciones prestamistas en proteger el patrimonio del accionista -incluido yo- estamos atónitos y no podemos creer lo que han hecho”. Créaselo, Sr Greenspan: la criatura está ya de 9 meses, redonda como una cebolla.
La crisis actual y lo que ha ocurrido – el cómo, cuándo y porqué – hay que explicarlo de manera que al menos lo entienda un niño de 8 años (o en su defecto, una niña de 6). A los adultos, ni intentarlo: nunca podrán entender y asumir su propia condición ciudadana a plena luz. Con el tiempo, el simple interés deviene irremediablemente interés compuesto.
El mecanismo del monetarismo y todos sus avatares se puede reducir al siguiente esquema simplificado: la división del trabajo de la falsificación de la moneda