epid

¿Cuáles son las 3 grandes mentiras de la Pandemia?

Distancia social. Las 3 grandes mentiras sobre las que se asienta la Revolución Puritana que está arruinando España son el soniquete de la Pandemia. Las repiten una y otra vez en las televisiones, en las RRSS, en todos los periódicos. Es una matraca moral. El coronavirus se transmite por el aire; la gente se ha contagiado en los bares, bodas y funerales; la epidemia se originó en un mercado de Wuhan. Pero las 3 cosas son imposibles.

El virus SARS COV 2 no se transmite por el aire.

¿Cómo podemos deducir que un virus no se transmite por el aire en condiciones normales? La respuesta es sencilla. Como se ha hecho siempre: Experimentando en laboratorio y en entornos controlados. A excepción de los hospitales, los estudios serios que se han realizado en España no han logrado detectar carga viral en el aire. Dicho de otro modo: no se ha detectado una tasa de contagio significativa en entornos laborales que serían propicios, a priori, para la propagación aérea del virus.

Los pilotos de avión y azafatas, que han operado miles de vuelos antes de conocerse la magnitud de la epidemia, no se han contagiado. Tampoco los conductores de autobuses, los camareros ni las dependientas en supermercados. ¿Cómo es posible que no publiquen todas esas estadísticas irrebatibles? El motivo es evidente. Los estudios epidemiológicos no son concluyentes. Si el virus se transmite por el aire y circula desde octubre, las tripulaciones de las compañías aéreas deberían tener todas anticuerpos.

La situación de estos colectivos que están en contacto con grandes flujos de población contrasta con las estadísticas de las cuidadoras de ancianos y el personal sanitario. Más del 10% de estas plantillas ha sido contagiado de Coronavirus en su lugar de trabajo, con independencia de que se hayan tomado un café en el bar o se hayan ido de boda.

La gente no se contagia en los bares ni en las bodas

Hay cerca de 300.000 bares y restaurantes en España. Es un hecho notable. Tienen como clientela fija a los mismos vecinos de la localidad o del barrio. La mayoría de los parroquianos coinciden en las mismas horas en los mismos sitios. Si la confluencia es un factor determinante, entonces la propagación del virus debe ser bastante homogénea y proporcional al número de establecimientos abiertos al público. La mayoría de los clientes se habría contagiado durante meses sin ni siquiera ser consciente de ello.

En buena lógica, si los bares, las salas de banquete y los velatorios son los principales focos de la epidemia, entonces las regiones envejecidas, despobladas y con menos establecimientos deberían ser, también, las que registran tasas de letalidad más bajas. Y las regiones con más vida social, las más afectadas. Pero no es lo que ocurre. De hecho, ocurre lo contrario. Castilla La Mancha o Extremadura empeoran todas las cifras de Valencia, Baleares o Canarias. Se celebran 6 veces más funerales en Cataluña o Madrid que en Castilla y León.

La realidad es que los clientes habituales de los bares no se han contagiado unos a otros. Si esa fuera la realidad que nos intentan vender, el incremento de la tasa de mortalidad superaría el 30% en todos los pueblos de España, siendo el envejecimiento de la población un factor agravante.

Lo cierto es que no hacen test PCR al salir de misa, ni entre plato y plato, en los banquetes nupciales. Entonces: ¿cómo saben que las personas han sido expuestas al Coronavirus en las bodas? Respuesta: por el peculiar protocolo metodológico que usan los rastreadores contratados por la Administración para recabar datos y crear alarma social. Un sencillo ejemplo puede ayudar a entender toda su perversidad.

En la práctica diaria, pueden darse dos situaciones extremas. La persona que presenta síntomas claros de la enfermedad vive literalmente enclaustrada, sin relación con el mundo exterior, o tiene una vida social y profesional intensa. En teoría, el rastreador debe analizar y anotar los contactos de las últimas 48 horas, pero si la persona vive sola y no ha visto a nadie, es un expediente X. Lo más probable es que le endosen el contagio al último pariente que la visitó. Las relaciones de familia devienen, por defecto, un cómodo cajón de sastre en el que esconder los casos que no encajan.

Cuando la persona que ha dado positivo por COVID tiene una vida activa, lo más probable es que le hayan obligado a hacerse el TEST al ir a un hospital o acudir a su puesto de trabajo tras sus vacaciones. El médico o el rastreador le va pedir, por protocolo, que informe de su vida social reciente. Lo normal, tras un periodo de descanso, es que la persona contagiada recuerde haber estado “recientemente” en una casa rural, de bautizo, de boda o de despedida de solteros, reunida con amigos en un bar. Cualquier acto social, reunión o sarao deviene, a posteriori, la causa más probable del contagio. Nadie se contagia en el Metro o yendo a comprar al Mercadona.

La epidemia de SARS COV 2 no se originó en un mercadillo de Wuhan

Durante más de 1.000 horas de NoDo, a los españoles les han convencido de que la Pandemia de Coronavirus se originó en la ciudad china de Wuhan. Los periodistas, a sueldo del gobierno, suelen aderezar su relato con insidias o rumores no documentados para “darle a entender” a su crédulo público que el virus salió de un laboratorio experimental. Da igual si los hechos probados no encajan: La teoría de la conspiración en modo light sirve para que en un futuro más o menos próximo secunde medidas proteccionistas de “represalia” contra China.

El foco principal de la epidemia de Coronavirus no puede estar en un mercadillo de Wuhan. De haber ocurrido según cuentan las grandes agencias de noticias americanas, toda China y toda Asia se habrían contagiado antes de ser conscientes de ello. Es una población de 4.500 millones de personas, que vive hacinada y con una red sanitaria más precaria que la occidental. A finales de enero, ya sería una hecatombe. Y la realidad es que, tanto si nos creemos las cifras oficiales como si no, el número de bajas fue muy pequeño. Incluso en un país como Irán, con más de 80 millones de ciudadanos, el dato oficial es bajo si lo comparamos con lo que ocurrió en Italia y en España en el mes de marzo.

Que China fuera la primera nación en dar la voz de alarma, el 18 de diciembre, no implica necesariamente que fuera la primera en detectar la extraña epidemia de “gripe”. De hecho, todo apunta a que Alemania ya era consciente de algo en el mes de octubre, cuando empezó a hacer acopio de todo tipo de recursos sanitarios. 86.000 alemanes habían enfermado de fuerte “gripe” y 14.000 de ellos precisaron ser ingresados en la UCI.

Antes o después conoceremos que el Servicio Europeo de Vigilancia de la Mortalidad Diaria, alertó a los gobiernos de toda la UE. Para eso crearon la red epidemiológica EuroMo. Pero mientras aparecen esos informes incriminatorios, debemos seguir analizando el fuerte incremento de la mortalidad que se produce entre el 6 de octubre y el 18 de enero. De 849 a 1443 muertes diarias, antes de que el gobierno de Pekín anunciara a bombo y platillo que iba a construir un segundo hospital en Wuhan.

Por establecer una comparación. Entre el 1 y el 21 de septiembre de 2019, justo antes del contagio de Coronavirus, fallecieron 13.548 españoles de más de 75 años. Entre el 1 y el 21 de septiembre de 2020, han muerto 16.221 personas ancianas. Un 20% más que, extrapolado a todo el ejercicio, nos da una cifra de 80.000 muertes en exceso.

(c) Belge
(Visited 592 times, 1 visits today)

Deja un comentario