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Lo que el calentamiento global se llevó

Llegó el 31 de agosto de 2018 y el calentamiento global, que veníamos anunciando desde el pasado 1 de junio, se llevó 366.000 empleos por delante. Son 100.000 empleos destruidos más que el 31 de agosto de 2017. La cifra es significativa: Datos son amores, y lo demás, buenas razones.

La Moción de Censura instrumental que idearon PNV, Ciudadanos y Psoe, con la ayuda puntual de ETA y de los partidos de la insurrección catalanista, buscaba aprovechar el viento de bonanza que inflaba las velas de la economía española antes de un verano que se anunciaba excepcional. Con el timing preciso llegaron el linchamiento de Cristina Cifuentes, la disolución de ETA, el visto bueno del PNV a los Presupuestos Generales del Estado, la renuncia de la CUP a provocar elecciones en Cataluña y la sentencia del Caso Gurtel. Todo estaba listo y la maquinaria, a punto.

Pero no habían tenido en cuenta los efectos del calentamiento global. Desde que los pobres han decidido que quiere vivir como los ricos, el planeta se resiente. Llueve en primavera, hace menos calor en verano, y los inviernos son suaves: De seguir esta tendencia nefasta, los expertos pronostican que el Sahel africano podría volver a convertirse en el vergel que fue hace miles de años. En buena lógica, los negros migratorios que ya estaban adaptados a las duras condiciones climáticas del inhóspito desierto africano han decidido que lo mejor para ellos y sus familias es saltar las vallas de Ceuta y Melilla y caminar al Norte.

Los hooligans británicos y alemanes, que son gente metódica hasta para programar sus borracheras en Mallorca con meses de antelación, estaban muy pendientes de todos los matices de los partes meteorológicos de Televisión Española. Horas y horas, cada día. No se perdieron ni una de las palabras de la catalana Mónica López en meses, para llegar finalmente a una conclusión inevitable. A pesar de los disturbios en Turquía, del mal rollo político en Italia, de la incomprensible hostilidad que sienten los griegos  por los alemanes y de los problemas de seguridad en los resorts de las costas africanas, el calentamiento global no aconsejaba veranear este año en España.

Ya barruntaba algo el nuevo gobierno del Psoe y Podemos. Sus expertos para asuntos económicos ya les habían avisado que el selecto turista anglosajón y germano no quería saber nada este año de balconing, de sexo callejero ni de violaciones impunes en las costas españolas. Por primera vez, en décadas, se ha disparado la ocupación hotelera en la desembocadura del Támesis y en los coquetos pueblos de la Bahía de Lubeck. Aún así, niegan que el turismo internacional se haya desplomado un 30% en los destinos más habituales de la Costa Brava. A lo sumo un 5%, compensado por el esfuerzo solidario y mayor gasto realizado por los socios del Comité de Defensa de la República.

Que el otoño viene caliente, ya lo explica Mónica López en la tele, al empezar y acabar todos informativos. Peligran con ello, la vuelta al cole, la venta de paraguas y la recogida de setas. Nadie debe esperar, por lo tanto, que mejoren los datos de empleo de 2017 ni que prosiga la recuperación económica en España. La fuerte subida del barril del petróleo, por la especulación de los especuladores, y menores ingresos turísticos por el cambio climático invitan a incrementar la presión fiscal sobre el diésel y a presentar unos nuevos Presupuestos Generales del Estado para 2019 más ajustados a la nueva realidad que padecen España y el Norte de Europa.

(c) Belge
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