El debate es recurrente en España. Como si fuera una maldición bíblica, regresamos a añadir capítulos al Desastre del 98 y a Los Males de la Patria de Lucas Mallada. Cuando no se dedica a urdir conspiraciones y revoluciones, la izquierda marxista es adicta al flagelo moral. Todo lo que nos pasa es poco porque somos una raza del sur, inferior, incapaz de administrarse a sí misma. Ya saben: El Kongo belga empieza en los Pirineos.Por algún motivo extraño, esa izquierda feroz es más bien benevolente con la ruina que nos ha traído Europa desde 2002. Ni siquiera la abrumadora concatenación de hechos probados y sentencias firmes que demuestran que la Unión Monetaria se ha convertido en un problema para la economía española la saca de la retórica al uso. Sin ir más lejos, la Audiencia Nacional acaba de sentenciar que la creación de Bankia que nos exigían Frau Merkel, Herr Schauble y demás comparsas no es punible. Las SIP y los EPA de Zapatero, MAFO y Sebastián que arruinaron a tantos españoles en beneficio de unos pocos catalanes fueron un “lamentable” error.Legos y profanos, movidos en masa, insisten en hablar de burbuja inmobiliaria para situarse en la historia reciente de España. Han vivido la creación de la Unión Monetaria pero no la han metabolizado. Han experimentado que subieron los precios pero no han acabado de entender lo que supuso la conversión al Euro para sus vidas y sus negocios. Nunca se percataron de lo que les habían hurtado: el sentimiento del mercado y la intuición del valor natural de las cosas. Como si les hubieran teletransportado, de la noche a la mañana, a un país extraño del que no conocían nada. El desbarajuste de los precios, y la volatilidad propia de cualquier proceso de devaluación, no son inflación. Una casa seguirá siendo la misma casa y en la cuenta en divisas, seguirá figurando la misma cantidad de dólares. Ni la casa ni los dólares valen más de lo que ya valían, pero a los inversores les costará ahora un mayor esfuerzo comprar una casa o unos dólares. Con el cambalache monetario, lo que perciben no es la inflación sino su empobrecimiento por decreto.La conversión al Euro sirvió para saquear la rentabilidad de las empresas y apropiarse de la inflación de cara a un futuro de tipos negativos. Lo tenían todo previsto y calculado. Como he venido repitiendo durante años, nos prestaron falsa moneda para reclamar la deuda en oro de ley. Toda su estrategia consistía en ganar tiempo. A la espera de un buen pretexto para romper la baraja, se han dedicado a importar deflación. El debate es recurrente desde entonces, si. ¿Han subido los precios o somos más pobres? ¿Son menos rentables las empresas españolas o son víctimas de competidores desleales? La realidad es que el Euro ha servido para importar bienes y servicios por debajo de sus costes de producción y para pagar el petróleo a precio de oro. Y para refinanciar ese enorme déficit estructural que se iba acumulando, nunca faltó la falsa moneda. El truco para colonizar un país y su sociedad consiste en subvencionar a un pequeño colectivo de agentes económicos y sociales para que arruinen a sus competidores. Los ganaderos y agricultores elegidos pueden vender a pérdida y satisfacer una demanda sostenida artificialmente, y las empresas subvencionadas que viven de los Presupuestos Generales del Estado ni siquiera deben esforzarse en presentar sus cuentas anuales. Para apropiarse de la inflación, los partidos políticos y los sindicatos no han dudado en crear un ejército de consumidores “a sueldo”. Son los Siervos del Euro: 1,5 millones de falsos empleados públicos enchufados en las distintas administraciones autonómicas, con salarios completamente artificiales, han permitido sostener durante más de una década la “ilusión de los precios de mercado”. ¿Cómo no iba a colapsar ese sistema antes o después? Malversaron el dinero de las Cajas de Ahorro para seguir ganando tiempo, hasta que Alemania consideró que había llegado el momento de empezar a exigir que le devolviera “su oro”. En 1992, con 16 millones de pesetas, equivalentes al sueldo neto de 8 años de trabajo, un español podía vivir de las rentas. Lo ha podido seguir haciendo hasta el año 2000, con cuentas remuneradas al 5%. En caso de haber optado por comprar una buena vivienda al contado, la rentabilidad le llegó con el ahorro constante del alquiler. En un y otro caso, el valor del patrimonio ahorrado con esfuerzo y sacrificio fue preservado gracias a la mal afamada inflación. En buena lógica, en cuanto desaparece la “inflación” lo que aparece es la “usura” que destruye poco a poco el valor de las cosas. Los únicos que mantienen intactas sus rentas son los políticos y los serviles lacayos que viven de prebendas y salarios “oficiales” completamente improductivos e innecesarios. Ellos siguen pagando el café del desayuno a 80 pesetas y no tienen que parar a repostar en las gasolineras: el chófer les recoge en la puerta de su casa. El español que ganaba 3 millones de pesetas brutas hace 30 años, hoy aspira a que le paguen 1500 euros al mes. Si ha logrado ahorrar 100.000 euros, tiene para pagar la entrada de un piso pequeño en las afueras, o resignarse a que las nuevas Cajas de ahorro fusionadas le soplen 200 euros al año a cambio de nada. Si quisiera vivir de la renta de su patrimonio, con suerte tendría dinero para 4 años, o para pagar el alquiler y los gastos de la casa durante 10 años. La apropiación indebida de la inflación, que pone a rezar juntos a ricos, marxistas y funcionarios, es eso, amigo Sancho. La inflación es la temperatura del mercado en una economía sana y en una sociedad libre. Es un mecanismo natural que ajusta los precios en función del nivel de actividad empresarial y de la demanda social. Es el termómetro que le indica al mercado lo que realmente necesita la gente en cada momento. Roto el termómetro, son los usureros los que fijan los precios y los políticos los que determinan las necesidades de la sociedad.© Belge