Para que el gran público entienda la perversa lógica de los tests PCR habrá que esperar a que algún rastreador cuente en sus memorias cómo empezó haciendo tests de antígenos como becario y acabó cazando peligrosos asintomáticos y enfermos prófugos. Con un título al estilo de Pablo Neruda: confieso que he vivido. Ni siquiera el nombre es inocente. Rastrear, seguir el rastro de un animal para encontrarlo. Eso dice la RAE. ¿Y qué rastro es ese? La propia vida social y religiosa de los individuos. Comparar es conocer. Si le preguntan a un ciudadano español por su vida reciente, confesará que, además de ir a trabajar y coger el Metro, asistió a una boda, acudió a un funeral, hizo deporte en grupo y se fue de copas con sus amigos. Si le siguen el rastro a un noruego, no encontrarán ni una sola huella en la nieve: no ha salido de casa.El protocolo que se sigue en España para los tests PCR es bastante rebuscado. Si una persona da POSITIVO sin síntomas, tiene que estar 10 días aislada. Pasado ese tiempo, es libre de hacer vida normal. Si el contacto da NEGATIVO en la prueba, tiene que estar aislado, pero deberá repetir el test a los 10 días. Si da POSITIVO, tiene que quedarse en casa otros 10 días y 3 más sin síntomas antes de quedar liberado. La lógica implícita de los tests salta a la vista. Aislar al enfermo y estigmatizar al entorno. El castigo es evidente. Aislar 24 días seguidos a una persona, no sólo es perjudicar su negocio y colocarle un tremendo sambenito social, es dejarla a los pies de los caballos. Mentir y ocultarse, para hacer vida normal, o alejarse preventivamente del OTRO, usar mascarilla y someterse. Es un verdadero dilema. Al contagiado se le trata como a un enfermo, pero al contacto, como a un irresponsable que ha confesado su pecado. Al primero, le trata un médico; al segundo, le persigue un rastreador.Los que premeditaron el sistema, con la excusa peregrina de que Alemania había evitado los contagios haciendo tests masivos y aislando a los “irresponsables”, no razonaron demasiado que estos protocolos de actuación están pensados para entornos “urbanos” en los que los vecinos no tienen trato. La perversidad de indultar a los “culpables” y “castigar” a los inocentes tiene consecuencias lógicas imprevistas que se aprecia con toda nitidez en los pueblos. Allí es donde se ve el hilván de los tests PCR porque no necesitan rastrear a nadie: los contactos se presentan voluntariamente, en fila. Son demasiados, son casi todos. En cuanto sale la noticia de un POSITIVO, se llenan las consultas de vecinos.Todos han sido contactos, de modo que el personal médico ya no se dedica a otra cosa. Hacer tests y dar explicaciones, dar explicaciones y hacer tests. Porque la mayoría de la gente no entiende que deba quedarse aislada en casa si el resultado de la prueba es NEGATIVO. No están enfermos y no entienden que deban ser “castigados” por haber hecho “vida normal”. No entienden la paradoja de que los “enfermos” salgan antes a la calle que los “sospechosos”. La mayoría de la gente no entiende la perversa lógica de los tests PCR porque el protocolo se ideó para crear miedo y mantener a la población en tensión. No se trata de preguntar cómo se hacen los tests. La pregunta pertinente es: ¿Por qué los hacen? Cuando preguntan a un enfermo por el posible origen de su contagio, lo que le están preguntando es si ha acudido a bodas católicas, velatorios, misas funerales, y se ha ido de cañas con amigos. De forma ingenua, acabará confesando, como Pablo Neruda, que ha cometido el pecado de vivir y hacer vida social en un país de cultura católica.La demostración del engaño es tan sencilla de hacer como decretar que todos los habitantes son “contactos” y mantenerlos aislados durante 23 días. Pero dado que ya se hizo en marzo, abril, mayo y junio, durante 100 días y 100 noches, la supuesta lógica epidemiológica de los tests se cae por su propio peso.© Belge
La desviación, muy por debajo de la media nacional, es insignificante, excepto para el colectivo de mujeres jóvenes. Aunque tenue, fue la primera desviación significativa que se registró en julio de 2019.
El encefalograma plano delata la ausencia de esa realidad epidemiológica que se puede definir como “contagio”, salvo para el colectivo de mayores de 75 años en marzo y en noviembre.
Un caso interesante de analizar, porque el único pico significativo se observa en noviembre y no en marzo para el colectivo de ancianos. Debería ser similar al caso de Galicia y de Cantabria, pero no ocurre lo mismo, como se puede observar en los dos siguientes gráficos
La situación sanitaria de estas dos últimas CCAA, que registraron los primeros conatos de brote en el verano de 2019, junto con Andalucía, se asemeja bastante más al caso de Canarias y Baleares que al de su vecina Asturias, como se aprecia en los dos siguientes gráficos. 
Ahora, familiarizados con el aspecto de una serie de gráficos que nos muestran la realidad epidemiológica de unos destinos turísticos en los que vive una población españolas de casi 20 millones de personas, podemos pasar a mostrar imágenes con una desviación significativa muy real.
Aquí, necesitaríamos mucha literatura para empezar a explicar el brutal ataque que sufrieron los castellanos en el mes de marzo. Se multiplicó por 10 la mortalidad, a pesar de no ser una región turística ni albergar a una gran comunidad de chinos expiatorios. Prueba de ello es que es la única Comunidad Autónoma en el que la mortalidad de las mujeres y chicos jóvenes se multiplicó, respectivamente, por 12 y por 10, ligeramente por encima de otros colectivos. Tan es así, que hasta que INLUCRO no denunció la manipulación estadística e intervino el Tribunal Superior de Justicia, esta brutal desviación había sido silenciada por el gobierno y toda la prensa española.
El mismo gráfico que el de sus vecinos manchegos, pero algo menos acentuado. En noviembre se aprecia un ligero incremento de la mortalidad, tres semanas después de iniciarse la campaña de vacunación de la gripe. La gran diferencia, sin embargo, no se ve: no se observa incidencia alguna en el colectivo de jóvenes, algo que sí se aprecia en Madrid.
Al ser una región con fuerte densidad de población, lo que ocurre en Madrid tiene un doble significado. Es la piedra Roseta de la epidemia ya que permite fechar la secuencia de los acontecimientos. Sufre algo más más que Castilla y León pero menos que Castilla La Mancha. Por alguna razón extraña, a ningún medio de comunicación le ha interesado explorar ese enfoque. Si Madrid fue la última en “contagiarse”: ¿Cómo es posible que sea la más afectada? El 20% de los damnificados residía en esta comunidad. Por otra parte: ¿Cómo es posible que no se vea la imagen de la “terrible” segunda ola que sirvió de pretexto para volver a decretar el Estado de Alarma e imponer el confinamiento de la población?
El tour por las regiones secesionistas muestra perfiles de la misma realidad muy diferentes. De entrada, debemos tener en cuenta que los datos que proceden de aquellas CCAA deben ser analizados con precaución, al haber sido manipulado con un descaro tercermundista. En enero, las empresas que iban a participar en el Mobile Word Congress de Barcelona se dieron literalmente a la fuga cuando tuvieron constancia de que la “gripe china” había llegado a Cataluña. El gobierno de Junqueras, Sánchez y Otegui esperó a que se fuera el último para reconocer los hechos y suspender el Congreso Internacional. A diferencia del gráfico de Madrid, se puede observar un conato de segundo ola en noviembre.
En Valencia se registró el primer muerto por Coronavirus, el 13 de febrero. Un alpinista que había regresado de Nepal, un país que no había registrado ningún caso. En el gráfico se aprecia el doble pico de mortalidad máxima el 16 y 31 de enero. Aquellas 100 personas debieron morir del susto. Luego, curiosamente, el virus despareció de la Comunidad.
Aunque circula una teoría que apunta a que el virus entró en España por el País Vasco y Navarra, los gráficos lo desmienten. Son dos CCAA poco afectadas, con un pico de mortalidad en marzo y poco más.
A modo de conclusión de este breve análisis ilustrado, lo más correcto es señalar que el primer brote aparece en Andalucía (¿Cádiz?) y se extiende por todas las Costas pero sin afectar a la España Interior. El “contagio” se ceba luego – y por este orden – con Castilla La Mancha, Madrid y Castilla León. Los 3.000 muertos del pico de marzo resaltan todas las mentiras del gobierno y la tremenda complicidad de los medios de comunicación.
