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Addenda para una trilogía


Me gustan los libros. Me pasé mi infancia en Bruselas leyendo. Era el terremoto de los cumpleaños, el terror de las excursiones escolares, pero por algún motivo me podía quedar varias horas seguidas sentado en una silla, atrapado en las páginas de una novela de aventuras. Terminaba una y empezaba la siguiente. Gracias a Vincent, el generoso patrocinador que ha hecho posible la Trilogía sobre el Euro, he redescubierto el placer de pasear con un libro de la mano, de garrapatear los márgenes. No hay mejor regalo.

“El día de después” de Phillipe De Villier y “Covid-19: el gran reseteo” de Klaus Schwab y Thierry Malleret son obras muy diferentes en su enfoque y estilo. Muy francés y literario uno, aséptico y directo el otro.De villier señala con el dedo los nubarrones de tormenta que empañan y cierran el horizonte, Schwab y Malleret concatenan premisas y enumeran promesas. Aportan pocos datos, de modo que sorprende que se hayan lanzado a publicar sus reflexiones. Parecería que uno haya trabajado sus discursos políticos y los otros,aprovechado el confinamiento para preparar una gira de conferencias.

Me centraré en “Covid-19: la grande réinicialisation” porque el libro justifica una serie de escenarios lógicos y blanquea unos futuribles en base a unas premisas tempranas que no pueden darse por verificadas. Si no se conocen las causas, los vectores de contagio, la velocidad de transmisión y la tasa de letalidad, ¿cómo puede decidirse a priori qué modos de producción y servicios son esenciales o prescindibles? Si no ha quedado demostrado – ni mucho menos – que la epidemia se haya extendido por los aeropuertos, ¿qué sentido tiene condenar o condicionar el tráfico aeroportuario? El verdadero problema es que parecía lógico.Todo relato mediático lo acaba pareciendo.

Parafraseando a Mario Draghi, Schwab y Malleret argumentan que los países occidentales tendrán que hacer lo que haga falta, imprimiendo moneda sin límite y gastar sin control para compensar todas las rentas que se van a perder por el camino. Tabula Rasa. ¿Y la infación? Bah, parafraseando esta vez a Fernando Simón, el simpático portavoz del gobierno español, 1 o 2 puntos, como mucho. Cuando las premisas no bastan para apuntalar la retórica de la “nueva normalidad” se recurre a supuestos estudios de misteriosos expertos. Es el Deus ex Machina del pobre en los telediarios.

De la Tabula Rasa que perpetraron en 2008 hasta la actual pandemia, sólo ha transcurrido una década, tal y como acertaron a vaticinar algunos analistas. Un suspiro histórico.El monetarismo puritano toca a su fin. Amenaza con cambiar las reglas del juego para instaurar un régimen transnacional de control totalitario. Pero si el achique de espacios era financiero y presupuestario entonces, las principales medidas que los lobbies puritanos andan coordinando por encima de la capacidad soberana de las organizaciones políticas son de naturaleza social y cultural. Ya no nos piden que nos esforcemos por gastar menos y pagar más impuestos, nos quieren aislados, aburridos e indefensos.

Entre la panoplia de medidas que imponen a los gobiernos bananeros de su imperio para corregir sus hábitos de vida, algunas son más llamativas que otras. ¿A qué clase de estudio previo, científico por supuesto, puede corresponder la extraña uniformidad de las disposiciones “razonables”? Puede entenderse que los díscolos latinos que hacen vida fuera de casa vean impedido su acceso a bares, restaurantes y otros lugares de ocio, pero ¿qué sentido tiene aplicar esos ucases en Noruega, Suiza o Alemania? Parece lógico cerrar las librerías en Francia, para que los descendientes de Astérix y Obélix no monten peligrosas tertulias, pero a qué orate se le ha ocurrido damnificar en España al gremio de libreros? Es más probable que los españoles se contagien de Coronavirus en las saunas del suegro del Presidente del Gobierno que disputándose un libro en una estantería.

No se conoce el mal que aqueja a las sociedades católicas de Europa y América, ni la forma en que se transmite, pero los puritanos han impuesto, a priori, la distancia social, la mascarilla y la vacunación universal como lógica profiláctica . Les da igual si, a posteriori, ha quedado demostrado que esas medidas son ineficaces.

(seguirá)
Sociedad

¿Por qué manipulan el exceso de mortalidad?


El exceso de mortalidad es un concepto que se presta a confusión. No es intuitivo y, por lo tanto, resulta fácil de manipular. Por alguna razón, no le prestaron demasiada atención en los primeros meses. Se diría que los gobiernos se despistaron, más preocupados por vender cifras de contagios. Fue a partir de enero cuando entendieron que el exceso de mortalidad mostraba con toda crudeza que las “vacunas” ni curan ni previenen. Es pronto para que pueda hablarse de “efecto placebo”, teniendo en cuenta que en los dos primeros meses de vacunación masiva de las poblaciones, se ha dado una correlación bastante nítida con el incremento de la mortalidad.

El persistente incremento de la mortalidad en el mundo católico es anterior a la pandemia de coronavirus y ha continuado invariable después de iniciarse la campaña de vacunación. Es difícil identificar una causa de mortalidad, aunque son varias las correlaciones significativas. Pero lo que es evidente es que un virus emergente aparecido en 2020 no puede causar muertes 5 años antes.

La campaña de vacunación universal está siendo un fiasco absoluto porque no evita los contagios y no reduce la tasa de letalidad. Según los datos oficiales del Instituto John Hopkins, a más de 1.000 millones de personas mayores de 65 años ya les han inoculado los sueros experimentales de Pfizer, Moderna y Astrazeneca. Y dado que es el principal colectivo de riesgo, susceptible de morir como consecuencia de un posible contagio, el exceso de mortalidad debería haberse reducido casi en la misma proporción. Pero es algo que no ha ocurrido.

La tentación de manipular las estadísticas era grande, como se ha visto con total claridad en Israel y en el Reino Unido. El gobierno de Boris Jonhson, que infló las estadísticas de mortalidad por COVID antes de iniciarse la campaña de vacunación, vuelve a contabilizar las muertes como se ha hecho siempre. De modo que sólo 1 o 2 de cada 100 fallecimientos será por neumonía atípica compatible con un diagnóstico de coronavirus. De abril a septiembre, es una cifra que se sitúa por debajo de las 15 bajas diarias. En un país menos poblado, como Israel, la estadística oficial que se registre en hospitales se reducirá de ese modo a 1 o 2 fallecidos por día.

La paradoja a la que se enfrenta los distintos gobiernos que integran el Frente Puritano es que deben “vender” que las vacunas son útiles al mismo tiempo que siguen metiendo miedo a la población y cerrando fronteras. Los Puritanos nunca fueron demasiado listos, pero eso no les ha impedido colonizar el mundo entero. Cabalgar contradicciones es su especialidad: lo llaman dialéctica. Pero resulta que la “dialéctica” de la vacunación universal es la misma que la del “Efecto Placebo”. Habrían conseguido los mismos resultados políticos, económicos, religiosos y sanitarios inoculando suero fisiológico a toda la población.

A medida que se incremente el porcentaje de población vacunada, serán cada vez más los países que imiten la estrategia del Reino Unido y de Israel. Deben manipular sus estadísticas para hacer desaparecer el “exceso de mortalidad” y poder justificar la imposición de medidas de excepción y la supresión de derechos fundamentales.
letalidad
En el gráfico se puede apreciar como la letalidad del supuesto contagio permanece estable en todo el mundo, ligeramente por debajo del 2%, desde mucho antes de anunciar la existencia de las vacunas y empezar a administrarlas. Son estadísticas compatibles con un diagnóstico de neumonía atípica, que abonarían la tesis del “efecto placebo”

(c) Belge