El relato del apocalipsis es un arquetipo universal. En su forma moderna y occidental, lo conocemos por el Libro de las Revelaciones, pero recrea un viejo mito griego. En la tinaja que le había regalado a Pandora para vengarse de Prometeo, Zeus escondió la Guerra, el Hambre, la Enfermedad y la Esperanza. En su versión bíblica, los males de la tierra llegan a caballo, como los vándalos. La Guerra cabalga un corcel negro y el Hambre, uno rojo. La Enfermedad llega a lomos de un animal de color bayo y detrás, de blanco, la Esperanza.
Los Puritanos, que son fundamentalistas, creen en la Revelación. No es extraño que los mimbres que cortaron para su Revolución echaran raíces en el terreno abonado de la Memoria Colectiva. La cronología política del siglo XXI es indudablemente bíblica. El primer jinete que vino montaba una bestia negra azabache. Llegó sin anunciar, el 11 de septiembre de 2001. ¿Una Teoría de la Conspiración? Lo cierto es que las Torres Gemelas no se cayeron por accidente. Todas las víctimas inocentes que murieron en Afganistán, Iraq, Libia, Siria o Ucrania, las que cayeron en Madrid o París, pagaron con sus vidas un tributo al Dios de la Guerra.El segundo jinete, de rojo, vino precedido por un rumor de cascos lejanos, pero causó tal pavor y conmoción entre los atribulados agentes económicos, que el crédito y la solvencia del sistema financiero se perdió para siempre. Hace tanto tiempo que Occidente no sabe lo que es el Hambre, que la creciente desconfianza en los Mercados ha minado los cimientos de la Anglobalización. Tras el colapso de Lehman Brothers y las trampas contables de la FED y del BCE, la ruina de la clase media asustada y el ocaso de la Democracia estaban cantados. El tercer jinete se hizo anunciar con 12 campanadas, pero de noche todos los caballos son pardos, como el champán. El miedo a la enfermedad es un virus silente que lo esteriliza todo. No hay sociedad que lo pueda resistir mucho tiempo. En el tarot, la Peste Negra es la estampa misma de la Muerte. La sospecha enemista a los hermanos y convierte en extraños a los amigos. El Anticristo cabalga una misteriosa yegua que se confunde, de blanco inmaculado, con la Esperanza. Es la sal de todas las lágrimas de posguerra, que refleja espejismos letales en el horizonte. Los Puritanos ya proclaman su dionisiaca venida para 2030. Si Dios no lo remedia, Nietzsche y Heidegger se van a reír en sus tumbas del ingenuo André Malraux. © Belge