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La Reforma Feudal de la Constitución Española


Feudo es un contrato de arrendamiento de tierras, bienes y servicios que implica coacción política y pernada moral. El vasallaje va más allá de lo mercantil, comercial o laboral. Es un régimen de servidumbre y sumisión que no garantiza a los esclavos ni techo ni alimento. El siervo de las tribus bárbaras del Norte de Europa es un esclavo sin derechos. Ya no vive en la Domus ni forma parte de la “familia” del Señor, pero no es libre. Es un esclavo “low cost”, reconvertido en “falso autónomo”.

La inmensa mayoría de los periodistas, tertulianos, juristas, empresarios y políticos del pesebre español, que viven del bien dotado Fondo de Reptiles, multiplican los aplausos y pronunciamientos públicos a favor del Régimen Feudal – que eufemísticamente llaman Federal, porque Federal suena mejor que Feudal – y afirman sin pudor que es la solución a todos los males de la tierra. Con la Reforma Feudal de la Constitución del 78, que nos otorgó Franco desde el más allá, a los calvos les crecerá el pelo, a los etarras les dará por pedir perdón a sus víctimas y a los socio catalanistas por dejar de robar.

En su día glosamos la diferencia que existe entre la “disponibilidad” y la “utilidad” del trabajador por cuenta ajena. Es una dialéctica que no invalida el principio de la División del Trabajo pero sí permite relativizar no pocos conceptos al uso. Un empleado disponible a tiempo vale por 10 trabajadores productivos que no hemos conseguido contratar cuando se necesitaba. Mejor un trabajador “leal” que nos saca de apuro que el camarero que tira 10 cañas por minuto y se va al bar de enfrente.

Cuando aquella glosa, aún no se intuía en España un régimen feudal/federal como el que existe ahora, pero ya se podían analizar algunas derivas importantes de la Economía Digital. Decíamos que, en esos sistemas piramidales,la base sumergida estaba compuesta por miles de trabajadores autónomos que deseaban escalar posiciones. Les cuesta llegar a final de mes y el sueño les dura lo que aguantan la respiración bajo el agua.

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De la Economía como Dogma religioso


El principal truco del Diablo es hacer creer que no existe. Al hilo de un pequeño debate abierto con Carles Sirera Miralles en Twitter, no he podido por menos que recordar la enseñanza de mi profesor Jean Jacques Bude, en la Universidad Libre de Bruselas. Toda su cátedra de Psicología Social versaba sobre el constructo de la Economía moderna que se deriva del relato religioso al final de la Edad Media, cuando colisionan los paradigmas del Justiprecio y de la Usura.

Apunta Carles Sirera que la pretendida Ciencia Económica, disfrazada de rigurosa econometría y preñada de fórmulas matemáticas, se basa en la asumpción de una narración histórica sin la menor entidad científica. Ninguno de los postulados que cimentan la reflexión académica y las teorías económicas ha sido verificado por los historiadores.

En alguno de los párrafos iniciales de La Estafa del Euro explicada a un niño de 6 años aludo a que las diferentes generaciones de nuestra civilización occidental que se han sucedido en los últimos 2500 años siempre se han interpretado a sí mismas como modernas y actuales. El neopositivismo de las teorías de la modernidad y de sus distintos avatares es un mero reflejo del sectarismo fundamentalista y etnocéntrico que alimentan los sacerdotes del templo. Semos los mejores, los más libres, los más modernos, los más avanzados y los más guapos: hay que seguir avanzando en la misma dirección.

Pero ¿qué hay realmente detrás del relato económico de la modernez? El éxito de la anglobalización – según la feliz expresión que le leo a Sirera – no se debe a la validez de sus principales tesis económicas, morales y religiosas, sino a dos tipos de circunstancias históricas más o menos afortunadas. Las epidemias de Peste en la Europa Septentrional liberan a muchos siervos del yugo feudal: se origina una feroz competencia por asegurarse la reducida mano de obra disponible. Se transita así del concepto de la “disponibilidad” del esclavo sumiso al de la “utilidad” del trabajador mercenario.De un modo “natural” se desarrollan en esos países los “burgos” y “ciudades” de tipo feudal, frente al modelo de urbanismo “democrático” o popular del Sur meridional, que acaba propiciando el Corso para suplir la fuerte despoblación y la escasez de personal en talleres, campos y fábricas.

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¿Dónde nos conduce el déficit democrático de la UE?


Roma se rebela. Los griegos votaron que no querían el EURO. Los letones, tampoco. Los británicos insistieron: no. Los italianos acaban de votar en contra del EURO. En Francia, España y Portugal, ya se dibujan claras mayorías hostiles a la Unión Monetaria. Unos y otros suman una población que supera los 270 millones de habitantes. Son casi tantos ciudadanos que han experimentado en su economía doméstica lo que es realmente la Unión Monetaria.  En 15 años han transitado del entusiasmo a la decepción.

A favor del EURO, figuran Alemania, Austria, Suiza, Dinamarca, Noruega, Holanda, Suecia y EEUU. No es necesario subrayar el punto cómico que encierra esta escena de tahúres codiciosos cuando proclaman su adhesión a los grandes principios democráticos y liberales y su aversión al temible riesgo moral.

Cualquier análisis político y económico debe centrarse en identificar los hechos significativos que se puedan relacionar entre sí de un modo coherente. Si intentamos analizar el déficit democrático de la Unión Europea, es fundamental acotar el periodo de tiempo y determinar qué hechos son relevantes.

La fecha más decisiva en la Historia reciente de las instituciones europeas es la de la Carta secreta que la Canciller alemana Ángela Merkel hizo llegar, a través del BCE de Trichet, a los dirigentes de Portugal, España, Italia y Grecia en agosto de 2011. El chantaje de la infame misiva es relativamente público porque Silvio Berlusconi dio a conocer su contenido. Los hechos significativos son, de un modo evidente, todos los procesos electorales que se han sucedido desde entonces y que se han podido ver alterados o interferidos de un modo irregular.

El resultado es un verdadero bofetón dialéctico. En Grecia, primero, Chipre después, Italia, Portugal, Francia, Reino Unido y ahora España, casi todas las elecciones han sido irregulares o anómalas. En Grecia, fueron eliminados Papandreu y Samaras, y el Referendo convocado por Tsipras y Varoufakis para vestir el Santo acabó siendo un esperpento histórico. En Chipre, montaron un corralito y fue barrido el gobierno legítimo. En Francia, son sórdidas maniobras las que acaban con Dominique Strauss Khan y Fillón,  y colocan a Macron en la Presidencia. En Italia,  se habían sucedido 5 tecnócratas no elegidos al frente del gobierno y ahora el Presidente de la República, Sergio Mattarella, acaba de impedir la legítima formación de un gobierno contrario al EURO. En el Reino Unido, llevan 4 años achicando agua e intentando escapar de la Unión Europea. En Portugal, José Sócrates se ve forzado a dimitir, y en la siguientes elecciones de 2015, una moción de censura tumba al ganador recién elegido, Passos Coelho. En España, huelga recordar el cúmulo de circunstancias extrañas que han contaminado todas las elecciones desde 2011.

Son ya 8 años seguidos en los que 270 millones de ciudadanos europeos han visto afectado su voto y gravemente comprometida su capacidad para elegir democráticamente su gobierno. Han ido entrando y saliendo de escena, tecnócratas y personajes de trayectoria dudosa, mientras una Prensa corrupta y venal se dedica a criminalizar a la ciudadanía por mostrar su abierto rechazo a la deriva de las instituciones europeas.  En ese mismo periodo, Alemania ha intervenido el BCE en provecho de sus propias empresas y bancos y ha desarmado los aranceles aduaneros en los países del Sur hasta destruir 11 millones de puestos de trabajo para favorecer sus propios intereses en China.

Jaque mate de la Justicia belga a la Unión Europea


Sin Justicia no hay Comercio.  Se acumulan los frentes abiertos en la Unión Europea. El creciente sentimiento euroescéptico de los últimos 5 años ha devenido franca hostilidad países como Polonia, Hungría, Grecia, Italia, España, Francia y Reino Unido. No es preciso haber cursado un Máster de Ciencias Políticas con Cristina Cifuentes para darse cuenta lo que todas esas regiones tienen en común. El factor religioso empieza a ser determinante en Europa. La actitud agresiva y hostil de los protestantes luteranos y calvinistas amenaza con volver a incendiar todo el continente.

Desde que forma parte del Proyecto Europeo, y se creó el mecanismo en 2002, España ha dado curso, de forma automática, a las más de 10.000 órdenes de detención y entrega formuladas por los tribunales de los países socios.  Ha actuado con lealtad, respeto a los Tratados y no ha entrado nunca a juzgar los hechos enjuiciados. Puede afirmarse con total rigor que la decisión de todos estos tribunales en la UE ha levantado ampollas en la judicatura española y la crítica casi unánime de todos los jueces. No entienden – o no lo quieren entender –  a qué están jugando todos esos países aliados de Alemania. El amparo que están dando a golpistas y auténticos delincuentes les resulta inédito y muy preocupante.

Con toda la gravedad que reviste que vulgares jueces belgas o alemanes se coloquen por encima del Tribunal Supremo y del Constitucional español, lo más preocupante no es la deslealtad con la que esos países protestantes están alimentando tensiones separatistas en regiones como Cataluña o Escocia. La decisión de la Justicia belga y alemana es una auténtica carga de dinamita en los pilares sobre los que descansa todo el edificio económico de la Unión Monetaria. Si  esos protestantes y puritanos intentaran acabar con el Proyecto Europeo, no actuarían de otro modo.

Sin Justicia común, no hay Estado de Derecho que proteja los contratos privados que se firmen al amparo de un Tratado Comercial.  ¿Quién le puede garantizar a un empresario o particular en España que un inversor alemán o danés que se dé a la fuga con su dinero será detenido en Bélgica o en Finlandia? Desde hoy, nadie.

Lejos de ser una anécdota o circunstancia más del entuerto catalán, es una auténtica bomba de relojería.  La mayoría de los ciudadanos españoles ignoran que cuando compran un coche alemán a crédito, o contratan un flete con una naviera dañera, esas sumas pasan a engordar la Deuda Pública de España, vía crédito exterior. El complejo mecanismo de compensación TARGET2 se creó para agilizar el comercio entre los distintos Estados Miembros, asumiendo el Banco Central de cada país el papel de avalista o garante de dichos préstamos.  De ese  modo, cuando un vecino financia la compra de un lujoso y caro coche alemán,  ya sea a través de un banco español o una entidad alemana, ese dinero pasa a engordar la Deuda Pública que pagan todos los contribuyentes españoles.

 

Antes de entrar a formar parte de la Unión Monetaria, y activarse el mecanismo de compensación descrito, la Deuda Pública española era 4 veces más pequeña que el ahorro financiero de las familias. La Deuda de las Administraciones, de las Empresas y de las Familias era mucho menor que el dinero líquido que atesoraban los españoles en bancos y cajas de ahorros.  Con la entrada en el Euro, y en tan solo 5 años, entre 2003 y 2008,  el conjunto de las Deudas multiplicó por 4 el valor del PIB medido ya en euros.  España pasó a incrementar su Deuda Global en más de 3 billones de euros.

El concepto de Deuda Odiosa y la cuestión de la legitimidad de esa Deuda, acumulada de un modo fraudulento al amparo del mecanismo de compensación, ya lo hemos tratado en otro análisis anterior. La irresponsable actitud de Bélgica y Alemania lo hacen más actual que nunca.

 

© Belge