Los acontecimientos se han precipitado. Troya resistió la embestida y las tropas de Agamenón fueron diezmadas frente a la muralla. Sánchez se disfrazó de Pablo Iglesias para exaltar la soldadesca, pero no dio la talla y cayó derrotado en el campo de batalla. Hasta aquí la crónica de actualidad.El análisis de las horas posteriores al 26-J ya permitía deducir con relativa precisión cual sería la estrategia de la Ejecutiva del PSOE, toda vez que Mariano Rajoy tenía muy difícil no presentarse a la Investidura. En el ajedrez ese movimiento se conoce como zugzwang y perjudica al jugador que se ve obligado a mover ficha. Pero, por increíble que parezca, Pedro Sánchez acabó por desbaratar una posición ganadora. No se puede analizar el aparatoso lance político de Felipe González tras el 25-S si no se entiende la razón del monumental enfado en el PSOE.La sota de bastosTal y como vaticinó INLUCRO, el día 26 se produjo un auténtica conmoción política. Felipe González, el líder con más ascendente entre la militancia y los votantes socialistas, se vio empujado a intervenir el escenario para evitar in extremis que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias arrinconaran al Rey Felipe VI. Ni siquiera intentó disimular y llamó “mentiroso” al Secretario General del PSOE por urdir un pacto secreto con los independentistas catalanes. Y aquí cabría un análisis entero para describir el doble juego de un PSOE que intentaba forzar la retirada de Rajoy.De repente, todas las complicidades están claras, todos los conspiradores han sido desenmascarados. En los distintos medios, una impresionante cohorte de periodistas ha quedado con el culo al aire. Cosa de la milicia mercenaria. Los mismos que argumentaban que Mariano Rajoy tenía la obligación IMPERATIVA de conseguir una mayoría absoluta de 176 diputados ahora justifican y exigen que el PP sea investido en minoría y gobierne sin apoyos ni Presupuestos. ¿Y con qué finalidad? ¡Para salvar a los mismos radicales que pretendían dinamitar la Constitución y destruir al Partido Popular!Es sabido de todos que Zapatero y Fernández Ordóñez se la jugaron a Mariano Rajoy en 2010 con motivo de la intervención de CajaMadrid. El coste electoral de aquella traición ha sido tan elevado para el Partido Popular en toda la legislatura que es improbable que nadie en la Calle Génova vuelva a cometer el error de fiarse de la palabra y las buenas intenciones del PSOE.No se trata de humillar a los socialistas, sino de obligarles a comprometerse públicamente. Si se analiza con detalle la situación, no existe ninguna alternativa al gobierno de coalición PP-PSOE. Carece de cualquier sentido que el nuevo Ejecutivo de Mariano Rajoy se someta a los caprichos políticos de Cs, al sabotaje de su acción de gobierno y al linchamiento personal constante desde los medios controlados por Podemos y los secesionistas catalanes. Sería un grave error histórico para el PP tener que hacer frente a una Insurrección en Barcelona con solo 137 diputados y con la retaguardia al descubierto.(c) Belge. 05/10/2016