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Las cifras de la precariedad laboral en España


Los españoles son cada vez  más pobres. Según un informe de la OCDE, la tasa de precariedad vital nos sitúa en el mismo grupo que países como Brasil, Turquía o México. Ese ranking viene a confirmar la decadencia que arrastra España desde hace 30 años, cuando ocupaba un honroso octavo puesto entre las mayores economías del planeta.  Estas cifras triplican la media de la antigua CEE.

 

Señala la OCDE que el 15% de los hogares españoles en los que entra un sueldo vive por debajo del umbral de la pobreza relativa. En España, ese listón está colocado en los 900 euros brutos al mes. Parejas jóvenes y ancianos jubilados son los que, en buena lógica, resultan más afectados por esa situación de precariedad vital.

 

Trabajadores pobres (OCDE)

 

India 18%
Brasil 16%
Turquía 15%
México 15%
España 15%
Rusia 13%
Grecia 13%
Italia 12%
EEUU 11%
Portugal 9%
Polonia 8%
Francia 7%
Suiza 7%
Bélgica 4%
Alemania 3%
Irlanda 3%

 

Según un informe paralelo de la FEDEA, en España no basta con generar empleo: tiene un serio problema de pobreza en el trabajo.  Las personas que padecen la pobreza laboral, la precariedad, el paro o la inactividad tienen una alta probabilidad de continuar en esa misma situación en los 12 meses siguientes. El resultado que analiza es que cerca de cinco millones de trabajadores están viviendo en hogares con ingresos bajos y se suman a otros 2 millones de hogares en los que no trabaja ninguno de sus miembros.

La Estafa del Euro explicada a un niño de 6 años

Lo que callan los Presupuestos Generales del Estado


Dejando a un lado que los Presupuestos Generales del Estado son una herramienta de propaganda política, las  Cuentas Públicas del Reino de España para 2018, que ha cuadrado Cristobal Montoro en vísperas de la Semana Santa, provocan una cierta desazón. Consolidan un volumen de Gasto Público que roza los 500.000 millones de euros (42% del PIB oficial) y unos Ingresos fiscales del 38%, por encima de los 450.000 millones de euros.

En el peor año de la crisis, cuando tocó aflorar todas las facturas escondidas en los cajones,  el Gasto Público se elevó hasta superar el  50% de un PIB real completamente deprimido.  En pocas palabras:  el Gasto Público medido en euros se ha mantenido constante en los últimos 10 años, y los ingresos se han ido recuperando en términos porcentuales tras un batacazo de más de 100.000 millones de euros.

La pregunta, oculta y callada, detrás de los PGE es muy sencilla: ¿produce la sociedad española una riqueza económica tal que soporte el pago de 460.000 millones de euros fuertes en un contexto de Deflación? Un euro son 2 marcos alemanes y 1,20 dólares. ¿Producen suficiente riqueza 39 millones de españoles  como para garantizar el pago anual de 230.000 millones de Marcos o de 380.000 millones de dólares?  Teniendo en cuenta que la media de los años 90, apenas superaba los 150.000 millones de dólares,   la respuesta es probablemente no,

Desde el año 2002, el sencillo diagnóstico de la Cosa, es que los españoles pagan impuestos a crédito y muy por encima de sus medios.  Tras dopar el censo de población y de consumidores con 10 millones de personas, la triste  e insobornable realidad se ha impuesto: no producimos la suficiente riqueza en España para soportar un impuesto de 400.000 millones de dólares.

La Deflación provocada por Alemania con importaciones masivas desde China, ha retraído el nivel de rentas y riqueza de España a la década de los 90. De modo que es lógico pensar que estamos soportando el doble de presión fiscal media.

El drama de esta situación es que castiga a todos aquellos colectivos cuyas rentas NO dependen directa o indirectamente del Gasto Público. Es decir: las regiones no nacionalistas, que no disponen de ninguna palanca para chantajear al Estado y asegurarse una transferencia neta de rentas.

Los Presupuestos Generales del Estado que ha presentado Montoro por razones electoralistas premian a los colectivos menos perjudicados durante la crisis, que residen en Madrid, Cataluña y País Vasco. Allí hay, proporcionalmente, más jubilados con pensiones altas, más funcionarios, más políticos y más empresas cuya única razón social es conseguir subvenciones y ayudas del Estado.  Hay menos parados y menos autónomos que en el resto de España.

Toda la culpa no es del PP.  Abocado a una verdadera debacle electoral, es presa fácil de la demagogia . El PSOE y CS agitan a colectivos que forman parte de su electorado natural. Funcionarios, pensionistas, jóvenes y toda clase de radicales son parte de ese mundo urbano que ha beneficiado del grueso del Gasto Público en los últimos 15 años.

La otra cara de la moneda, que llena de pesimismo a cualquier analista que se precie, es que no hay forma de apuntalar la verdadera creación de riqueza empresarial en las regiones españolas. La economía del turismo,  radicada en unos pocos km2 de costa, consume mucho gasto público y retorna pocos impuestos. Ese déficit estructural, que se encubre de manera sistemática, provoca que  en el resto de las regiones, los contribuyentes y empresarios están sometidos a un presión fiscal real media superior al 60%. Antes o después, o cierran sus negocios, o se mudan a regiones privilegiadas con una presión fiscal real mínima.

La conclusión es bastante desoladora. Los PGE de 2018 bien podrían ser unos de los últimos de la Historia de España, tal y como la hemos conocido hasta ahora.

(c) Belge

 

¿Se vive mejor en España hoy que hace 30 años?


 

La ideología Progresista convierte la evolución humana en un Dogma de Fe, el progreso material en una religión. Su Vulgata es tan sencilla y perversa que da un sentido positivista a todos los cambios que observamos o padecemos en el entorno: todo es para bien, incluso si no vemos la mejora, especialmente si no alcanzamos a ver el beneficio de los cambios. ¿Quién va a negar que el tractor inteligente conectado a la Red  es “mejor” que el arado romano? El que se oponga al sutil sofisma de los sacerdotes marxistas y liberales será crucificado en la Vía Apia de cualquier medio de comunicación.

Entre el arado romano y el satélite de comunicación han transcurrido 100 generaciones de seres humanos. Son muchas y pocas, teniendo en cuenta que a la típica pareja progresista occidental contemporánea no le importará posponer su descendencia para no hipotecar los beneficios y las juergas del día a día. Son tan fervientes que creen que lo mejor para ellos es que nada cambie demasiado. Mejor ser jóvenes que viejos. Por ello, el límite para analizar y valorar los cambios no puede rebasar el tiempo de una generación. Es un ciclo natural de 25 a 30 años.

¿Es mejor la España actual que la que conocimos a mediados de los años 80? El debate económico, centrado en criterios objetivos, es más ilustrativo que la cuestión moral. El precio de un coche en 1988 se puede comparar con el coste que tiene hoy, y se puede medir la evolución del esfuerzo salarial correspondiente. Son realidades similares.  El precio de las cosas y funciones básicas es, sin duda, uno de esos criterios objetivos útiles para analizar el tiempo transcurrido.

Las infraestructuras nos hacen la vida más cómoda a corto plazo y generan réditos económicos a medio plazo, pero tienen unos costes elevados que pueden hipotecarnos a largo plazo. El beneficio de la obra pública puede verse comprometido, e incluso anulado, por el coste de la corrupción política y empresarial. Asfaltar mal una carretera deteriora los neumáticos e incrementa los accidentes de tráfico: a corto plazo incrementa el déficit público y a medio plazo hay que volver a asfaltarla. Un Ave que no se usa, un aeropuerto en el que no aterrizan aviones o un polideportivo con goteras son infraestructuras ruinosas que nunca se amortizan. Engordan la Deuda Pública y nos obligan a pagar intereses de por vida.

La organización y calidad de los grandes servicios públicos, como son la Sanidad, la Educación y la Seguridad, se utilizan sin rubor, en toda clase de informes internacionales para certificar que la humanidad “progresa” adecuadamente. El incremento de la esperanza de vida es, junto con la reducción de la “pobreza” en el mundo, el gran caballo de batalla de los progresistas, ya sean marxistas o liberales luteranos. Gracias a la lucha de clases o al capitalismo de mercado, cada día que pasa vivimos mejor.

Nos acercamos al Dios de Lutero que predestinó nuestras vidas, incluso cuando no somos conscientes de ello. Todo tiene un propósito.  Si crece el número de divorcios y separaciones, y cae la natalidad, es porque en 2018 somos más libres que en 1988. Los españoles ya no viven sometidos y condicionados por creencias arcaicas y obsoletas. Es el mecanismo de la doble negación, por el que el hecho es negativo pero la interpretación del hecho es positiva.

Del mismo modo, si la tasa de ocupación se desploma en la organización laboral del mundo urbano en relación con el mundo rural, es un hecho positivo para los progresistas porque significa que más gente está disponible y permite que el mercado ajuste mejor el equilibrio entre la oferta y la demanda, algo que redunda en beneficio de todos los consumidores.

Lo que demuestra – sin el menor género de dudas – que progresamos adecuadamente desde 1988 es que se ha duplicado el número de divorcios y separaciones y ha caído la natalidad a menos de la mitad; los niños que ya no nacen han sido sustituidos por inmigrantes precarios; la tasa de ocupación ha bajado 10 puntos y el poder adquisitivo de los salarios se ha reducido a la tercera parte; pagamos muchos más impuestos para mantener infraestructuras mal construidas y tenemos peores Servicios Públicos.

Progresamos tanto y tan bien, que en 1998 entregamos con gran fervor nuestra Soberanía Monetaria  a cambio de nada. No exigimos  ninguna garantía. La consecuencia, directa, es que la Deuda Global de las empresas, administraciones, bancos y familias, multiplicada por 4 en los últimos 20 años, nos mantiene atados de pies y manos. Es un hecho muy positivo, dicen los progresistas, porque al no tener libertad para gastar e invertir, ya no tenemos que preocuparnos por acertar en la elección de la política económica adecuada.

 

Cuánto Costaba, Cuánto Cuesta

Producto 1976 1986 1996 2018
Pan fresco (kg) 0,25 0,50 1 3,2
Leche 0,20 0,30 0,75 0,90
Café en barra 0,03 0,24 0,75 1,5
Tabaco 0,10 0,24 0,85 4,80
Billete de Metro 0,03 0,24 0,80 1,25
Litro de Gasolina 0,16 0,26 0,75 1,20
Coche 2.000 6.000 12.000 18.000
Piso en Madrid 8.000 66.000 130.000 200.000
PGE 4717 MM 80.533 MM 178.020 MM 318.443 MM
PIB 43.669 MM 0,243 billones 0,488 billones 1,162 billones
PIB per Cápita 1230 euros 6286 euros 12.292 euros 24.200 euros

 

 

 

 

Cómo Éramos, Cómo Somos

 

Infraestructuras 1985 2017
Carreteras y vías 155.000 km 165.000 km
Parque de Vehículos 9.273.210 30.366.603 
Viajeros Tren Larga Distancia 13.700.000 35.000.000
Viajeros Cercanías 0 423.632.000
Transporte pasajeros Renfe 198.000.000 487.894.000
Km de vía convencionales 13.575 11.508
Km de Vías Alta Velocidad 0 2.859
Transporte Aéreo Nacional 14.850.700 66.674.868

 

Población 1986 2018
Residentes 38.578.841 46.528.966
Población Interior 6.834.684 6.847.273
Población Periferia 26.873.446 33.175.261
Turistas 43.235.000 82.200.000

 

Mercado laboral 1986 2018
Personal Fijo 6.651.500 10.270.900
Personal Temporal 1.232.400 4.252.200
Parados 2.917.100 3.766.600
Pensionistas 5.532.492 10.026.896
Afiliados Seguridad Social 10.907.708 18.282.000

 

Sociedad 1986 2017
Asesinatos 125 323
Presos 24.511 64.017
Divorcios y separaciones 43.337 114.019
Bodas 196.343 158.545
Nacimientos 456.248 408.384

Genealogía del Mito de la España atrasada


Es un lugar común entre los economistas y políticos referirse a la España del siglo XIX como un país atrasado que ha dejado escapar la Revolución Industrial por culpa de la Iglesia Católica. La dificultad está en fechar ese relato que dura hasta nuestros días que ha ido socavando los cimentos de la sociedad y minando la autoestima de sus gentes.  Se suele decir que la pérdida de Cuba inundó la nación de pesimismo, pero lo cierto es que no afectó a una Economía que vivía un periodo de fuerte crecimiento. La explicación de esa paradoja puede ser tan sencilla como que España llevaba 400 años viviendo por encima de sus posibilidades demográficas. Un país pequeño, poco poblado y relativamente pobre se vio obligado a defender un orden católico y romano cada vez más amenazado por los herejes luteranos y calvinistas.

Entre el final del siglo XVII y la Revolución francesa, el censo de población crece un 50% en toda Europa, especialmente en las regiones septentrionales. Es un cambio fundamental que nutre las filas de los ejércitos y que se debe a las importaciones de maíz y patatas y a la evolución de las técnicas agrarias. Son esos nuevos excedentes de producción los que modifican el equilibrio de fuerzas en el Continente tras la Paz de Westfalia.  Y es esa nueva demanda, muchas veces insatisfechas por las malas cosechas, la que alimenta el fuego Revolucionario en Francia y toda la corriente de la Ilustración que desembocaría en la Toma de la Bastille en julio de 1789, tras un sinfín de revueltas campesinas.

Regiones meridionales como España e Italia presentan una orografía más difícil y suelos pobres que dificultan la aplicación de nuevas técnicas,  pero tienen organizado y optimizado su territorio de un modo descentralizado mucho menos feudal que el resto de Europa. España son 10.000 municipios en red, que funcionan con instituciones relativamente democráticas. El número de hijos que está dispuesta a entregar a sus Ejércitos es, por lo tanto, limitado. La “pobreza del suelo” de la que habla Lucas Mallada en su libro (Los males de la Patria) es la misma que permitió a los pueblos de Grecia, Italia y España  alumbrar una Civilización política, económica y cultural de más de 2500 años.

Todo se puede interpretar y racionalizar a la luz de nuestra propia escala de valores. La ideología concentracionaria, feudal y racista de los pueblos del Norte les permite explotar y saquear los recursos de los territorios que conquistan de un modo violento y eficiente. Alimentan a más soldados y tienen menos prejuicios humanitarios.  Desarrollan teorías supremacistas y políticas de limpieza étnicas en función de sus propias necesidades económicas y comerciales.  Coartadas para el saqueo y exterminio de los pueblos a los que someten.

Este último punto es fundamental para entender lo absurdas que resultan las teorías que intentan “racionalizar” el supuesto atraso económico y religioso de Italia o de la Península Ibérica.  La Ideología Concentracionaria y Racista de germanos y anglosajones choca frontalmente con los valores esenciales de la Civilización Greco Romana. El Imperio de los españoles en América no sigue una pauta depredadora ni busca aniquilar a los nativos, sino que se arruina literalmente en un esfuerzo titánico por administrar y “civilizar” un territorio demasiado vasto.

No debe ser una casualidad histórica que al poco tiempo de expulsar a los Jesuitas de España y del Nuevo Mundo, la sociedad española tuviera que padecer y combatir en sus tierras a la chusma y soldadesca francesa y británica. Por suerte para los historiadores, Goya pintó la cruda verdad de su tiempo  y no deja margen para interpretaciones edulcoradas  o tramposas sobre las dos Españas.  Una sociedad exhausta y arruinada por la Guerra contra los Protestantes y por la Administración de las tierras americanas se vio traicionada, apuñalada e invadida por soldados franceses y británicos. Tuvo que luchar sin armas, y tardaría casi una generación entera en empezar a recuperar el aliento.

El Mito de las dos España aparece por primera vez como referencia a la división entre absolutistas y liberales tras la Invasión de Napoleón en 1808.  La España que publica se presenta a sí misma como moderna, urbana, reformadora, europea, liberal,  Ilustrada y científica, y caricaturiza a la otra como atrasada, reaccionaria, católica, beata, caciquil, rural, ignorante  y castellana. Desde su origen, el Mito tiene todas las características de los muchos panfletos de la Leyenda Negra que se publicaron durante 300 años con cargo al Fondo de Reptiles dotado por los protestantes en su guerra de propaganda contra España. Todo literato, poeta de bajura o escritor muerto de hambre en Europa siempre podía ganarse unos peniques publicando chismes y falsedades sobre España. La guerra civil que se desatada entre los partidarios de defender la soberanía de la nación y los traidores a sueldo de Napoleón y Wellington les sirve de pretexto a los Protestantes para atacar a la Iglesia Católica. Todos los seudo intelectuales con pluma que sueñan con las luces de Paris saben que para vivir del cuento deben hablar mal de España y de la Iglesia Católica.

Entre 1808 y 1936, hubo más de 170 gobiernos en España, sin contar interinidades.  De media, un gobierno con una política diferente cada 9 meses. Hubo 5 contiendas militares, que podemos definir como guerras civiles, y se perpetran 10 magnicidios o intentos de magnicidios. Las cifras de este enfoque cuantitativo, inéditas en Europa, son elocuentes.  La inestabilidad política que deja la invasión de Napoleón  mantiene la herida abierta e impide planificar una política industrial nacional a medio y largo plazo. Si no fueran tan obscenas,  las críticas al mundo rural y a la Iglesia por parte de la Izquierda y las élites de Barcelona resultarían cómicas.

Fruto de esas teorías políticas y esa agresión religiosa subterránea, es constante la obsesión por despoblar Castilla y Extremadura e impedir su desarrollo económico e industrial. Hablar de éxodo rural y de polos de desarrollo para maquillar lo que es una verdadera política de limpieza étnica, con desplazamientos forzosos, y de saqueo institucional es un verdadero sarcasmo. El peso demográfico de Castilla, Extremadura y Aragón ha sido reducido a la tercera parte desde 1898. La despoblación de miles de municipios, con 2.000 años de Historia, ya es irreversible.

Aunque muchos economistas y políticos juegan a aquello de considerar que es el precio que pagamos los españoles por “modernizar” un país atrasado, rural, católico y castellano, lo cierto es que sus teorías son profundamente erróneas y absurdas.  Si fueran ciertas, ello implicaría que existen regiones en el planeta condenadas a desaparecer por “atrasadas”.  Pero ¿cómo sería eso posible?  Pequeños países, con orografía horrorosa y sin acceso al mar, como Suiza y Austria, encabezan todos los rankings de prosperidad universal, por no hablar de la calidad del suelo de Noruega o Suecia.  Si Castilla fuera una entidad nacional distinta de España ¿sería hoy una economía del Neolítico? Si Extremadura hubiera declarado la Independencia ¿sería hoy esa viva estampa de Los Santos Inocentes que tanto gusta a las élites nacionalistas de Barcelona?

El cuadro que encabeza el artículo refleja la realidad de 1890, cuando España era un país atrasado por  culpa de una Castilla rural.  Su renta era el 40% de Gran Bretaña, el 63% de Alemania, el 75% Francia y el 80% de Austria e Italia.  Es un nivel de riqueza ligeramente superior al que presentaba la economía española en 1976, tras décadas de “crecimiento”.   España estaba tan atrasada en el siglo XIX que, a pesar de padecer una guerra, seguía entre los 5 países más ricos del mundo.  En el año 2008, por fin, tras 30 años de crecimiento “democrático” y “europeo” intenso,  España ya era un país moderno, catalán, muy turístico…que se caía del G-20 con todo el equipo.

(sigue)