Año cero. Día 20. Babylon Madrid

Democracia de garrafón. Todo por el espectáculo. Abocado al ridículo, si los duendes no lo remedian en la trastienda de Correos, Pedro Sánchez ha tomado a la sociedad española como rehén. El voto o la vida. Necrofilia ideológica en su versión más cutre y tramposa.

Si nos obligan a elegir, el dilema byzantino ofrece una vertiente norte imprevista, casi inaccesible. ¿Quién es peor persona y peor político: Pedro Sánchez o Francisco Franco? ¿Qué tipo de político sería Francisco Franco en la España contemporánea; qué clase de dirigentes habría sido Pedro Sánchez en los años 30? ¿Cuál de los dos sale peor parado de la comparación? Jean Jacques Goldman, el cantautor más admirado en Francia, lo cantaba con todas sus letras. ¡Y que letras! ¡Que Dios nos dispense de tener que elegir un bando! Aunque sea a título póstumo.

Pocos políticos salieron bien parados de la Segunda Guerra Mundial. Ni siquiera Winston Churchill y Charles De Gaulle, los iconos de la resistencia frente al Mal. Cuenta Tony Judt, el historiador británico, que el propio Konrad Adenhaeur fue elegido por simple descarte, al no encontrar a nadie en Alemania que diera el perfil.

La Junta Electoral Central que ha consentido este estrambótico asalto a las reglas del juego, da por bueno que el PSOE mienta sobre el coste real del circo mediático que ha montado. Podrá seguir falseando las cuentas y decir que son lo mismo 8 que 80. Lo mismo da involucrar al Tribunal Supremo y movilizar a centenares de funcionarios bien remunerados, que organizar un picnic. Son las cuentas de la vieja. El Psoe se ha convertido en partido político que no paga sus deudas y no debe rendir cuentas cuando gobierna. Bien puede prometer a los incautos que le presten dinero y que le votan lo que nunca les va a pagar.

© Belge
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