El Correo es etimológicamente un carro latino, usado para transportar mercancías a lo largo de las vías de comunicación del imperio. El medio es el mensaje, que decía el bueno de Mac Luhan, ya sea un viejo tren correo que conecta las provincias de Renfe o una línea adsl.Empezaba esta anécdota con un concepto sencillo, pero venía pensando que, hoy, Miguel Delibes tendría que reescribir el Disputado Voto del Señor Cayo. Han cambiado los medios de transporte, han cambiado los medios de comunicación, han cambiado los políticos y han cambiado las prioridades. La Democracia ya no es lo que era.El pasado domingo 28 de abril llevé a mi sobrino a coger en Ávila el Tren a León. Tenía pensado votar al última hora, cuando regresara, y quedarme al recuento, para valorar y analizar sensaciones. Pero somos animales de costumbres, y acabé votando como siempre, a las 9 de la mañana. Me gusta votar temprano, después del café. De modo que, cuando nos acercamos a la ventanilla para sacar el billete, ya tenía los deberes hechos. Una suerte. El Correo regional de Madrid a León había sufrido una avería – la enésima – y nos tocaba esperar hasta las 20h09 al siguiente tren. La España vaciada y descapitalizada es eso: los trenes que hace 40 años arribaban puntuales a su destino, lo mismo llegan con 30 minutos de retraso que no llegan.Mientras charlaba con otros viajeros atrapados que venían de Madrid, una señora de Valladolid comentó que ya no llegaba a tiempo para ir a votar. Y me dio por pensar. ¿En casos como ese, no debería cerrarse el Colegio Electoral una o dos horas más tarde para que los viajeros damnificados por el mal funcionamiento de RENFE no vean menoscabado su derecho al voto?La anécdota viene a cuento porque, en circunstancias similares, la Junta Electoral autorizó de un modo arbitrario que miles de votos por correo fueran admitidos fuera del plazo legalmente establecido. La LOREG establece que el plazo de solicitud del voto por correo comprende desde la fecha de la convocatoria hasta el décimo día anterior a la votación. Por lo tanto, ese período expiró el pasado 18 de abril. Las imágenes de televisión mostraron que un número anómalo de perroflautas que votaron presuntamente al Psoe y a Podemos lo hicieron fuera de plazo.
Dios se cansó de hacer milagros. A esta alturas, tras una debacle sin precedentes del Centro Derecha en España, son mayoría los que siguen sin entender a Mariano Rajoy. La noche electoral dejó dos claros ganadores: Pablo Iglesias, que ideó la estrategia que llevará al Psoe a gobernar los próximos 4 años, y Mariano Rajoy que, en peores circunstancias, logró salvar dos match ball en 2015 y 2016 y gobernar hasta mayo de 2018. Le apuñalaron hace hoy justo un año.La profecía de Casandra existía, por partida doble. Se publicó aquí mismo, en Inlucro, el 5 de octubre de 2016. “Carece de cualquier sentido que el nuevo Ejecutivo de Mariano Rajoy se someta a los caprichos políticos de Cs, al sabotaje de su acción de gobierno y al linchamiento personal constante desde los medios controlados por Podemos y los secesionistas catalanes. Sería un grave error histórico para el PP tener que hacer frente a una Insurrección en Barcelona con solo 137 diputados y con la retaguardia al descubierto”.
Comencé a interesarme por la política allá por la época de ¡Basta Ya!.Soy vasco, pero poco. 😉 De Bilbao. Lo que en su día implicaba un cierto liberalismo en medio de tierras carlistas. O, visto a la inversa, también algún nacionalismo en medio de una clara apuesta democrática. El Bilbao de finales de Franco no tenía ningún apego a la dictadura, pero sí germinaba la semilla del nacionalismo.Siendo apenas un crío, a los catorce, nos trasladamos a Madrid. ¿Para qué vivir en una olla de perversión nacionalista si podíamos evitarlo, debió pensar mi familia? Así que pasé a ser el Vasco entre mis nuevos amigos. Uno suele caracterizarse por lo que le diferencia. Y, por un rato, por primera vez en mi vida, me encontré pintando ikurriñas y repitiendo con orgullo el poco euskera que había aprendido en el colegio. Un orgullo absurdo, pronto fui comprendiendo. Ahí percibí por primera vez el olor del supremacismo vacuo y enfermizo. En mí mismo. Un olor dulce y a la vez podrido, a veneno.Así que el tiempo pasó, hice por olvidar esa matraca que dice a tu amígdala cerebral que lo vasco es mejor, y lo conseguí. Pero aún no lo había metabolizado. Me quedó pendiente analizarlo.Por eso comencé a interesarme por la política allá por la época de ¡Basta Ya!. Tocaba entenderlo.
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Mi primer descubrimiento, quizá ayudado por El bucle melancólico de Juaristi, fue que el nacionalismo no era ideológicamente nada. Que no tenía ninguna base material real, ni ningún objetivo práctico. Que no era la respuesta a algo, una injusticia o una necesidad, sino mera y adictiva propaganda emocional. Una revelación que además quita mucho trabajo, ya que evita la tentación de seguir el señuelo de las justificaciones argumentales nacionalistas de cada momento.
Esta capacidad de cautivar y movilizar a la sociedad tan solo a partir de sus emociones, me pareció digna de atención. Y con el tiempo entendí que había algo grande ahí. Había descubierto el Mulo de La Fundación de Asimov. Un mecanismo para controlar y fijar las emociones ajenas. Para poner a la sociedad a tu servicio. Era el nuevo camino de servidumbre. Lo que antes habían sido las ideologías totalitarias racionalistas. Solo que ahora basado en la moderna teoría de la inteligencia emocional. Y le puse un nombre: Emociologías. Sigue leyendo El nuevo camino de servidumbre→